El sacerdote nigeriano Idahosa Amadasu fue secuestrado en el año 2020 por hombres armados y ahora ha contado a Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) el testimonio desgarrador, de miedo y humillación, que sufrió durante su cautiverio.
Amadasu dijo que no sabía si sobreviviría, después de ser capturado por hombres encapuchados cuando conducía por una carretera peligrosa en la diócesis de Benin, al sur de Nigeria.
El sacerdote relata que los hombres comenzaron a dispararle, obligándolo a detener el motor y salir de su automóvil con las manos en alto: «Más tarde me di cuenta de que había tenido mucha suerte. El conductor del coche inmediatamente después del mío fue asesinado a tiros…».
Al recordar el secuestro, el sacerdote explicó que exigieron un pago por su liberación y amenazaron con matarlo si no cooperaba. Amadasu señaló que estaba «más preocupado de que no me quitaran mi libertad interior y de que la atmósfera de miedo no consumiera mi paz interior. La oración fue mi mejor manera de asegurar esto. Era bastante consciente del hecho de que sólo cuando mantuviera mi paz interior continuaría estando cuerdo y actuando racionalmente, en una atmósfera irracional, donde el poder es lo correcto».
El padre Amadasu es sólo uno de los cientos de sacerdotes católicos secuestrados en Nigeria en las últimas décadas. Sólo en 2023, 28 miembros de la Iglesia fueron secuestrados en el país, entre ellos tres religiosas.
El sacerdote recordó que sus secuestradores estaban en constante movimiento, lo que lo obligaba a caminar largas distancias y a escalar colinas en la oscuridad. Y, añadió: «Traté de vivir desde dentro. Cada vez que tuve miedo o me amenazaron con sus armas, me recordé a mí mismo que el Dios al que sirvo es más grande que sus armas. También rezaba a menudo la oración a San Miguel, porque hay algo bastante demoníaco en una atmósfera donde la vida humana no importa, o cuando el dinero se valora más que la vida».
«Siempre he confiado en la protección especial del Rosario, y estaba rezando el Rosario cuando me encontré con los secuestradores. Pero es reconfortante saber que la protección especial de Dios no simplemente previene de que sucedan desgracias, sino que evita que tales desgracias nos consuman«.
El sacerdote destacó que «no sentía una animosidad particular hacia los secuestradores», pero estaba «lleno de lástima por ellos» y reza por su conversión: «La forma en que a menudo se referían a Dios me hizo pensar que estos hombres también son hijos de Dios que están llamados a la salvación… Mi percepción general fue que todavía vivían con cierta conciencia de la presencia de Dios. En una ocasión, al preguntar si podía hablar con mi negociador, uno de ellos me dijo que esperara a que terminara de rezar. Cuando uno de ellos me dio maíz tostado y le dije gracias, él respondió ‘gracias a Dios'».
El padre Amadasu concluyó: «Dios sabe sacar lo mejor incluso de las peores situaciones, y ‘su mano nunca se acorta’ (Isaías 59,1). Confiamos en su protección constante para guiarnos hasta llegar a nuestro destino final, donde el mal ya no pueda perturbar nuestra paz interior«.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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