Supongamos que un hombre tenga un avión privado, y te invita a ti (independientemente si eres hombre o mujer) a viajar con él. El avión está en el aire, y mientras vuela, el hombre clama su derecho a la propiedad privada y alegando que es suyo el avión te hace bajar forzadamente. Obviamente que te mueres, pero el señor se ampara en su derecho de propiedad diciendo: es mi avión, tenía derecho a pedirle que se baje.
Esto es semejante a cuando la mujer dice que ella es la dueña de su cuerpo y que por lo tanto tiene derecho a deshacerse, mediante el asesinato, del hijo que está gestando.
Eso es, evidentemente, un crimen, puesto que lo que está en el vientre materno no es parte del cuerpo de la madre sino que es un ser humano distinto, con su propio ADN, desde la concepción hasta la muerte.
Muchos gobiernos se creen “progresistas y desarrollados” por permitir el asesinato de seres humanos indefensos. Habría que recordarles a estos gobiernos y gobernantes que ellos también algún día van a morir. Si no se arrepienten de sus crímenes, Dios les va a pedir cuenta de toda la sangre inocente derramada como causa del egoísmo y ambición de dinero (ya que el aborto es un gran negocio mundial, que hace millones sacrificando esas pobres indefensas vidas humanas por cientos de miles). Nadie querría estar en sus zapatos en el día en que la justicia divina les pida cuentas de sus acciones.
Obviamente que ser provida no quiere decir que solo hay que limitarse a decir que este crimen está mal. Ser provida implica buscar ayuda para las madres que no pueden mantener a sus hijos, ayudar a los más pobres e indigentes, tener compasión por lo más débiles y vulnerables, y tantas otras cosas. Sin embargo, nada de todo esto se puede hacer si no se defiende la vida desde la concepción hasta la muerte.
P. Tomás Agustín Beroch (adaptación).
NOTA: Actualmente es más urgente esta defensa en México porque la izquierda que nos gobierna pretende autorizar este crimen ¡hasta los nueve meses de gestación inclusive!
PUBLICADO ANTES EN CATOLICIDAD
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