¿Qué significa “actuar en conciencia”? ¿La bondad o maldad de un acto depende de la intención con la que se haga? ¿La ética cristiana esclaviza o libera? Estas y otras similares son las preguntas que responden los sacerdotes Jesús Silva, Patxi Bronchalo y Antonio Maria Domenech en el capítulo más reciente de Red de Redes —el programa de catequesis desenfadada que publica la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP)—, dedicado a la moral.
¿Qué es la ley natural?
Los presentadores arrancan hablando de la ley natural, que es “la forma que tienen las cosas de comportarse para los fines que están creadas”, dice Domenech. Así, la ley natural de una piedra sería, por ejemplo, la gravedad; la ley natural en un animal sería su instinto, y en el ser humano, la ley moral, inscrita en el interior de cada hombre por Dios desde el momento de la Creación.
Silva recuerda las palabras del Concilio Vaticano II, que describe la conciencia como “el sagrario más íntimo del ser humano, donde escucha una voz que le dice haz esto, evita aquello”. “Es la voz de Dios en el corazón del hombre, incluso en el del no creyente”, añade, y concluye que “sin pecado original, los seres humanos tendríamos con claridad meridiana la conciencia de lo que está bien y lo que está mal”.
La moral brota de la Revelación
Esto último, no obstante, se ve emborronado por el pecado. La ley natural se desdibuja, algo que —señalan— se ve en la Escritura con el surgimiento de la poligamia o del repudio, que no estaban en el plan original de Dios. “A lo más que se llega es a una rudimentaria regla de oro, no hacer al otro lo que no quieras que te hagan a ti”, plantea Silva.
“Dice san Agustín —incide Domenech— que, dado que algunas personas duermen su conciencia o deforman su interior por repetir actos contra ella, Dios tuvo que escribir en piedras lo que el hombre no leía en su corazón”. Esto son las tablas de la Ley, los diez Mandamientos. “Son un camino para ir abriendo la conciencia, poco a poco… hasta que llega Cristo, la revelación de la plenitud definitiva”, concluye Silva.
“Jesucristo nos ha revelado tres cosas: quién es Dios, quién es el hombre y cuál es su vocación”, añade. “Amaos unos a otros como yo os he amado”, ordenó Jesús: “Un amor desinteresado y entregado, conforme a la verdad”, apunta Silva. Por tanto, la moral brota de la Revelación, y se ha ido desarrollando a medida que la Iglesia iluminaba —siempre desde Cristo— nuevas situaciones morales, como la esclavitud.
¿Actuar “en conciencia” es hacer lo que me dé la gana?
“Actuar en conciencia —advierte Silva— no es hacer lo que me dé la gana, sino formar la conciencia para buscar el criterio de Dios”. Esto es importante en un momento en que la moral cristiana se enfrenta a una ética humanista que, si bien en su inicio se basaba en valores cristianos, hoy ha tomado ya otro camino, dicen los sacerdotes. “Esta ética humanista hoy ya no cree en la ley natural, es una ética de consenso, y ahí entran cosas como el aborto o el divorcio”, explica Silva.
Una tentación: la moral de situación
En este contexto de confrontación ética aparece en el seno de la moral católica una tentación: la moral de situación, que consiste en decir que no hay que ser tan estricto y que la moral no son normas absolutas sino orientaciones. Que en cada situación hay atenuantes o circunstancias que hacen que un acto no sea malo. Silva pone el ejemplo de la controversia que se levantó con la encíclica Humanae Vitae, de san Pablo VI, que identifica los métodos anticonceptivos artificiales como inmorales, contrarios a la ley de Dios.
A esta polémica le siguió el documento Veritatis Splendor, de san Juan Pablo II, en el que se indica que hay actos “intrínsecamente malos”, que ninguna ignorancia o intención puede hacer buenos. Y también que hay actos “intrínsecamente desordenados”. “Existen atenuantes, como el miedo o la ignorancia, pero no llegan a cambiar la naturaleza de lo bueno o lo malo… y lo que desde luego no cambia su naturaleza es la opinión de la gente”, destaca Domenech.
“Los atenuantes pueden restar responsabilidad, pero un acto es intrínsecamente malo cuando lo son su objeto, desarrollo y fin”, añade Bronchalo. “Se trata —resume Silva— de formar la conciencia con la moral católica en comunión con la Iglesia, sin dejarnos llevar por la ética mundana ni por la moral de situación”.
¿Cómo formar la conciencia?
Bronchalo explica que los católicos podemos formar nuestra conciencia a través del conocimiento de la Revelación divina. “Das un sentido a tu obrar, llevas tus acciones por el camino que lleva a la vida, que es estrecho y no es fácil —“ama a tu enemigo”—, pero es seguro; es el camino para el que estás hecho”, reflexiona. En la práctica, para hacer esto recomienda cuidar la oración y la intimidad con Jesús, conocer la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia o compartir la fe en una comunidad.
`Aunque existen atenuantes como el miedo o la ignorancia, no cambian el objeto de lo bueno o de lo malo. Y sobre todo, lo que no hace que una cosa buena esté mal o una cosa mala esté bien es lo que piense la gente´, remarca Domenech.
“Son faros que ayudan a ir hacia adelante, ayudan en el discernimiento, que es conocer qué quiere Dios y vivir acorde a ello”, dice. Domenech añade dos prácticas más: leer las vidas de los santos y acudir a la dirección espiritual, normalmente con un sacerdote. “Uno no es buen juez en causa propia, y nos podemos engañar mirándonos a nosotros mismos: nos puede ayudar mucho el consejo de un sacerdote que nos conozca y nos dé una iluminación de la conciencia”, explica.
«El mal es malo»
“Dios nos ha creado para ser felices, y nos ha dado unas instrucciones para ello… que podemos obedecer o no”, concluye Silva. Lo explica con un ejemplo: un padre y un hijo llegan a un cruce de caminos, y el padre invita al niño a coger el camino que quiera. ¿El hijo es libre? Sí. ¿Y si el padre le dice: “A la izquierda hay un foso con cocodrilos y la derecha, una pradera”? “Ahí el hijo es más libre, porque ahora es consciente de las consecuencias de sus actos, tiene mayor carga de conciencia”.
Explica que, tras 40 años de vida —y 15 de sacerdote— se ha dado cuenta de que “el mal es malo y el bien es bueno”. “No es ninguna tontería: un acto malo es malo para ti y para los demás, aunque lo hagas con buena intención, y esto parece una moñada pero no lo es”, insiste. “Formar la conciencia te libera”, concluye Bronchalo.
El episodio termina con una ronda de recomendaciones. Domenech recomienda conocer la vida del papa san Pío X, “una persona que no se dejó llevar y fue fiel a la voluntad de Dios”. Silva recomienda el libro Carta al duque de Norfolk, de san John Henry Newman, “el santo de la conciencia”. Y Bronchalo, la reciente película La sociedad de la nieve, por cómo muestra las implicaciones morales de las acciones de los protagonistas.
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