Es muy frecuente que sacerdotes, grupos y comunidades adapten la liturgia a sus gustos específicos, como si éstos fueran la norma a la que debe acomodarse la oración pública de la Iglesia, y no al revés.
Es una idea errónea que ha puesto recientemente en evidencia, de forma concisa y contundente, Pedro Rodríguez-Ponga, licenciado en Derecho, jesuita desde 2009 y sacerdote, quien tiene un principio rector en su vida religiosa: «Ahora creo que el dilema de aquellos años [en que maduraba su vocación] no era abrazar el mundo o rechazarlo, sino responder a la manera en la que Dios quería que me situara en él… Me repetía con frecuencia que lo importante no es lo que los demás pensaran de mí sino lo que Dios piensa de mí. ¿Cómo me quería presentar delante de Él en el día del Juicio?»
Con esos criterios ha tomado la pluma para expresar una idea tal vez impopular, como todo lo que supone decir que algo que se hace habitualmente no está bien hecho (en este caso, «deconstruir» la liturgia), pero necesaria para recordar lo que la liturgia realmente es.
Un vídeo de Pedro Rodríguez-Ponga, S.I., sobre algo muy importante para la Compañía de Jesús: el estudio.
Por ir directo y claro al asunto y por su interés, reproducimos en su integridad el artículo La liturgia deconstruida, publicado por el padre Rodríguez-Ponga en el portal Pastoral SJ:
La liturgia «deconstruida»
Es tentador, lo sé. Nos reunimos un grupo de creyentes, hay un cura cerca, y venga, celebremos la Misa juntos. Fantástico. ¿El rito penitencial? Mejor lo adaptamos. ¿Las lecturas del día? Vaya, es que justo no pegan con el momento en que se encuentra el grupo o con la dinámica que hemos realizado esta tarde. ¿La homilía? Si es entre todos, compartida, y con algún gesto, será genial. ¿El ofertorio? El pan y el vino son poca cosa, así que llevemos un sinfín de objetos que hablen de lo nuestro. ¿La plegaria eucarística? Que el cura coja una corta y facilita, o una para niños. ¿Nos damos la paz? ¡El recreo de la Misa! Y así con la música, la postural corporal, etc.
Seguro que algunos de los lectores habréis participado en Eucaristías donde la liturgia se «deconstruye». La intención podría ser comprensible hace algunas décadas, donde los católicos tenían en general una sólida formación, y se experimentaba con nuevos modos de vivir la fe. Los resultados muestran el fracaso pastoral de esas opciones deconstructivas.
La Misa no es algo que pertenezca ni al sacerdote que la preside ni a los fieles que la celebran. La Misa es un tesoro que hemos recibido de la Iglesia desde la Última Cena, por medio de la cual rememoramos el sacrificio de Jesucristo en la cruz.
Un vídeo para recordar de forma sencilla qué es la misa.
La Misa es «fuente y cumbre» (Lumen Gentium, 11) de la Iglesia, y debería serlo también de nuestras vidas. San Alberto Hurtado decía: «¡La Misa es mi vida, y mi vida es una Misa prolongada!». Por tanto, la liturgia no se manipula a nuestro antojo, ni se adapta a nuestra situación específica, ni se deconstruye. La Misa contiene a «Cristo en persona» (Presbyterorum Ordinis, 5), y por eso, al igual que haríamos con Él, la celebramos con toda la dignidad, la reverencia y el amor que merece.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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