Si hubiera otras razas inteligentes en el cosmos, ¿habría que evangelizarlas? Este es un tema de debate que han abordado escritores de ciencia ficción como, entre otros, C.S.Lewis (en su Trilogía del Espacio, y en algunos ensayos) y Michael Flynn (en su premiada novela Eiffelheim).
Pero ya en el pasado se lo plantearon otros autores. Uno de los documentos más antiguos sobre el tema es la «Carta sobre los Cinocéfalos» que el monje Ratramnus escribió a San Rimberto de Bremen (también llamado Remberto o Rimbert), sobre si existía en países lejanos una raza de hombres con cabeza de perro y si debían ser evangelizados.
Esa carta está accesible en latín en Internet en varios sitios (por ejemplo, aquí en PDF), pero ahora en ReL la hacemos accesible en español, con una traducción del científico Manuel Alfonseca (responsable del popular blog de divulgación científica DivulCiencia).
Los hombres con cabeza de perro para griegos y romanos
Detallemos más sobre el caso de los cinocéfalos u hombres con cabeza de perro. En el siglo V y IV antes de Cristo, viajeros e historiadores griegos en la India aseguraron haberlos visto de lejos, o como el cronista Ctesias de Cnido, haber oído de ellos.
El libro de «ciencias naturales» más influyente de época romana, la Historia Natural de Plinio el Viejo (que murió en el volcán del Vesubio el 79 d.C.), no usaba la palabra «cinocéfalo» pero sí esas descripciones, y las ideas principales que durante siglos se distribuyeron sobre ellos.
«En muchas montañas [de la India], hay una raza de hombres con cabeza de perro, vestidos en las pieles de animales salvajes, con una voz que produce ladridos, armados con garras para para comer caza y aves; Ctesias escribe, según sus fuentes, que hay más de 120.000 de ellos», escribe Plinio.
Esta descripción sería una de las bases para que los cristianos medievales reflexionaran sobre el tema. ¿Eran animales, o eran un tipo especial de hombres? Si ladraban y cazaban con garras, parecían ser animales, y no tenían que ser evangelizados. Si se vestían, tenían pudor, y si eran muchos y creaban sociedades con leyes, tenían raciocinio, y ambas cosas indicarían un alma racional. Aunque sus cuerpos fueran extraños, se considerarían hombres, y debían conocer el Evangelio. El mero aspecto exterior no era un elemento conclusivo para decidirse.
Cristo entre soldados cinocéfalos en un Salterio (libro de salmos) de Kiev del año 1397.
San Rimberto y San Óscar, valientes evangelizadores de vikingos
En el siglo IX, San Rimberto de Bremen, un evangelizador incansable en el norte de Europa (era discípulo de San Óscar, el fundador de Hamburgo y primer evangelizador de los escandinavos), escribió a un monje culto, llamado Ratramno de Corbie (Ratramnus Corbeiensis, muerto hacia el 870). No tenemos la carta de San Rimberto, pero sí la respuesta de Ratramnus, que es la que presentamos aquí traducida al español. Ratramno era teólogo en la corte carolingia y monje benedictino.
En la carta inicial San Rimberto pregunta muy en serio por lo que se debe pensar acerca de los cinocéfalos, porque ha oído historias de que viven en los países del norte, en Escandinavia, donde él quiere realizar nuevas misiones evangelizadoras.
Vale la pena detenernos a conocer un poco más sobre Rimberto, que fue arzobispo de Bremen-Hamburgo desde que tenía unos 35 años, en el 865, hasta su muerte en el 888.
Hamburgo era una diócesis de frontera, fundada por su maestro San Óscar (Ansgar), punto de partida para enviar misioneros a Dinamarca y Suecia. San Óscar fue el primero en viajar a esos países e intentar evangelizar a sus reyes, o al menos a las mujeres nobles (los arqueólogos han encontrado cruces de joyería en tumbas femeninas de Birka, una capital sueca del siglo IX). A menudo lo hacía casi sin medios ni apoyos: los daneses saquearon Hamburgo y quemaron todos sus libros y tesoros en el año 840. Es difícil evangelizar en esas condiciones.
