En la tarde del Miércoles de Ceniza el Papa predicó en la misa de la Basílica de Santa Sabina, sede del gobierno de los dominicos, que fue el punto de llegada de la procesión penitencial que partió desde la Iglesia de San Anselmo.
A partir de las lecturas del profeta Joel, el Papa recordó que «entrar en lo secreto significa volver al corazón, como exhorta el profeta Joel».
Toda su predicación exhortó a abandonar un mundo de apariencias externas, engaños y autoengaños, para mostrarnos humildemente ante Dios, tal como somos.
Que el trato con Dios «nazca desde dentro»
“Se trata de un viaje desde el exterior al interior, para que todo lo que vivamos, incluso nuestra relación con Dios, no se reduzca a la exterioridad, a un marco sin pintura, a un revestimiento del alma, sino que nazca desde dentro y se corresponda con los movimientos del corazón; es decir, con nuestros deseos, con nuestros pensamientos, con nuestro sentir, con el núcleo originario de nuestra persona”, predicó el Pontífice.
El Papa presentó la Cuaresma como «un baño de purificación y de despojamiento; quiere ayudarnos a quitar todo ‘maquillaje’, todo aquello de lo que nos revestimos para parecer adecuados, mejores de lo que realmente somos».
Presentan la ceniza al Papa Francisco en el Miércoles de Ceniza en Santa Sabina, sede de los dominicos.
«Volver al corazón significa volver a nuestro verdadero yo y presentarlo tal como es, desnudo y despojado, frente a Dios. Significa mirarnos por dentro y tomar conciencia de quiénes somos realmente, quitándonos las máscaras que a menudo usamos, disminuyendo el ritmo de nuestro frenesí, abrazando la vida y la verdad de nosotros mismos. La vida no es una actuación, y la Cuaresma nos invita a bajar del escenario de la ficción para volver al corazón, a la verdad de lo que somos. Volver al corazón, volver a la verdad», insistió.
Somos polvo, pero con Dios no nos dispersa el viento
Sobre el gesto de recibir la ceniza en la cabeza, dijo: «Somos polvo, nuestra vida es como un soplo (cf. Sal 39,6; 144,4), pero el Señor —Él y solamente Él— no permite que ese polvo que somos se desvanezca; Él lo recoge y lo plasma para que no lo dispersen los vientos impetuosos de la vida y no se disuelva en el abismo de la muerte”.
Así, añadió, «la ceniza puesta sobre nuestra cabeza nos invita a redescubrir el secreto de la vida«. La ceniza nos advierte, dijo: «Mientras sigas usando una armadura que cubre el corazón, camuflándote con la máscara de las apariencias, exhibiendo una luz artificial para mostrarte invencible, permanecerás vacío y árido. En cambio, cuando tengas la valentía de inclinar la cabeza para mirar tu interior, entonces podrás descubrir la presencia de un Dios que te ama desde siempre; finalmente se harán añicos las corazas que te has construido y podrás sentirte amado con un amor eterno».
«Somos ceniza sobre la que Dios sopló su aliento de vida, tierra que Él plasmó con sus manos (cf. Gn 2,7; Sal 119,73), polvo del que resurgiremos para una vida sin fin preparada desde siempre para nosotros (cf. Is 26,19)», añadió.
Limosna, oración y ayuno: eso nos lleva a lo esencial
El amor, dijo el Papa, «se concreta en amar a los hermanos que tenemos a nuestro lado, estar atentos a los demás, vivir la compasión, ejercitar la misericordia, compartir lo que somos y lo que tenemos con quien lo necesita».
«La limosna, la oración y el ayuno no pueden reducirse a prácticas exteriores, sino que son caminos que nos reconducen al corazón, a lo esencial de la vida cristiana», añadió. «Nos hacen descubrir que somos polvo amado por Dios, prosiguió, y nos vuelven capaces de esparcir el mismo amor sobre la ‘ceniza’ de tantas situaciones cotidianas, para que en ellas renazca esperanza, confianza y alegría».
El Papa predica acerca de despojarse de máscaras en el Miércoles de Ceniza en Santa Sabina.
Recordó además una cita sobre la oración del obispo y monje benedictino del siglo XI San Anselmo de Aosta (también llamado San Anselmo de Canterbury por su largo servicio en Inglaterra). El santo, doctor de la Iglesia, dijo: «Huye un momento de tus ocupaciones, apártate por un instante de tus tumultuosos pensamientos. Deshazte de las preocupaciones que te agobian y pospón tus laboriosos quehaceres. Entrégate un poco a Dios y descansa un instante en Él. “Entra en el aposento” de tu espíritu, ahuyenta todo excepto a Dios y lo que te ayude a hallarle, y una vez cerrada la puerta búscale. Ahora di “corazón mío”, di todo entero ahora a Dios: Busco tu rostro, Señor; tu rostro es lo que busco» (texto inicial de su libro Proslogion).
Eso es «una sana invitación para nosotros, que a menudo vivimos en la superficie, que nos inquietamos para hacernos notar, que siempre necesitamos ser admirados y apreciados».
Evitar el parloteo, acoger lo profundo
«¿Cómo puede ser social lo que no brota del corazón?», añade el Papa. «Hasta las experiencias más trágicas y dolorosas corren el riesgo de no tener un lugar secreto que las custodie: todo debe ser expuesto, ostentado, entregado al parloteo del momento».
Así, el Papa pide dejar espacio para la oración silenciosa de adoración, «en la que permanecemos en presencia del Señor a la escucha, como Moisés, como Elías, como María, como Jesús». Y dijo a los fieles: «¿Nos hemos dado cuenta de que hemos perdido el sentido de la adoración? Volvamos a la adoración».
Después citó a un maestro moderno de la espiritualidad, el sacerdote holandés Henri Nouwen (1932-1996). Nouwen asegura que Dios nos dice en el silencio: «Soy tu Dios, el Dios de la misericordia y la compasión, el Dios del perdón y del amor, el Dios de la ternura y la solicitud. […] No te juzgues. No te condenes. No te rechaces. Deja que mi amor llegue a los rincones más escondidos de tu corazón y te revele tu propia belleza. Una belleza que has perdido de vista, pero que se hará nuevamente visible para ti a la luz de mi misericordia. El Señor nos llama: Ven, ven, deja que enjugue tus lágrimas, y deja que mi boca se aproxime a tu oído y te diga: ‘Te amo, te amo, te amo’».
Y finalizó poniendo el ejemplo de San Francisco de Asís, «que después de haberse despojado completamente, abrazó con todas sus fuerzas al Padre que está en los cielos. Reconozcámonos por lo que somos: polvo amado por Dios, polvo enamorado, y gracias a Él renaceremos de las cenizas del pecado a la vida nueva en Jesucristo y en el Espíritu Santo».
Vídeo completo, comentado en español, de la procesión penitencial y la Misa de Miércoles de Ceniza de 2024 en Santa Sabina de Roma:
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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