21/12/2024

El nuevo “sábado”

“¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?”. Jesús ha dado muchas ocasiones a los fariseos para que le hagan este reproche. Y no deja de sorprendernos porque el “sábado” es una Institución divina, que tiene su origen en el relato de la creación: “Concluyéronse, pues, los cielos y la tierra, y dio por concluida Dios en el séptimo día la labor que había hecho, y cesó en el día séptimo de toda la labor que hiciera. Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó; porque en él cesó Dios de toda la obra creadora que Dios había hecho (Gn 2, 1-3). El sábado es, pues un día sagrado para que el hombre de gracias a Dios y descanse de sus labores. Este es el corazón del “sábado”, que se convierte en ley para los judíos.

Sin embargo, Jesús realiza “trabajos” en sábado y afirma “con argumentos rabínicos (cf. Mt 2,25-27; Jn 7, 22-24), que el descanso del sábado no se quebranta por el servicio de Dios (cf. Mt 12, 5; Nm 28, 9) o al prójimo (cf. Lc 13, 15-16; 14, 3-4) que realizan sus curaciones” (Catecismo de la Iglesia Católica 582). De hecho, en el texto evangélico de la Misa de hoy, les pone un ejemplo que debería ser definitivo porque le remite a la Escritura ¿“no habéis leído” lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entraron en la casa de Dios, y tomando los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, comió él y dio a los que estaban con él. Así, la insistencia de Jesús en curar en sábado es para que aprendan una lección muy importante: que malinterpretan la ley del sábado y que el Hijo del hombre es Señor del sábado. Está pues en juego el corazón de la Ley y la verdad sobre la persona de Jesús, que al ponerse por encima del “sábado” se sitúa a la altura del Creador y anuncia el nuevo día de sábado con su resurrección tras su pasión y muerte.

Nos urge a los cristianos recuperar ese pleno sentido del “sábado” que nos trae Cristo. San Juan Pablo II, nos quiso hacer tomar consciencia de esto con su Exhortación “El día del Señor”. En ella nos advierte del riesgo de haber consolidado ampliamente la práctica del “fin de semana”, como un tiempo de especial dedicación a descansar, divertirse… Por desgracia, cuando el domingo pierde el significado originario y se reduce a un puro “fin de semana”, puede suceder que el hombre quede encerrado en un horizonte tan restringido que no le permite ya ver el “cielo”. Es importante no confundir la celebración del domingo, que debe ser una verdadera santificación del día del Señor, con el “fin de semana”.

Ante este panorama, parece necesario más que nunca recuperar las motivaciones doctrinales profundasque son la base del precepto eclesial, para que todos los fieles vean muy claro el valor irrenunciable del domingo en la vida cristiana. Hemos de recuperar la “santificación del domingo, sobre todo con la participación en la Eucaristía y con un descanso lleno de alegría cristiana y de fraternidad.

Nuestra Madre nos haga profundizar en el misterio que es cada domingo (¡Día del Señor!) en la vida cristiana, que no se puede limitar a participar en un “rito externo”.