La Iglesia le debe una gran gratitud a Nina Shea y a David Alton por traer a la atención del mundo a estos confesores mártires del siglo XXI. Que esta deuda no se reconozca durante este pontificado es vergonzoso.
La Iglesia le debe una gran gratitud a Nina Shea y a David Alton por traer a la atención del mundo a estos confesores mártires del siglo XXI. Que esta deuda no se reconozca durante este pontificado es vergonzoso.
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