Francisco presidió este domingo en la basílica de San Pedro la Santa Misa de la Noche de la solemnidad de la Navidad.
En la homilía, contrapuso el censo del emperador (origen del nacimiento de Jesús en Belén), que pretende «contabilizar» a los habitantes de todo el mundo para asentar su poder, con la entrada en el mundo de Dios, «el Rey de la historia», «casi a escondidas», eligiendo «el camino de la pequeñez«.
Es una imagen de Dios totalmente nueva: «No vemos un dios iracundo que castiga, sino al Dios misericordioso que se encarna, que entra débil en el mundo». El censo de toda la tierra «manifiesta la trama demasiado humana que atraviesa la historia: la de un mundo que busca el poder y la fuerza, la fama y la gloria, donde todo se mide con los éxitos y los resultados, con las cifras y los números. Es la obsesión del beneficio«, dijo Francisco.
En ese contexto «viene a buscarnos», no «el dios del beneficio, sino el Dios de la encarnación», que «no irrumpe con un poder sin límites, sino que desciende a nuestros límites; no evita nuestras fragilidades, sino que las asume«.
Por sus problemas de movilidad, el Papa no ofició en el altar, pero sí leyó, sentado, la homilía.
Por ese motivo, en la fiesta de la Navidad, el Papa nos invitó a preguntarnos en qué Dios creemos: «¿En el Dios de la encarnación o en el del beneficio?» Porque «existe el riesgo de vivir la Navidad con una idea pagana de Dios, como si fuera un amo poderoso que está en el cielo; un dios que se alía con el poder, con el éxito mundano y con la idolatría del consumismo».
No podemos asumir la imagen «arraigada», pero «falsa» de «un dios distante e irritable, que se porta bien con los buenos y se enoja con los malos; de un dios hecho a nuestra imagen, útil solamente para resolvernos los problemas y para quitarnos los males«. Dios no actúa así, «no usa la varita mágica, no es el dios comercial del ‘todo y ahora mismo’; no nos salva pulsando un botón, sino que se acerca para cambiar la realidad desde dentro».
Jesús, el Dios que nace en Belén, actúa de otra forma:
-«Revoluciona la historia habitándola»;
«Nos respeta hasta el punto de permitirnos rechazarlo»;
-«Borra el pecado cargándolo sobre sí»;
-«No quita el dolor, sino que lo transforma»;
-«No elimina los problemas de nuestra vida, sino que da a nuestras vidas una esperanza más grande que los problemas».
-«Desea tanto abrazar nuestra existencia que, siendo infinito, por nosotros se hace finito; siendo grande, se hace pequeño; siendo justo, vive nuestras injusticias».
«Este es el asombro de la Navidad«, subrayó el Papa: «No una mezcla de afectos melosos y de consuelos mundanos, sino la inaudita ternura de Dios que salva el mundo encarnándose«.
El protoevangelio de San Juan afirma que Dios «se hizo carne» (Jn 1, 14), una palabra «que evoca nuestra fragilidad». ¿Por qué llegó a tanto? «Porque le interesa todo de nosotros, porque nos ama hasta el punto de considerarnos más valiosos que cualquier otra cosa. Hermano, hermana, para Dios… tú no eres un número, sino un rostro; tu nombre está escrito en su corazón«.
Navidad, un alto de paz tras una semana muy intensa por la declaración de Doctrina de la Fe sobre las bendiciones. En la imagen, a la izquierda, el cardenal Gerhard Müller, muy crítico con ella.
Francisco explicó que se puede «vivir mal» la Navidad «pensando que no estás a la altura, albergando un sentimiento de fracaso y de insatisfacción por tus fragilidades, por tus caídas y tus problemas». No es correcto: «Hoy, por favor, deja la iniciativa a Jesús, que te dice: ‘Por ti me hice carne, por ti me hice como tú’. ¿Por qué permaneces en la prisión de tus tristezas? Como los pastores, que dejaron sus rebaños, deja el recinto de tus melancolías y abraza la ternura del Dios Niño. Sin máscaras y sin corazas encomiéndale a Él tus afanes y Él te sostendrá».
Varios niños se acercaron al altar para las ofrendas durante la misa y luego a saludar al Papa a su conclusión.
«Él, que se hizo carne, no espera de ti tus resultados exitosos, sino tu corazón abierto y confiado«, dijo el pontífice hacia el final. Y animó a contrarrestar con adoración la indiferencia del mundo hacia Jesús, entonces en Belén, hoy también entre «las tantas cosas y las locas carreras de un mundo siempre ocupado e indiferente».
«La adoración es el camino para acoger la encarnación», concluyó el Papa, «porque adorar no es perder el tiempo, sino permitirle a Dios que habite en nuestro tiempo». Y para ilustrarlo citó una frase del autor de El Señor de los Anillos, JRR Tolkien, quien en una carta dirigida a su hijo en marzo de 1941 le decía: «Pongo delante de ti lo que hay en la tierra digno de ser amado: el Bendito Sacramento. En él hallarás el romance, la gloria, el honor, la fidelidad y el verdadero camino a todo lo que ames en la tierra».
120 años de Tolkien católico: Navidad y adoración
Aunque el Papa no lo mencionó, precisamente, este día de Navidad se cumplen 120 años desde que Tolkien se hizo católico, en la Navidad de 1903, con los padres oratorianos de Birmingham, pocos días antes de cumplir los 12 años, tomando su Primera Comunión.
Tolkien relacionaba la Navidad con unirse a una comunidad que camina (en El Señor de los Anillos, el 25 de diciembre empiezan su viaje épico la Comunidad del Anillo), y también con la comunión. En una carta de 1962 (la 243) escribía a su hijo Michael: «Aquí viene la Navidad, esa cosa asombrosa que ningún ‘comercialismo’ puede, de hecho, desfigurar, a menos que lo permitas. Espero, querido, que te aporte descanso y te refresque en todos los sentidos, y te recordaré en la Comunión (como siempre, pero de forma especial)».
En Viernes Santo de 2022, ante el Papa y la Curia, el Predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa también citó cartas de Tolkien, en este caso sobre el amor a la Iglesia en tiempos difíciles y pese a los errores de los eclesiásticos.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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