23/12/2024

EL FIAT DE NAZARET: EL SÍ QUE CAMBIÓ EL DESTINO DEL MUNDO


El Ángel del Señor descendió al humilde rincón de Nazaret, donde el cielo y la tierra aguardaban en tensa expectación. Allí estaba María, Virgen y doncella, desconocida para el mundo, pero elegida desde toda la eternidad. “Alégrate, llena de gracia”, proclamó Gabriel, y en ese instante, las palabras divinas buscaron un eco en el corazón de una criatura.

El Fiat de Nazaret no fue un mero asentimiento, sino un acto de amor absoluto, un “hágase” que rasgó el velo entre lo eterno y lo temporal. María, nueva Eva, ofreció su carne al Verbo, permitiendo que el infinito se encarnara en el tiempo. ¡Oh misterio insondable! En su “sí” resonaron los clamores de todos los siglos, y desde entonces, la historia humana quedó impregnada de redención. María, en su humildad, hizo del mundo un pesebre para el Salvador.

EL FIAT DEL CALVARIO: EL SÍ ENTRE EL DOLOR Y LA GLORIA

Pero ese primer “sí” no fue el único. Desde Nazaret hasta el Calvario, María vivió su Fiat como una oblación continua. En el Monte de los Olivos, su corazón oraba junto al del Hijo. En el juicio, sus ojos permanecían fijos en el Cordero. Y en el Calvario, al pie de la Cruz, su alma fue traspasada por la espada de Simeón.

En el Fiat del Calvario, María se hizo Madre universal. “Mujer, he ahí a tu hijo”, dijo el Señor, y en ese instante, acogió en su corazón al discípulo amado y a todos nosotros. Allí, mientras el cielo se oscurecía, María entregó nuevamente su “sí”. No fue un Fiat triunfal, sino uno silencioso y desgarrado, pronunciado entre lágrimas. Allí se consumó su maternidad espiritual; allí se abrazó el dolor con la esperanza.

EL FIAT DEL TEPEYAC: EL SÍ QUE ENVUELVE AL NUEVO MUNDO

Siglos después, el eco de Nazaret y del Calvario resonó en el Tepeyac. María volvió a ofrecerse, ahora como la Madre del Nuevo Mundo. Vestida de sol y con la luna bajo sus pies, vino a consolar a un pueblo herido, perdido entre las sombras de la conquista y la idolatría.

En el Tepeyac, el Fiat de María se hizo cercanía. Habló en náhuatl, el lenguaje del corazón indígena, y en su rostro mestizo se entretejió la promesa de unidad y esperanza. “Construye una casita para mí”, pidió a Juan Diego, no para ella, sino para reunir a sus hijos bajo el manto estrellado que refleja el cielo.

La tilma no es solo un milagro: es el Fiat perpetuo de la Virgen que se ofrece a su pueblo. Es el Evangelio tejido en colores, la promesa de que el Hijo está con nosotros hasta el fin de los tiempos. En el Tepeyac, María renovó su misión, llevándonos al encuentro del Verdadero Dios por quien se vive.

EL STABAT MATER: MADRE DEL DOLOR, MADRE DE ESPERANZA

María, de pie junto a la cruz, Stabat Mater dolorosa, es la imagen viva del Fiat perfecto. Su dolor no fue pasivo ni resignado: fue un acto de amor total. Al contemplar el cuerpo exangüe del Hijo, María ofreció su alma como altar. Su Fiat no fue apagado por el sufrimiento, sino encendido por la fe en la resurrección.

En cada paso de su vida, desde Nazaret hasta el Tepeyac, María nos enseña que el Fiat no es solo una palabra, sino una respuesta diaria al amor de Dios. Nos invita a vivir nuestro propio “hágase”, a transformar nuestras vidas en eco de su obediencia y fe.

“¿NO ESTOY YO AQUÍ, QUE SOY TU MADRE?”

Hoy, al contemplar a la Virgen de Guadalupe, escuchamos una vez más las palabras que resonaron en el corazón de Juan Diego: “¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?” Su Fiat eterno nos envuelve como un manto de estrellas, recordándonos que no estamos solos.

Hermanos, el Fiat de María nos invita a mirar al cielo con esperanza, a abrazar nuestras cruces con fe, y a construir nuestras vidas sobre la roca firme de su Hijo. Ante tanto amor, respondamos como hijos agradecidos sumando nuestra voz a la de la reina.

EL FIAT PERSONAL: A DIOS POR MARÍA EN EL FIAT ETERNO, SIGNO DE FILIACIÓN Y PREDESTINACIÓN

Hermanos, el Fiat de María no es un eco distante ni un acto reservado a los escogidos. Es un llamado a cada uno de nosotros, hijos predilectos del Padre, hechos suyos en Cristo y sostenidos por el Espíritu Santo. Nuestro Fiat personal, el hágase de nuestras vidas, es la respuesta libre y amorosa al plan de Dios, que nos invita a caminar como hijos en su luz y herederos de su gloria.

Decir “sí” a Dios no es una imposición, sino la revelación de nuestra verdadera identidad. Somos hijos adoptivos del Altísimo, predestinados a participar de su gracia y su reino. Nuestro Fiat no es una palabra aislada, sino el eco de aquel “sí” pronunciado por María en Nazaret, confirmado en el Calvario, y proclamado en el Tepeyac.

Hoy, mientras contemplamos a María, Madre del Fiat perfecto, respondamos con ella:

“Hágase en mí según tu palabra.”

Madre del Fiat eterno, Señora vestida de sol, guía y refugio de tus hijos, ayúdanos a vivir nuestro Fiat con amor, fidelidad y esperanza, hasta que lleguemos a la patria , donde unidos contigo y con Cristo, podamos alabar eternamente su gloria.

OMO

PUBLICADO ANTES EN CATOLICIDAD