Minutos después de que presidiese la misa de clausura del Sínodo de la sinodalidad en la basílica de San Pedro, el Papa Francisco dirigió como de costumbre el rezo del Ángelus con una Plaza de San Pedro más concurrida de lo habitual.
Comentó el Evangelio del día, Mateo 22, 34-40, en el que Jesús es preguntado por un fariseo por «el mandamiento más grande de la ley» y al que responde: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
Francisco reflexionó de cómo el hecho de «que el amor del Señor sea lo primero anticipa su ternura, cercanía y misericordia», lo que comparó con como «un niño aprende a amar en el regazo de sus padres» y los fieles «en los brazos de Dios«.
«Allí encontramos el amor que nos impulsa a entregarnos generosamente a los hermanos, todo parte de Él. Nadie puede amar si no tenemos esa raíz que es el amor de Dios, de Jesús», observó.
Acto seguido, destaco un segundo aspecto y es la vinculación del amor a Dios con el amor al prójimo. Se trata, dijo, «de reflejar el amor del Padre, amarle a Él, a quien no vemos, a través del hermano que vemos«.
El primer paso para cambiar
Mencionó el conocido episodio en el que un periodista le preguntó a Santa Teresa de Calcuta si con sus obras de caridad pretendía cambiar el mundo, a lo que ella respondió que solo intentó «ser una gota de agua limpia en la que pudiera brillar el amor de Dios«.
Francisco destacó que «así es como ella, tan pequeña, pudo hacer tanto bien, reflejando el amor de Dios como una gota», mostrando también que «los santos no son héroes inimitables«.
«Pensemos en esta pequeña gota. El amor es una gota que puede cambiar tantas cosas…¿Y cómo se hace? Danto el primer paso, siempre. A veces no es fácil, pero podemos hacerlo, esta es la gota, dar el primer paso», expresó.
Francisco invitó a los presentes a preguntarse si son o no agradecidos a un Señor que ama primero, a si se dan encuentros diarios con Él para dejarse transformar y después reflejar su amor o por si ese encuentro conlleva un esfuerzo para amar a los hermanos, especialmente a los más débiles.
Concluyó con una oración a la Virgen para «vivir el gran mandamiento del amor en nuestra vida», seguido del rezo del Ángelus y posterior agradecimiento a los miles de fieles que se unieron a la jornada de oración, ayuno y penitencia por la paz en el mundo del pasado día 27.
Francisco llamó a «no dejar de orar» y a continuar rezando por Ucrania, por Palestina e Israel y por otras regiones que viven en guerra, exigiendo que particularmente en Gaza «se garantice la ayuda humanitaria, sean liberados de inmediato los rehenes, que ninguno abandone la posibilidad de abandonar las armas y que cese el fuego».
«Que se detenga la guerra«, demandó, «a guerra es una derrota siempre».
Expresó por último su cercanía con las víctimas y afectados del huracán Otis en Acapulco (México), a quienes encomendó a la Virgen de Guadalupe para que los sostenga en la prueba.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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