Desde este lunes 18 hasta el viernes 22 se celebra la 126ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española en su sede madrileña de la calle Añastro. Un evento que tendrá un momento especial cuando se trasladen el martes a las 19.00 horas a la catedral de la Almudena para a una misa por las víctimas y afectados de la gota fría del 29 de octubre, celebración que presidirá el arzobispo de Valencia, Enrique Benavent.
La Plenaria abordará, entre otras cuestiones, la marcha del PRIVA [Plan de Reparación Integral de Víctimas de Abusos], la inmigración y la pastoral juvenil, la reforma de los seminarios según las directrices de la Santa Sede, el Sínodo de la Sinodalidad, sobre el Jubileo 2025 y el Congreso nacional de Vocaciones que se celebrará en Madrid del 7 al 9 de febrero.
Este lunes tuvo lugar la sesión inaugural, con las intervenciones del arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, y del nuncio de Su Santidad en España, Bernardito Auza.
La intervención de Argüello
Monseñor Argüello hizo una panorámica general de la situación de la Iglesia en España y del papel que quiere desempeñar en la sociedad, que no puede ser otro sino anunciar «la permanente novedad del amor de Cristo«.
Frente al «mito del progreso» que pretende solucionar todos «los verdaderos problemas humanos», los «peregrinos de esperanza» que son los católicos «sabemos que esos grandes asuntos humanos -el mal, el sufrimiento, la muerte, el amor, el sentido…- no son problemas que ciencias o ideologías puedan solucionar sino misterio, a los que el misterio innombrable y ahora nombrado: Jesús, Cristo, Señor, puede iluminar y sanar. Esta experiencia es la que la Iglesia quiere vivir y compartir con los compañeros de andadura».
La disertación del presidente de los obispos recorrió cuatro temas: «Crecimiento demográfico en su doble dimensión, vegetativo y migratorio, trabajo, vivienda y la situación de la convivencia política«, además de las consecuencias de la tragedia de Valencia.
Argüello denunció que en la sociedad «ha calado» el mensaje de que «tener niños no es buena idea«, un mensaje que tiene múltiples causas, pero que, sea cual sea «el formato de la excusa«, se traduce en que «la vida es mucho más sencilla sin ellos, tienes más libertad, menos límites y, en general, una existencia menos complicada».
El diagnóstico socio-cultural se agrava si tenemos en cuenta que «estos condicionantes ideológicos han tomado cuerpo en la reciente legislación sobre la persona, el matrimonio y la familia», con lo cual «la problemática familiar no solo no es abordada, sino que desde el Estado se promueven medidas y legislaciones que agravan dichos problemas«.
A continuación, el prelado abordó la situación de la vivienda, con problemas que van de la sobreocupación y los «hogares compartidos» a la okupación, «grave para los afectados». «Para muchas personas», añadió, «la vivienda, alquilada o en propiedad, supone un gasto inasumible y dificulta la vida familiar y social de muchos conciudadanos», y se traduce, por ejemplo, en el recurso a los centros para ancianos y discapacitados, «otro signo de nuestro tiempo«.
Sobre el trabajo, destacó la inquietud por el paro y la precariedad, pero asimismo señaló un problema añadido de corte más profundo que el mero análisis del mercado laboral: «Hay un estilo de vida y unas expectativas en nuestra sociedad, especialmente entre los candidatos más jóvenes al empleo, que hace que se rechacen muchos puestos de trabajo. Incluso surge un movimiento de entender la propia manera de vivir, la autonomía, la libertad de moverse de acá para allá, junto el elogio desmedido de la autorrealización personal, que anima a personas a rechazar la contribución al bien común asumiendo tareas y trabajos».
Respecto a la inmigración, y tras afirmar su necesidad económica pero enumerando también los problemas que suscita (entre ellos, que «se pone de manifiesto la dificultad real del multiculturalismo«), volvió a establecer la postura episcopal de que hay que asumir a medio millón de ilegales porque, en su opinión, «no hay otra alternativa: o se las expulsa -y el Estado sabe que no puede hacerlo-, o se las acoge en la legalidad», pero en cualquier caso «la actual tierra de nadie es inaceptable«.
En cuanto a la vida política, Argüello afirmó que a nivel general «hay un déficit creciente de vida democrática, caracterizado por la falta de encuentro y de diálogo, que quedan anulados por la dialéctica populista y polarizada, en un clima cultural de posverdad», pero a eso se añaden problemas específicamente españoles. En concreto, dos: «la lectura ‘democrática’ de la historia» como «instrumento de polarización» al servicio «de la conquista o mantenimiento del poder» y «las dificultades para armonizar una nación política ‘de nacionalidades y regiones‘» (expresión contenida en la Constitución).
Frente a estas y otras situaciones a las que hizo referencia, la Iglesia no debe circunscribirse a su concreción específica, sino ir a las grandes cuestiones y proponer «la necesidad de preguntarnos de nuevo, en el mundo en cambio, sobre el mercado, el Estado, el progreso y en definitiva sobre el hombre, espléndido, vulnerable y mortal, y el sentido de su vida«.
La intervención del nuncio
Por su parte, monseñor Auza recordó el dolor del Papa por la tragedia de Valencia y destacó como elemento positivo «el arrojo de los jóvenes y la colaboración de los mayores»: «No ha faltado, a pesar de la oscuridad, la grandeza de tantos corazones, generosos y sensibles ante la situación… Así es el corazón humano. Cuando se compadece, es capaz de una generosidad que tiene en cuenta el bien del otro. Sobre todo en los mayores extremos, en la necesidad».
Tras recordar la insistencia de Francisco en no caer en «el individualismo» ni «la autorreferencialidad», hizo referencia a su última encíclica, Dilexit Nos, sobre el Sagrado Corazón de Jesús, para concluir que «una comunidad que quiere estar cerca del Corazón de Cristo es una comunidad viva que irradia, y por ello contagia la alegría interior que solo posee el que experimenta que merece la pena dar mil vidas por Cristo y por el Evangelio«.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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