Ritos, tabúes alimentarios, días santos, «pecados de energía»: la defensa del medio ambiente ha tomado actualmente un aspecto confesional, muy diferente a la tutela de la Creación. Lo explica Giulio Meotti en el número de diciembre del mensual católico de apologética Il Timone:
El ecologismo corre el riesgo de convertirse en religión
En 1992 se publicó un llamamiento [llamamiento de Heidelberg] de 500 científicos, entre ellos 62 premios Nobel, contra el ecologismo irracional. Afirmaban que no eran indiferentes a los problemas medioambientales, sino a la «tendencia fundamentalista que transforma la ecología en dogma y en una nueva religión».
Se adhirieron Manfred Eigen y Jean-Marie Lehn (ambos premio Nobel de Química), Philip Anderson (Nobel de Física), Christian B. Anfinsen (Nobel de Química) y los premios Nobel de Medicina Julius Axelrod y Baruj Benacerraf.
«Consideramos que es una irresponsabilidad manipular la opinión pública y fomentar entre la población el temor de una inminente catástrofe climática», escribieron estas mentes brillantes, entre las cuales se incluía Rita Levi-Montalcini.
Posteriormente, el 15 de septiembre de 2003, el escritor Michael Crichton pronunció un discurso en el Commonwealth Club de San Francisco cuyo título fue: El ecologismo es una religión.
Michael Crichton explica por qué, desde el punto de vista antropológico, ve el ecologismo como una religión. Fue el 16 de marzo de 2005, en conversación con unos estudiantes de la Cleveland High School de Reseda (California). Pueden activarse subtítulos en español.
«Tiempos duros para los herejes»
Esto es tan evidente, que hoy se ha convertido casi en un lugar común definirlo como tal. Todos somos pecadores de energía, destinados a morir, a menos que busquemos la salvación que ahora se llama sostenibilidad.
«El ecologismo se está convirtiendo en una religión» ha dicho James Lovelock, el científico de la hipótesis de Gaia.
«La protección del planeta Tierra es más que una misión, es mi religión», declara entusiasmado Rajendra Pachauri, que ha dirigido la agencia de la ONU para el Clima, el IPCC.
«La última religión occidental»: así define el ecologismo el filósofo alemán Peter Sloterdijk. En el libro Den Himmel zum Sprechen bingen. Elemente der Theopoesie, el filósofo de Karlsruhe, protagonista de tantos y feroces folletines en Alemania, explica que nunca antes la religión había sido solo un hecho privado. Sin embargo, esto no significa que haya desaparecido. «Un fantasma se perfila en el mundo occidental, el fantasma de la religión. No tiene necesidad de ser útil para nada, ya no tiene que funcionar, no tiene un mandato». Por consiguiente, concluye el filósofo, el ecologismo se convierte en la religión perfecta. «La sensibilidad climática colectiva será la última religión mundial y, además, la primera que alcanzará a todos. Se prevén tiempos difíciles para sus herejes«. Esta «religión ecológica», nueva ilusión progresista, conlleva tres amenazas para la civilización: convertir en fetiche a la naturaleza y los animales; el panteísmo (divinización de la naturaleza) y, como consecuencia de estas dos, el anti-humanismo. De hecho, transmite implícitamente una acusación ontológica contra el hombre y reniega su transcendencia sobre la naturaleza.
«A los pueblos que se desesperaban por el reino de los cielos, el marxismo les prometió el reino del hombre», escribió Albert Camus. A los pueblos que se desesperan por el reino del hombre, el ecologismo les promete el reino de la naturaleza.
Ceremonias paganas
Basta leer a David Brower, el fundador de Friends of the Earth. «Los seis días del Génesis son una imagen que representa lo que sucedió en cuatro mil millones de años. Nuestro planeta nació un lunes. Del martes al miércoles, hasta el mediodía, se formó la Tierra. La vida comienza el miércoles y se desarrolla en toda su belleza durante los cuatro días sucesivos. El domingo, a las cuatro de la tarde, aparecen los reptiles. A las nueve de la noche, las secoyas surgen de la tierra. Un cuadragésimo de segundo antes de la medianoche, empieza la revolución industrial. Ahora es medianoche y estamos rodeados de personas que creen que lo que han hecho puede continuar indefinidamente».
Seis días, seis grados para la condenación. Ahora también tenemos los nuevos ritos religiosos verdes. En Islandia, los ecologistas incluso han celebrado un funeral a un glaciar. Una verdadera ceremonia pagana en el terreno árido, pero antes cubierto por el glaciar del Okjökull. Estaban presentes la primera ministra del país –Katrin Jakobsdottir– y la excomisaria de las Naciones Unidas para los derechos humanos, Mary Robinson. Se puso una placa con escrito: «Una carta al futuro».
Unos días, antes, en la catedral anglicana de Liverpool (la más grande de Inglaterra), había llegado un modelo de Gaia, que se instaló en el centro de la nave principal. Esta religión verde está sustituyendo al cristianismo como matriz de las sociedades occidentales.
Lo explica Jerôme Fourquet, máximo estudioso de la opinión pública francesa: «Estamos asistiendo al nacimiento de una nueva matriz, laica y no religiosa, alrededor de la ecología».
«Santuarios» de la biodiversidad
El ecologismo funciona sociológica y culturalmente como lo hacía en pasado la matriz católica. Existen semejanzas sorprendentes en los términos y en las referencias utilizadas. También estamos hablando de «santuarios» de la biodiversidad. El ecologismo radical no quiere, como el marxismo, prometer el paraíso en la tierra o, como el cristianismo, prepararnos al paraíso después de la muerte. Se limita a denunciar el infierno de las sociedades occidentales. El hombre de los ecologistas no tiene historia, ni profundidad temporal, ni identidad; es una criatura natural aplanada en el presente, un viajero sin equipaje, un migrante ideológico. De ahí su defensa de una política migratoria de acogida incondicional y de una sociedad llamada «inclusiva».
Cuando Crichton hizo su denuncia, al ecologismo le faltaba un mito persuasivo del Apocalipsis. El aire más limpio, los ríos, las playas y la lucha a la contaminación no eran suficientes. El descubrimiento del calentamiento global ha llenado esa laguna. El ecologismo está edificando un verdadero culto: tiene sus días santos (el Día de la Tierra); tabúes alimentarios (veganismo y campañas para reducir el consumo de carne de vaca); templos (las universidades occidentales) y proselitismo (los escépticos son tratados como herejes). Una religiosidad gnóstica con su rechazo de los cuerpos, de la carne, acompañada al mismo tiempo por la nueva moralidad sexual: el género, el andrógino, la igualdad sexual radical. Post y transhumano, mezcla de todos los géneros.
Traducido por Verbum Caro.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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