Hace una semanas un simple conserje de un edificio de viviendas en Valencia tuvo su momento de gloria. No una gloria ostentosa como la de algunos deportistas o cantantes, sino una gloria sensata y merecida. Aquel hombre, poniendo en riesgo su propia vida, avisó piso por piso a los vecinos mientras el edificio ardía, para que pudiesen escapar a tiempo. Dicen que gracias a él mucha gente pudo salvarse. Su historia, y él mismo, ocuparon durante un par de días redacciones, platós y conexiones en directo. Su acción nos llenó a todos de admiración, fue ejemplar, pero no nos convierte a los demás en héroes. Yo no sé que haría en una circunstancia similar. Me gustaría comportarme como un héroe, pero no puedo asegurar que, llegado el momento, no me pudiese el miedo o el instinto de conservación.
Dentro de una semana asistiremos a las celebraciones de Semana Santa. Celebración del Triduo Pascual. La hora de Jesús. «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Jesús anuncia que en su Muerte va a ser glorificado. Pero su muerte no va a ser un simple gesto heroico, admirable ejemplar. Su muerte nos va a cambiar. «Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.» Su muerte si me va a cambiar, nos ha cambiado. » Ya no tendrán que enseñarse unos a otros diciendo: «Conoced al Señor», pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor -oráculo del Señor-, cuando perdone su culpa y no recuerde ya sus pecados».
La muerte la podemos aceptar si es «natural», después de una vida larga, aprovechada, pero la consideramos un desperdicio, un desastre, cuando corta una vida joven. La muerte de alguien con 33 años es un absurdo. Pero Jesús puede decir de sí mismo «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. » Su muerte ha dado fruto. «…llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna». El fruto somos nosotros, su muerte nos ha dado vida eterna, el perdón de los pecados, la filiación divina, hoy comeremos el fruto de la muerte de Jesús en la Eucaristía. Y nuestra forma de vivir es cambiada: «El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna»
Espero que esto tenga el suficiente volumen para llenar la meditación de mis exigentes comentaristas
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