Durante la audiencia de hoy, concedida por el Papa al cardenal Marcello Semeraro, Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, se autorizó promulgar los decretos de doce causas distintas, entre las que están las de tres venerables, cuyos milagros aprobados los convertirán próximamente en beatos.
Compañero de Sor Ángela de la Cruz
Uno de estos nuevos beatos es el sacerdote diocesano español José Torres Padilla, que fue cofundador de la Congregación de las Hermanas de la Compañía de la Cruz. Torres nació el 25 de agosto de 1811 en San Sebastián de La Gomera, Canarias (España) y falleció el 23 de abril de 1878 en Sevilla (España).
Desde pequeño, José tuvo clara su vocación y quiso aprender el «oficio de los que no se condenan»: el de un «verdadero sacerdote», tal y como les dijo a sus padres. Cuando tenía cinco años de edad cayó a un pozo muy profundo que había en la escuela, al querer imitar a los chicos mayores que saltaban por encima. Estuvo a punto de morir y se atribuye a una intervención sobrenatural el hecho de que pudiera salvar su vida.
Casualmente, sus padres murieron el mismo día y tras esta doble orfandad, una parienta acogió a los cuatro niños y los trató como si fueran sus propios hijos. Siguiendo su vocación, a los 16 años se trasladó a Tenerife para estudiar filosofía, lógica, matemáticas, latín y humanidades. En 1836 se ordenó sacerdote.
En Sevilla, a donde había llegado para continuar sus estudios, adquirió fama de santidad y se le llamaba popularmente el «Santero», pues fue director espiritual de varias monjas de especiales virtudes, como la dominica y mística sor Bárbara de Santo Domingo; la cisterciense Sor Ángela de Jesús, de quien se dice que tuvo los dones de profecía; la mercedaria descalza Sor María Florencia Trinidad (Madre Sacramento), a la que le aparecían estigmas corporales y relataba visiones; y Sor Ángela de la Cruz, canonizada por Juan Pablo II en 2003 con el nombre de Santa Ángela de la Cruz.
Con esta última colaboró en la fundación de la congregación del Santo Instituto de las Hermanas de la Cruz del que fue director espiritual. Las Hermanas de la Cruz tienen en la actualidad unas 50 casas entre España, Argentina e Italia, con algo más de 600 religiosas. Su espiritualidad es franciscana y centrada en visitar y ayudar a niños, enfermos y ancianos. Su noviciado se mantiene en Sevilla (España).
La congregación nació en 1875, cuando Santa Ángela de la Cruz y unas compañeras empezaron a visitar enfermos y vivir juntas en una casa que bendijo el entonces párroco de San Lorenzo (Marcelo Spínola, luego cardenal y beato). En las epidemias de viruela y de tuberculosis de esa época alcanzaron reconocimiento por su esfuerzo con los enfermos, también visitando los barrios más pobres.
El futuro beato José Torres Padilla fue catedrático de Teología en el Seminario Conciliar de Sevilla, canónigo de la Catedral de Sevilla y asistió como teólogo al Concilio Vaticano I, por sugerencia del Papa Pio IX. En Sevilla descansa su cuerpo desde el 23 de abril de 1878.
Cinco años después de su muerte, muchos fieles participaron en el traslado de sus reliquias, con una ceremonia que presidió el entonces obispo auxiliar de Sevilla Marcelo Spínola y con una oración fúnebre de su amigo Cayetano Fernández, académico de la Real Academia de la Lengua. Tiene dedicada una calle en Sevilla y una estatua en San Sebastián de la Gomera.
El arzobispo de Sevilla abrió el proceso de beatificación y canonización el 5 de mayo de 2014; cuya sesión de apertura contó con la presencia de las Hermanas de la Cruz y la asistencia de fieles procedentes de Andalucía y de Canarias. Fue hecho Venerable por Francisco en mayo de 2022.