Rimberto viajó con San Óscar en su juventud, y Rimberto siguió viajando ya siendo obispo. No se limitaba a dirigir desde su palacio. Incluso anciano, en cierto viaje, para rescatar cristianos secuestrados por vikingos, entregó hasta su caballo y viajó a pie.
Rimberto escribió un libro entre el 869 y el 876, La vida de Oscar (Vita Ansgarii) contando sus viajes misioneros y sus hazañas, en parte por amor a su maestro, en parte para buscar financiación para nuevas expediciones misioneras al norte. Rimberto recoge que Óscar tuvo varias visiones en las que Dios le orientaba y enviaba de misiones, y también recoge algunas ocasiones en que rezó y se curó alguien o los misioneros tuvieron suerte.
Pero no hay en el libro que escribió San Rimberto episodios llenos de fantasía o milagros increíbles como en los de las leyendas de santos irlandeses. Todo podría haber sucedido perfectamente así. Era un hombre inteligente y equilibrado, había viajado por el norte, había escrito sobre la vida cotidiana de los suecos y daneses, había leído libros… y había oído historias de hombres con cabeza de perro, muy lejos al norte.
Rimberto no era un hombre crédulo ni fantasioso, sino un viajero y un evangelizador de mente abierta, que consultaba a los sabios que podía consultar.
Por desgracia, tanto Óscar como Rimberto tuvieron poco éxito a corto y medio plazo. Sus misiones en Escandinavia no consiguieron prosperar. Los vikingos destrozarían el reino carolingio (y muchos otros) aún durante cien años más. Muerto Rimberto en el 888, los reyes carolingios abandonaron esos intentos de evangelización.
Dinamarca no podría evangelizarse hasta el 960, cuando se bautizó su rey Harald Diente Azul. En Noruega, el cristianismo lo implantó Olaf I hacia el 995, que lo llevó hasta hasta las Feroe, las Orcadas, las Shetland, Islandia y Groenlandia. Otro Olaf, Olaf Skötkonung, fue el primer rey cristiano de Suecia, en la última década del siglo X, pero hasta el siglo XII no se cristianizó el país sueco.
Cinocéfalos, hombres con cabeza de perro, en el tímpano de la catedral de Vezelay, Francia, sobre el Cristo en Majestad.
Una carta interesante: reflexiona sobre qué es ser hombre
¿Por qué es interesante la «Carta de los Cinocéfalos»? Por un lado, muestra a Ratramno, un hombre de letras y de corte, reflexionando sobre un tema, para el cual depende de los libros previos, y de la Biblia. Por la Biblia, sabe que todos los hombres descienden de un solo padre, Adán. Así, si los cinocéfalos son hombres, son descendientes de Adán y deben ser evangelizados.
La otra opción es que sean animales, o algún tipo de monstruos, es decir, bestias, pero no le convence por los datos que ha recibido (rumores de que domestican animales, van vestidos, tienen leyes).
¡En ningún momento plantea nadie que puedan tratarse de demonios ni de engaños demoníacos! Es un tema antropológico, que se resuelve con libros y reflexión hasta que se pueda explorar el lugar.
La principal autoridad que cita es San Isidoro de Sevilla y su gran enciclopedia del año 625, las Etimologías. También él había recogido historias de hombres con cabeza de perro, y otros muchos, pero sonaban más como monstruos deformes que como un pueblo con leyes.
También recoge la leyenda de San Cristóbal, que en el cristianismo oriental se representa a veces en iconos con cabeza de perro. Unas leyendas dicen que Dios le puso cabeza de perro para castigarle por algún pecado de soberbia, hasta que se convirtió en serio y recuperó cabeza humana. Pero aquí Ratramno cuenta otra versión: que hubiera pertenecido a esta raza cinocéfala, y que se hubiera convertido a la fe, y ganado una cabeza humana por regalo de Dios.
