Todos los países del mundo caminan hacia un hundimiento de su natalidad, pero por el momento es en Occidente y en los países occidentalizados donde puede decirse que ya está teniendo lugar un auténtico suicidio demográfico.
Los escenarios que se dibujan empiezan a ser apocalípticos, desde un castigo fiscal a los herederos de quienes mueran con más de 75 años (como en el Reino Unido con la ley del suicidio asistido) a la imposibilidad de satisfacer necesidades básicas por falta de profesionales para servicios esenciales (como anticipa el analista Shamil Ismail en un libro perturbador), pasando por la propia desaparición de un país a ritmos tan acelerados que resulta incluso difícil hacerse idea de ellos, como en el caso de Corea.
Manuel Castells explica la situación a la que está abocada Corea con una tasa de fecundidad de 0,72 hijos por mujer, un tercio de la tasa de reposición (2,1), que desciende incluso a 0,50 en la capital Seúl.
Una consecuencia de la falta de nacimientos que se tiene menos en cuenta es la dificultad para afrontar una guerra. Hay quien puede considerarla secundaria, sobre todo allí donde no se plantean riesgos bélicos inmediatos. Pero no pueden ignorarse ni el valor político, diplomático y comercial de la potencia militar ni la garantía para la paz que supone la disuasión.
Ucrania y Rusia, una devastación común
Y también es un error pensar que falta mucho para que dichas consecuencias nos afecten personalmente. Ucrania y Rusia están experimentando ahora mismo las consecuencias de ese hundimiento de la natalidad, que se ha convertido en un enemigo común para sus expectativas bélicas a corto plazo. Lo ha abordado Rodolfo Casadei en el número de diciembre de 2024 de Tempi, titulado precisamente así, El enemigo común de Rusia y Ucrania.
Ambos tienen tasas de fecundidad muy por debajo de la de reposición: 1,4 Rusia y 1,0 Ucrania, según el World Population Data Sheet (2024) del Population Reference Bureau. Entre los conflictos bélicos actualmente en curso en el mundo, es el que se mantiene con cifras de natalidad más bajas: Israel y Gaza y Cisjordania están por encima de la tasa de reposición (2,9 y 3,3, respectivamente), y Armenia y Azerbayán por debajo (1,7 y 1,6, respectivamente).
¿Qué significan estas cifras en términos de proyección futura? Según la ONU, Rusia pasará de sus 146 millones de habitantes actuales a 143 en 2030 (caída del 2%) y 126 en 2050 (caída del 14%). Por su parte, Ucrania, que eran 52 millones en 1991 cuando se independizaron de la Unión Soviética, habían bajado a 42 millones cuando la invasión de 2022 (básicamente por la emigración) y son hoy 35,8 millones: una pérdida de población en torno al 15-20% en treinta años, cifras demoledoras.
Impacto social y militar
Rusia entró en el Dombás con 120.000 hombres, una cifra pensada para una «guerra relámpago» que pronto se convirtió en una «guerra de desgaste» que ha llevado hasta 400.000 los soldados allí, más 300.000 en la región rusa adyacente. Las sucesivas movilizaciones han hecho pasar al ejército de 1 millón a 1,5 millones de miembros, con llamamientos dramáticos al reclutamiento y problemas para cubrir puestos de trabajo clave que abandonan los reclutados.
La táctica de los pequeños avances en vez de las grandes ofensivas se debe también a la necesidad de ahorrar vidas de soldados, explica Casadei. En 1941, la Unión Soviética contaba con 51 millones de hombres entre 15 y 54 años, hoy son en Rusia solo 38 millones en ese tramo de edad. Y, como son un «bien escaso», hay que pagarles mejor, lo que lastras las cuentas públicas. Lo mismo le sucede a Ucrania.
Aunque Vladimir Putin está consiguiendo que las sanciones no le pasen factura a la economía rusa -que mantiene altas tasas de crecimiento-, la inflación y el déficit se disparan. Los expertos que cita Casadei sostienen que Rusia puede aguantar mejor y durante más tiempo estas condiciones que Ucrania e incluso Occidente, pero no más allá de cinco años.
Con otra estructura de población, ninguno de los dos contendientes tendría esos problemas para una guerra sostenida en la magnitud en la que los tienen actualmente. ¿Qué puede suceder cuando dos países fronterizos tienen tasas de fecundidad muy distintas, y por tanto pirámides de población muy diferentes y una capacidad de reclutamiento sostenido también muy dispar? Por ejemplo, Marruecos y España.
Las consecuencias del suicidio demográfico para el reclutamiento y la reposición de efectivos no suelen mencionarse en el debate público, pero pueden ser letales. Los estados mayores los conocen bien.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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