En una respuesta a un obispo filipino, y con la firma del Papa, el cardenal Víctor Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, ha ratificado la incompatibilidad entre el catolicismo y la masonería y la vigencia de las disposiciones disciplinares contra los católicos que pertenezcan a alguna logia.
El obispo de Dumaguete, Julito Cortés, había manifestado a la Santa Sede «con preocupación» la situación de su diócesis, por el continuo aumento de fieles de la masonería, y pidió «sugerencias para afrontar adecuadamente esta realidad desde el punto de vista pastoral, teniendo en cuenta también las implicaciones doctrinales». Porque no solamente se trata de miembros explícitos, sino de «un gran número de simpatizantes y asociados personalmente convencidos de que no hay ninguna oposición entre la pertenencia a las Iglesia católica y la pertenencia a las logias masónicas».
«Incompatibilidad»
Contestando a esta solicitud, el cardenal Fernández, tras una audiencia con Francisco el 13 de noviembre, redactó y firmó un documento, al que el propio Papa añadió su firma, recordando que «la pertenencia activa de un fiel a la masonería está prohibida, debido a la incompatibilidad entre la doctrina católica y la masonería», y hace referencia a la Declaración sobre la Masonería de la propia Congregación para la Doctrina de la Fe, cuyo prefecto era entonces el cardenal Joseph Ratzinger, de 26 de noviembre de 1983.
Por tanto, continúa el actual prefecto, «quienes formal y conscientemente sean miembros de logias masónicas y hayan abrazado los principios masónicos, quedan comprendidos en las disposiciones presentes en la citada Declaración. Estas medidas se aplican también a cualquier eclesiástico registrado en la masonería«.
El obispo de Dumaguete, Julito Cortés, de 67 años, está al frente de su diócesis desde finales de 2013.
Además, desde el punto de vista pastoral, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe propone que, a nivel diocesano, los obispos filipinos realicen «una catequesis popular en todas las parroquias sobre las razones de la incompatibilidad entre la fe católica y la masonería» e «invita» al conjunto de los obispos a «valorar la oportunidad de un eventual pronunciamiento público sobre la cuestión».
Camerún, un precedente reciente
Así lo hicieron en 2019 los obispos de Camerún, al detectar una influencia social de la masonería similar a la de Filipinas, así como la confusión entre los fieles sobre la posibilidad de compatibilizar ambas pertenencias. Una confusión inducida por algunos sacerdotes con su práctica sacramental.
Según denunciaban, «en algunas parroquias de nuestras diócesis, en los consejos pastorales e incluso en algunos organismos diocesanos, se encuentran cada vez más presentes y en puestos de responsabilidad personas pertenecientes a la masonería, a los rosacruces o que practican la hechicería, y a quienes se les administra sin escrúpulos los sacramentos que Jesucristo confió a nuestra Santa Madre Iglesia».
Pecado grave
La Declaración sobre la Masonería de 1983, también aprobada explícitamente por San Juan Pablo II sigue, pues vigente. Se hizo necesaria porque el Código de Derecho Canónico que fue promulgado ese año había suprimido la mención explícita a la masonería y la excomunión prevista para los católicos masones que formaban parte del Código de Derecho Canónico de 1917.
Había, pues, que aclarar que esa supresión no implicaba un cambio de criterio en lo esencial. El cardenal Ratzinger afirmó entonces, y ha sido ahora corroborado por su sucesor, que «los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la santa comunión«.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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