Es curioso que Ratramno no mencione a San Agustín (354-430), que también reflexionó sobre los cinocéfalos en su gran obra La Ciudad de Dios. Quizá, simplemente, el monje franco no tenía acceso a esta obra, lo que muestra lo precario de algunas bibliotecas carolingias (ya vemos que los vikingos las quemaban sistemáticamente). Y sin embargo, Ratramno parece llegar, por su cuenta, básicamente a la misma idea que Agustín.
San Agustín escribió:
«¿Qué diré de los cinocéfalos, esos hombres cuya cabeza como de perro y ladridos proclaman que son bestias, más que hombres? Pero no estamos obligados a creer todo lo que oímos de estas monstruosidades. Pero si hubiera en algún lugar un hombre, esto es, un animal mortal, racional, no importa la apariencia inusual que presente en color, movimiento, sonido, ni lo peculiar que sea en algún poder, parte o cualidad de su naturaleza, ningún cristiano puede dudar de que surge de ese protoplasta [primer individuo, que sería Adán; nota de ReL]. Podemos distinguir la común naturaleza humana de lo que es peculiar y por lo tanto maravilloso» (La Ciudad de Dios, libro XVI, capítulo 8).
Tanto en San Agustín, como en Ratramno, como en el interés de San Rimberto, vemos una mente abierta, dispuesta a reflexionar sobre la naturaleza de los supuestos hombres perro, dispuestos a considerarlos humanos pese a su aspecto extraño y dispuestos a anunciarles el evangelio, por tener ellos alma racional. Nadie se lanza a hablar de demonios ni de magia ni de ilusiones ni a desconfiar del raciocinio y del pensamiento.
Y Rimberto está dispuesto a llegar a regiones lejanas y peligrosas (ya lo ha hecho en otros viajes) para anunciarles la Buena Noticia de Cristo.
San Cristóbal, a la derecha, como soldado con cabeza de perro, según se representa en muchos iconos griegos y orientales. Una leyenda dice que pertenecía a una tribu de cinocéfalos del norte de África y se hizo cristiano en el siglo IV.
***
EPISTOLA DE CYNOCEPHALIS AD RIMBERTUM PRESBYTERUM SCRIPTA
(Apud Oudinum , de Script. eccles. tom. II.)
(Traducción del latín de Manuel Alfonseca)
Carta sobre los cinocéfalos, escrita para Rimberto el Presbítero
Honrado con los dones de la gracia divina, y grandemente amoroso en Cristo, al venerable sacerdote RIMBERTO saluda RATRAMNUS en el Señor Jesucristo.
Que, teniendo en cuenta nuestra petición, nos has escrito lo que pudiste saber de los cinocéfalos a través de la naturaleza, y me has complacido no poco.
En cuanto a que no respondí en lo más mínimo a lo que vos solicitasteis, sabéis que esto no ocurrió en absoluto por letargo de negligencia, sino que por falta de la presencia del delator, se suspendió. Pero ahora, ante la oportunidad de que el hermano Sarwardo venía a nosotros y regresaba con vos, estábamos ansiosos por explicarle brevemente lo que nos parecía su pregunta.
Porque preguntáis qué debéis pensar sobre los cinocéfalos, es decir, si descienden del linaje de Adán o si tienen alma de bestias: cuestión que se puede resolver sumariamente de esta manera.
Si han de ser considerados miembros de la raza de los hombres, no puede haber duda de que descendieron del linaje del primer hombre. Porque no es correcto creer que el origen humano deriva de otra fuente que la sustancia del primer padre.
Pero si se cuentan entre la raza bestial, compartirían con los hombres sólo el nombre, pero no la naturaleza.
Si os satisface nuestra opinión, es decir, la de los maestros eclesiásticos, que sostienen que deben ser considerados bestias más que hombres, ya que tanto la forma de la cabeza como el ladrido a lo perro muestran que no se parecen a los hombres, sino a las bestias. En resumen, igual que un hombre mira al cielo con su cabeza redonda, a un perro le corresponde mirar a la tierra con la cabeza alargada y el rostro bajo. Y los humanos hablan, los perros ladran.