«En el año 2019 se presentó a la Congregación para las Causas de los Santos un hecho milagroso que tuvo lugar en la ciudad de Sevilla, entre los meses de marzo y abril de 2018. Era un paciente del Hospital Virgen Macarena, que estuvo hospitalizado debido a un tromboembolismo pulmonar bilateral, que atribuye la curación de su enfermedad, a don José Torres Padilla», comentó el postulador de la causa en su día.
José Torres Padilla fue hecho Venerable por el Papa Francisco en mayo de 2022.
El patriarca maronita Douayhy: «El Segundo Crisóstomo»
Esteban Douaihy es considerado uno de los principales historiadores libaneses del siglo XVII y es conocido como: «Padre de la Historia Maronita», «El Segundo Crisóstomo» o «Esplendor de la Nación Maronita».
Douaihy nació en una familia noble y a la edad de dieciséis años, reconocido como joven brillante, fue enviado al Colegio Maronita (Seminario) de Roma. Estudió allí durante catorce años, de 1641 a 1655, curándose de una grave enfermedad que casi le llevó a la ceguera. Douaihy creía que la intercesión de la Virgen María fue la responsable de su curación.
Mientras estuvo en Italia, viajó lo más que pudo en busca de manuscritos que trataran sobre la historia y la liturgia maronitas. Cuando regresó al Líbano, a la edad de 25 años, continuó su investigación. Douaihy prestó especial atención a las tradiciones de la Iglesia maronita y favoreció una deslatinización de ritos y ceremonias.
[La Iglesia maronita nace en el siglo V, fundada por un monje llamado Marón del que recibe el nombre, el cual reúne a una serie de seguidores a orillas del río Orontes, entre Alepo y Antioquia. Es una de las 24 iglesias ‘sui iuris’ que conforman la Iglesia Católica].
Fue perseguido por las autoridades otomanas, a quienes les molestaban sus llamados a que se hiciera justicia para los maronitas. En particular, se sintieron frustrados por su resistencia a sus políticas fiscales opresivas: políticas que provocaron el abandono de muchas aldeas por parte de campesinos incapaces de pagar sus impuestos.
Inmediatamente después de su muerte, muchos maronitas del Líbano lo consideraron santo. El 3 de julio de 2008, El Papa Benedicto XVI autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos a redactar un decreto sobre las virtudes heroicas del Patriarca.
Duwayhi creía firmemente en la importancia social de la educación y la ciencia (siendo él mismo científico aficionado). Dada su experiencia de hasta qué punto la educación europea superaba a la oriental, siguió una política exitosa de enviar a tantos maronitas como fuera posible a Roma para formarse mejor.
Duwayhi estableció un colegio en Alepo (Siria) que se convirtió en la base para el desarrollo de órdenes monásticas renovadas. Como ocurrió con su política educativa, su renovación monástica fue un éxito y aún hoy da frutos.
Esteban Douaihy es considerado uno de los principales historiadores libaneses del siglo XVII.
El beato de los huérfanos y la agricultura
Por último, el tercer milagro aprobado por el Papa está atribuido a la intercesión del Venerable Siervo de Dios Camillo Costa de Beauregard, sacerdote diocesano; nacido en Chambéry (Francia) el 17 de febrero de 1841 y fallecido allí el 25 de marzo de 1910.
Sacerdote saboyano, Camilo podría haber aprovechado su alto rango social, pero prefirió dar su vida a los más necesitados, sacrificando una buena carrera para dedicarse a los huérfanos, los pobres y los jóvenes.
De 1858 a 1861 atravesó una gran crisis religiosa, abandonó las prácticas religiosas y su amor por la piedad. En 1861, algunos libros espirituales le hicieron reflexionar y experimentó una profunda conversión: «De rodillas, después de una comunión, lloré lágrimas muy dulces, porque fue el día de mi regreso a Dios… ese día mi alma tomó posesión para siempre de mi Dios y este fue, creo, el origen de mi vocación sacerdotal».
