Tras el bautismo un óleo diferente al de exorcismo, el óleo el de acción de gracias, era administrado por los presbíteros y a continuación el Obispo crismaba a los neófitos[1]. En los ritos de la iniciación cristiana, el óleo comunicaba el don del Espíritu Santo.
Abundan los testimonios en este sentido. No tardó mucho en unificarse esta doble unción post-bautismal, quedando reservada la Crismación al Obispo para la comunicación del Don del Espíritu, en la misma celebración bautismal o diferida en el tiempo.
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