Es cierto que las cartas que su caridad nos ha dirigido, aunque han dado a entender cuidadosamente su naturaleza, nos enseñan algunas cosas [de los cinocéfalos] que parecen más adecuadas a la razón humana que a la sensibilidad bestial, a saber:
– que sus sociedades conceden ciertos derechos, como demuestra su convivencia;
– que practican la agricultura, y que recogen en la cosecha;
– que no se exponen a la vergüenza a la manera de las bestias, sino que prefieren la vergüenza humana, que es signo de pudor;
– que utilizan no sólo tienen pieles, sino también vestidos;
porque todas estas cosas parecen testificar que tienen alma racional.
Porque cuando se dice que una ciudad es un grupo de personas que viven juntas bajo la misma ley, y se dice que [los cinocéfalos] viven juntos en grupos de población, no se cree que la distinción de tener ciudades les pertenezca.
De hecho, por su colección forman una multitud y sólo pueden vivir juntos bajo el mando de alguien. Pero cuando se conserva algún derecho, también está contenido en el consentimiento de una sola mente. Tampoco puede haber derecho alguno que no haya sido decretado por el común consentimiento. Semejante verdad, aparte de la disciplina de la moralidad, no fue establecida ni jamás pudo preservarse.
Veamos ahora su supuesta habilidad para cultivar los campos, arar la tierra y plantar la semilla en el campo. Se sabe que esta materia no favorece en modo alguno a quienes no están dotados de razón. En efecto, es razón buscar la causa de las acciones individuales, dónde está la causa: qué cosa mejora la tierra, por qué la semilla produce en abundancia; sin cuyo conocimiento la agricultura nunca podrá practicarse dignamente.
Además, saber hacer vestidos, ya sea de piel o de lana y lino, es estudio del alma racional. Porque estas cosas no pueden prepararse sino mediante algún artificio, y el conocimiento de las artes se concede al alma del alma racional. Estar cubierto de vergüenza es señal de honestidad; que no son buscados sino por el alma que tiene el juicio de distinguir entre lo profano y lo honorable. Porque nadie puede avergonzarse de la indecencia si no ha adquirido cierto conocimiento de la decencia. Pero nadie negará que esto sea propio del alma racional, a menos que carezca de razón.
Distinguir entre lo honesto y lo bajo, politizar mediante el arte y el conocimiento, establecer las leyes de la paz y los acuerdos, no se puede hacer sin el juicio de la razón ni sin la agudeza del intelecto. Pero el hombre sólo se distingue de los animales por la razón. Estas cosas, que parecen estar en aquellos de quienes hablamos, parecen ser consideradas más como hombres que como bestias.
Esta comprensión parece estar apoyada no poco por el folleto publicado sobre el martirio de San Cristóbal. Pero según se lee en él, se deduce que éste era de una clase de hombres, cuya vida y martirio son elogiados por virtudes muy ilustres. Porque también se cree que el sacramento del bautismo fue proporcionado divinamente por una nube que llovió sobre él, como lo atestigua el propio folleto.
También en el informe popular se relatan muchas cosas que parecen insinuar que esta clase de hombre tiene control de su razón. Isidoro también, al hablar de la variedad de prodigios que han descendido del género humano en los libros de Etimologías, entre otros, dice así: Así como en cada raza de hombres hay ciertos monstruos, así en todo el género humano hay ciertos monstruos, como gigantes, cinocéfalos, cíclopes, etcétera.
Al decir esto, dio a entender claramente que se pensaba que los cinocéfalos habían derivado su origen de la progenie del primer hombre.
Porque así como en cada raza algunos parecen procrear contra la ley de la naturaleza, como los bicéfalos, los trimanos, los enanos, los hermafroditas, los andróginos y otras perversiones, las cuales, sin embargo, no procrean contra la ley de la naturaleza, sino que proceden de cierta manera por su propia disposición, es decir, por la ley de la naturaleza. Esto es lo que ha dispuesto la Divinidad.
