28/12/2024

El Papa, en el Ángelus: «Con el demonio nunca se habla, si dialogáis, siempre termina ganando él»

El Papa celebró este domingo desde el balcón del Palacio Apostólico el habitual rezo del Ángelus de los domingos. «Pienso en las adicciones, que nos hacen esclavos, siempre insatisfechos y devoran energía, bienes y afectos; otra cadena: pienso en las modas dominantes, que nos empujan al perfeccionismo imposible, al consumismo y al hedonismo, que mercantilizan a las personas y desvirtúan sus relaciones», dijo Francisco.

Las adicciones y las modas son para el Papa las dos cadenas más fuertes que pueden apresar nuestro corazón, pero no las únicas. El Papa ha agregado a la lista las tentaciones, el miedo, la intolerancia y la idolatría del poder.

«Tantas cadenas en nuestra vida»

«También están las tentaciones y los condicionamientos que socavan la autoestima, la serenidad y la capacidad de elegir y amar la vida; otra cadena: el miedo, que hace mirar al futuro con pesimismo, y la intolerancia, que siempre echa la culpa a los demás; y luego está una cadena muy fea, la idolatría del poder, que genera conflictos y recurre a las armas que matan o se sirve de la injusticia económica y de la manipulación del pensamiento. Tantas cadenas, tantas están en nuestra vida».

Francisco ha basado su reflexión de hoy en el Evangelio según San Marcos, que presenta a Jesús liberando a una persona poseída por un «espíritu maligno»: «Jesús tiene el poder de echar al diablo. Jesús libera del poder del mal, pero -tengamos cuidado- ¡expulsa al diablo, pero no conversa con él! Tened cuidado: con el diablo no se dialoga, porque si entráis en diálogo con él, él gana, siempre«.

Puedes ver aquí íntegro el rezo del Ángelus de este domingo. 

Para Francisco, la manera más eficaz de liberarnos de estas cadenas es sobre todo «invocar a Jesús», pues es Él quien, con la fuerza de su Espíritu, quiere repetir al maligno también hoy: «Vete, deja en paz ese corazón, no dividas el mundo, las familias, nuestras comunidades; déjalas vivir en paz, para que florezcan allí los frutos de mi Espíritu, no los del tuyo. Para que reine entre ellos el amor, la alegría, la mansedumbre, y en lugar de la violencia y los gritos de odio, haya libertad y paz, respeto y cuidado hacia todos».

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»