El intento de magnicidio de este sábado en Butler (Pensilvania) contra Donald Trump le costó la vida a uno de los asistentes al mítin, Corey Comperatore, de 50 años. Hay también dos heridos en estado crítico pero estable: David Dutch, de 57 años, y James Copenhaver, de 74.
«Os agradezco a todos vuestros pensamientos y oraciones de ayer», dijo Trump en un mensaje en Truth Social este domingo, en el que pedía tener presente a la víctima mortal y rezar por los hospitalizados. En cuanto a su propio riesgo como destinatario del atentado, afimó que «solo Dios pudo impedir que sucediese lo inconcebible», en alusión a los escasos milímetros que separaron una lesión leve en la oreja de una muerte segura.
La polémica se centra ahora en la actuación del Servicio Secreto, en las motivaciones del asesino (identificado por el FBI como Thomas Matthew Crooks, de 20 años) y en la incidencia de este crimen -que ha tenido lugar a las puertas de la convención republicana que se celebra a partir de este lunes en Milwakee- sobre las elecciones del 5 de noviembre, con la ya icónica imagen de Trump con el rostro ensangrentado, de pie bajo la bandera estadounidense, alentando a sus seguidores a continuar la lucha («Fight!», gritó varias veces).
Un héroe real
Pero para la familia de Comperatore ha comenzado «una pesadilla«, como confesaba su hija Allyson en su perfil de Facebook: «Lo que se suponía iba a ser un día apasionante que todos (especialmente mi padre) habíamos preparado, se convirtió en la experiencia más traumática que pueda imaginarse».
La joven describe a su padre como alguien que «murió como un superhéroe de la vida real». «Rápidamente nos tiró al suelo a mi madre y a mí y protegió mi cuerpo de la bala que vino hacia nosotros», explica: «Amaba a su familia. Nos amaba de verdad, tanto como para recibir en vez de nosotros una bala real».
Corey había sido, como voluntario, jefe de bomberos en la localidad de Buffalo Township. Estaba casado y era padre de dos hijas. Así le recuerda Allyson: «Era el mejor padre que una hija pudiera pedir. A mi hermana y a mí nunca nos faltó de nada. Le llamabas y respondía, y hacía lo que necesitaras, y si no sabía cómo, lo averiguaba. Hablaba y hacía amigos con cualquiera, fue lo que hizo ayer todo el día y disfrutó cada minuto del día. Era un hombre de Dios y amaba a Jesús intensamente, y se preocupaba de nuestra iglesia y de cada uno de sus miembros como si fuera una familia».
Aunque con algunos vínculos familiares católicos, los Comperatore eran miembros de la Cabot Church, una comunidad metodista cuyo pastor, Jonathan Fehl, ha estado junto a la familia desde el primer momento.
«Muchos niños piensan que su padre es un héroe, pero el mío lo ha sido realmente. Creo que sin él no estaría yo hoy aquí», afirma Allyson, recordando su intervención salvadora: «Sé que Dios está orgulloso del hombre que llegó ayer a Su puerta«.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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