Así también todo el género humano parece traer al orden natural esas monstruosas procreaciones de hombres antes mencionadas, portentos prodigiosos y otros muchos que sería largo mencionar, como los pigmeos, los Anticaudas, de los que se dice que algunos tienen estatura cubital del cuerpo, otros giran los pies por detrás de las piernas, y tienen ocho dedos en los pies ; los Hippodes, que mezclan la forma humana con las patas de los caballos; Macrobio, que superaba casi el doble de la estatura humana; y las naciones de mujeres de la India, que conciben al quinto año, y no pasan del octavo año de vida, y otros vicios extraños e increíbles. Y aunque se dice que estas cosas procedieron del género humano, no se puede afirmar que los hombres estuvieran predispuestos por la razón, ni pronto ni por casualidad.
Casi nadie duda de que los gigantes de quienes se cuentan estos portentos eran hombres nacidos de hombres, ya que esto no lo ignoramos por la autoridad divina de las letras. Respecto a los cinocéfalos, se piensa que también se debe sentir lo mismo acerca de ellos, especialmente si lo que se lee sobre San Cristóbal se parece a lo que la gente común ha dicho sobre ellos.
Y, sin embargo, al decir o sentir estas cosas, se sigue que todo lo que ha procreado el hombre es también hombre y está dotado de la facultad humana de la razón. Por ejemplo, cuando se lee que de una mujer nació un becerro, o de una mujer nació una serpiente. Sin embargo, yo acepté que ni el becerro ni la serpiente tienen alma humana o racional.
También hubo algo monstruoso que, en tiempos del rey Alejandro, brotó de una mujer, de la cual la parte superior engendró un hombre, mientras que la inferior engendró formas de bestias y diversos seres vivientes. Y, sin embargo, pienso que aquellas bestias, aunque fueron procreadas por semilla humana, no tenían alma racional, a menos que un experto en razón pueda alguna vez dar una explicación mejor.
De este asunto, ni de aquellos de los que se trata, por el hecho de haber tomado su origen de los hombres, hubiera creído que inmediatamente les proporcionarían una mente racional, si no fuera porque lo contradice lo que habéis escrito, o lo que se lee y se informa sobre ellos, en mi opinión.
Ahora, sin embargo, las cosas que se dicen de ellos parecen ser tan excesivas, que o bien no hay que darles fe, o bien querer contradecirlas parece más obstinación que prudencia. A esto se añade que vuestros escritos atestiguan que entre ellos tienen toda clase de animales domésticos que se encuentran en esos países. Pero no veo que esto se pudiera hacer si tuvieran un alma bestial y no racional. Sabemos por la lectura del Génesis que los animales de la tierra estaban divinamente sujetos al hombre.
Pero si cuidan animales de otra especie que la suya, y especialmente los domésticos, y los cuidan y obligan a someterse a sus órdenes y obedecer sus costumbres, como se dice, es algo que no se sabe seguro. Pero, si es verdad que los cinocéfalos tienen muchos animales domésticos, no les conviene en absoluto una ferocidad bestial, si cuidan con mansedumbre a esos animales domésticos.
Estas son las cosas que creo que deberían estudiarse acerca de los cinocéfalos. Además, no será ese nuestro juicio si los demás prefieren opinar así, por una razón diferente.
Pero en cuanto al libro del bienaventurado Clemente, que habéis pedido, no se considera autoridad plena entre los eruditos, aunque no se repudia del todo. Para algunos es dogma eclesiástico, no tanto como respuestas. Es cierto que en él se escribe lo que está escrito sobre las hazañas del apóstol Pablo, sin duda alguna que contradice o se opone a la doctrina cristiana.
Nos alegramos siempre de vuestra felicidad en Cristo y os rogamos que os acordéis de nosotros.
***
Un vídeo en inglés (16 min.) sobre las leyendas acerca de hombres cabeza de perro en la Edad Media y las reflexiones de sabios y exploradores sobre ello.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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