“En la Iglesia Católica debemos cuidar con el mayor empeño de que se conserve lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos.”
— San Vicente de Lerins, Commonitorium
La declaración de San Vicente de Lerins no es solo una fórmula teológica; es un himno a la estabilidad de la fe en medio de las tempestades de la historia. Este principio no solo guía la mente en el discernimiento doctrinal, sino que toca el corazón del creyente con la certeza de que, al permanecer fieles a lo que siempre ha sido creído, caminamos en la luz de la Verdad eterna.
No es una regla meramente técnica ni un recurso pragmático; es una manifestación de la naturaleza misma de la fe cristiana, un eco del amor de Dios, que no cambia y no puede ser traicionado. Este artículo profundiza en las dimensiones de este principio, no solo para describirlo, sino para explorar su alcance, su fundamento, su fuerza y su belleza.
I. EL PRINCIPIO VICENTINO: NATURALEZA Y DIMENSIÓN
San Vicente de Lerins, en su Commonitorium, nos ofrece un criterio para distinguir la verdadera doctrina de las herejías:
“La verdadera fe es aquello que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos.”
Este principio tiene tres dimensiones fundamentales, que no son solo descriptivas, sino que expresan la naturaleza misma de la Verdad revelada.
1. UNIVERSALIDAD (UBIQUE)
La verdadera fe debe ser aceptada en toda la Iglesia, sin excepciones regionales o culturales. Esto no implica una uniformidad superficial, sino una unidad esencial en la fe.
Santo Tomás de Aquino refuerza este punto al enseñar que la verdad de fe es catholica porque no está limitada por el espacio o el tiempo, sino que pertenece a la plenitud del cuerpo místico de Cristo:
“La fe católica es una porque está destinada a unir a todos los hombres en la misma Verdad revelada.”
2. ANTIGÜEDAD (SEMPER)
La fe verdadera no es una invención reciente ni una reinterpretación de lo ya recibido, sino un testimonio continuo desde los Apóstoles. La antigüedad no se mide solo en términos cronológicos, sino en su conexión ininterrumpida con la Tradición apostólica.
San Agustín lo expresó claramente:
“Aquello que es verdaderamente católico no es nuevo, sino lo que siempre ha sido creído desde el principio.”
3. CONSENSO (AB OMNIBUS)
La verdadera fe es la que ha sido aceptada por todo el cuerpo de la Iglesia, no por una élite intelectual ni por un sector aislado. Este consenso refleja el sensus fidelium, el instinto sobrenatural de la fe que guía al pueblo de Dios bajo la acción del Espíritu Santo.
San León Magno afirmó con fuerza:
“Lo que ha sido creído por el pueblo de Dios desde el principio no puede ser objeto de duda, porque en ello resuena la voz de Cristo que vive en su Iglesia.”
II. EL ALCANCE DEL PRINCIPIO VICENTINO
El principio vicentino no solo tiene una aplicación doctrinal, sino que abarca toda la vida de la Iglesia: la liturgia, la moral y la espiritualidad.
1. EN LA DOCTRINA: UNA FE INCORRUPTA
El principio asegura que cualquier desarrollo doctrinal legítimo debe ser coherente con lo recibido. El Beato John Henry Newman afirmó:
“El desarrollo auténtico no altera la sustancia de la fe, sino que la despliega y la clarifica. Cualquier contradicción con lo antiguo es señal de corrupción.”
2. EN LA LITURGIA: UNA FE ORANTE
La liturgia es la expresión visible de la fe. El principio vicentino asegura que cualquier reforma litúrgica debe estar en continuidad con la Tradición. San Pío V lo afirmó al promulgar la Misa Tridentina:
“Nada debe ser añadido a lo que nos ha sido transmitido, porque lo que ha sido consagrado por la Tradición no necesita corrección.”
3. EN LA MORAL: UNA LEY ETERNA
La moral cristiana no es un sistema ético flexible, sino una expresión de la Ley divina. San Francisco de Sales dijo:
“El amor de Dios no cambia, ni cambia su ley. Lo que fue santo ayer sigue siéndolo hoy y lo será por toda la eternidad.”
