El ateo es el ser más crédulo que existe, pues su creencia es indemostrable y se fundamenta, esencialmente, en la FE de su misma y personal creencia.
Exalta a la ciencia como única vía del conocimiento, ignorando que la filosofía es complementaria, pero tratando en la práctica de emplearla e ignorando que es absolutamente imposible demostrar científicamente la inexistencia de Dios.
Lo más absurdo de algunos ateos es que, para liberarse de los dictados morales de su conciencia y crearse una moralidad propia, a modo, que les permita seguir sus gustos y poder dar rienda a sus pasiones, caen en la demencial actitud de pasarse la vida, como en un infantil berrinche, tratando de aturdir la propia conciencia combatiendo ¡aquello que dicen que no existe!
No comprenden que a Dios no se le conoce por métodos científicos o por pruebas de laboratorio, como tampoco su inexistencia se podría demostrar así, pretender eso es tan absurdo e infantil como tratar que una hormiga o una mosca investigue si existe o no y cómo funciona nuestro cerebro.
El ateo es tan crédulo que cree que de la NADA vinieron TODAS las cosas, que la materia se produjo sola, que de la materia MUERTA se produjo la VIDA, que el azar es «inteligente» y que del CAOS vino el ORDEN, que la materia puede crear al espíritu, que la INCONSCIENCIA produce CONSCIENCIA o que de lo IRRACIONAL surgieron seres con RAZONAMIENTO. ¡Se tiene que ser muy crédulo para creer algo de esto!
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PUBLICADO ANTES EN CATOLICIDAD
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