A finales de agosto de 1867, el cólera azotó su ciudad. Se produjeron muchas muertes y Camillo decidió ayudar a los huérfanos, descubriendo su segunda vocación. Para recoger a los huérfanos, alquiló un edificio, una antigua aduana, al conde Ernest de Boigne, quien le prometió alquiler gratuito durante ocho años. Camillo fue a partir de entonces el padre de los huérfanos y dedicaría su vida a esta misión.
Gracias a su familia, especialmente a su madre, y al conde de Boigne, encontró el dinero para alimentar a sus huérfanos. En enero de 1868, el conde de Boigne donó nuevos edificios y se aprobó la idea de transformarlos en un establecimiento agrícola.
En la nueva casa se alojaron 10 niños de entre 6 y 13 años, y, al poco tiempo, contaba con 21 niños. Con el paso de los meses, Camillo aclaró su idea de basar la formación de los jóvenes en la agricultura. Esto requería terrenos, nuevas compras, solicitudes de ayuda, etc. Además de la educación escolar y el aprendizaje agrícola, Camillo se ocupó de hacer teatro, paseos por la montaña y diversas actividades espirituales. En 1874 el orfanato acogió a 101 niños.
Al año siguiente, Camillo abrió una nueva escuela agrícola en La Villette: con vacas, caballos, ovejas, aves de corral, pavos, trabajo en el campo, viticultura… Pero, en 1879, el ayuntamiento votó a favor de suprimir toda educación dependiente de las congregaciones y Camilo decidió confiar su obra en manos de la sociedad. El 22 de enero de 1991, San Juan Pablo II lo declaró oficialmente «Venerable».
Camilo junto a alguno de los niños huérfanos de los que se hizo cargo durante su vida.
El milagro que ha llevado a la beatificación del Venerable Camille Costa de Beauregard se trata de una curación «histórica», ya que tuvo lugar el 28 de octubre de 1910 y el beneficiario fue el pequeño René, de Chambéry, que había sufrido un «trauma ocular provocado por el fruto de la bardana o lampazo con daño en la córnea y herida en la conjuntiva».
René nació el 16 de octubre de 1899 y, a la edad de cinco años, en 1904, ingresó en la institución fundada por Camille Costa de Beauregard. El 26 de septiembre de 1910, mientras se encontraba en el camino hacia Chambéry con sus compañeros, jugando a lanzar los frutos espinosos de la bardana, René fue alcanzado en el ojo derecho por uno de ellos.
René contará que «en ese momento pensé que me había quedado ciego porque hacía mucho que no podía abrir el ojo». Tan pronto como regresó al Instituto, al pequeño huérfano le lavaron inmediatamente los ojos y le aplicaron un ungüento.
El 20 de octubre siguiente, mientras persistía la gravedad de la lesión en el ojo, sor Rigaud inició una novena de invocación al difunto canónigo De Beauregard, fundador del Instituto donde ella y el pequeño René residían. En la novena participaron el niño y toda la comunidad.
El 26 de octubre, séptimo día de la novena, durante un control realizado por la monja, el ojo parecía haber empeorado: al día siguiente aplicó en el ojo herido un trozo de tela que había tocado los objetos utilizados por De Beauregard, que había muerto unos meses antes. El 28 de octubre, último día de la novena, por la mañana, al quitar el trozo de tela con el que había vendado el ojo herido, se dio cuenta de que el ojo había sanado.
El 2 de noviembre de 1910 a las 9.30 horas, el oftalmólogo Denarié constató que «el ojo está completamente curado: no hay rastros de inflamación en la conjuntiva que ha recuperado su color blanco normal, la córnea ha recuperado su brillo y su aspecto natural». El 5 de noviembre siguiente, el oftalmólogo Denarié visitó nuevamente al paciente, certificando que «la recuperación seguía siendo completa».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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