III. EL PRINCIPIO VICENTINO COMO RESPUESTA A LAS HEREJÍAS
A lo largo de la historia, el principio vicentino ha sido un criterio esencial para refutar las herejías y preservar la fe.
1. LA CRISIS ARRIANA
San Atanasio defendió la consustancialidad del Hijo con el Padre apelando al consenso de la Iglesia:
“No predicamos algo nuevo, sino lo que la Iglesia siempre ha creído: que el Hijo es de la misma esencia que el Padre.”
2. EL PELAGIANISMO
San Agustín refutó a Pelagio demostrando que la doctrina de la gracia es parte del depósito de la fe:
“La gracia no es un añadido, sino el fundamento de nuestra fe, recibido de Cristo mismo.”
3. LA MATERNIDAD DIVINA
En el Concilio de Éfeso, San Cirilo de Alejandría defendió que María es Theotokos mostrando que esta verdad está enraizada en la Tradición:
“Lo que decimos de María lo decimos de Cristo, porque ella es la Madre del Verbo encarnado.”
IV. EL PRINCIPIO VICENTINO EN LA RELACIÓN ENTRE LEX ORANDI Y LEX CREDENDI
La fe católica no solo se profesa con palabras, sino que se vive y se expresa a través de la oración litúrgica. Este vínculo inseparable entre la lex orandi (ley de la oración) y la lex credendi (ley de la fe) es una manifestación directa del principio vicentino: lo que siempre ha sido creído, siempre ha sido orado. La liturgia es un testimonio vivo de la continuidad de la fe.
1. LA LITURGIA COMO EXPRESIÓN DE LA VERDAD
San Vicente de Lerins no solo se refiere a la doctrina en su forma conceptual, sino también a su expresión en la vida de la Iglesia. La liturgia, al ser el acto público más alto de culto a Dios, refleja y custodia el depósito de la fe.
2. LEX ORANDI, LEX CREDENDI: UNA RELACIÓN VITAL
El principio lex orandi, lex credendi afirma que la manera en que oramos refleja y forma nuestra fe. Si la oración de la Iglesia se desvía de la Tradición, la fe misma puede verse comprometida.
3. LA LITURGIA COMO TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN
La continuidad en la liturgia garantiza que la fe se mantenga enraizada en su fuente apostólica. Los cambios radicales en las expresiones litúrgicas, en cambio, pueden oscurecer verdades esenciales. Como señaló Dom Prosper Guéranger:
“La liturgia es la Tradición viva, porque en ella resplandece lo que la Iglesia siempre ha creído.”
V. CONCLUSIÓN: UN LLAMADO A LA FIDELIDAD SUPREMA
El principio vicentino no es solo una norma teológica; es un canto a la Verdad eterna, un homenaje a la fidelidad de Cristo, que prometió que las puertas del infierno no prevalecerán contra su Iglesia.
San Vicente lo expresó magistralmente:
“La fe verdadera no necesita novedad, porque en ella resplandece la luz de la eternidad.”
Este principio desafía a ser guardianes de la Verdad con mente clara y corazón ardiente, confiando en que, al permanecer fieles a lo que siempre ha sido creído, caminamos hacia el Dios que nunca cambia.
OMO
BIBLIOGRAFÍA
1. San Vicente de Lerins. Commonitorium. Traducciones clásicas.
2. Santo Tomás de Aquino. Summa Theologiae.
3. San Agustín. De Doctrina Christiana.
4. San León Magno. Sermones y Cartas Dogmáticas.
5. Beato John Henry Newman. Ensayo sobre el Desarrollo de la Doctrina Cristiana.
6. San Pío X. Pascendi Dominici Gregis y reformas litúrgicas del Breviario.
7. San Atanasio. Escritos contra el arrianismo.
8. San Cirilo de Alejandría. Cartas Dogmáticas.
9. San Francisco de Sales. Introducción a la Vida Devota.
10. San Pío V. Quo Primum.
11. Dom Prosper Guéranger. El Año Litúrgico y otros textos litúrgicos tradicionales.
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