¿Cuál es el propósito de la vida? Una pregunta clásica e importante que hay que hacerse.
Un estudio reciente señala que una de cada 3 personas agnósticas o ateas y una de cada 4 personas del mundo piensan que el universo no tiene sentido o significado.
El estudio no especifica si han pensado mucho en el tema ni profundiza en cómo les afecta eso.
El sentido de la vida, según Tolkien
El escritor católico J.R.R.Tolkien, ya popular, tenía 77 años y le faltaban solo 4 para morir, cuando en 1969 una jovencita, Camila Unwin, la hija de su editor, le preguntó por escrito “¿cuál es el propósito de la vida?”, para un trabajo escolar que realizaba.
Tolkien se lo tomó muy en serio y respondió con una detallada carta (puede leerse aquí).
En primer lugar, Tolkien señaló que la pregunta podía referirse a dos temas distintos:
«¿Es una pregunta puramente humana y moral? ¿O se refiere al Universo? Podría significar: ¿Cómo debería utilizar el tiempo de vida que se me ha concedido? O: ¿a qué propósito/designio sirven las criaturas vivientes por el hecho de estar vivas?»
Es decir, es distinto preguntar por «qué hacer con mi vida» que preguntar «por qué o para qué existe lo que existe».
Tolkien, ya de edad avanzada… respondía cartas a sus lectores y a muchas otras personas
Tolkien enseguida señala: «inmediatamente cualquier pregunta de “¿por qué la vida, la comunidad de seres vivientes, aparece en el Universo físico?” plantea la pregunta: “¿Hay un Dios, un Creador / Diseñador, una Mente con la que están emparentadas nuestras mentes (pues derivan de ella), de manera que nos es en parte inteligible?»
Después añade: «Si no creemos en un Dios personal, la pregunta “¿cuál es el propósito de la vida”? es informulable e incontestable. ¿A quién o a qué se dirigiría la pregunta?»
Finalmente Tolkien concluye: «Puede decirse que el principal propósito de la vida, para cualquiera de nosotros, es incrementar, de acuerdo con nuestra capacidad, el conocimiento de Dios mediante todos los medios de que disponemos, y ser movidos por él a la alabanza y la acción de gracias«.
Lo que dice el Catecismo
El Catecismo Católico de 1992 no usa la frase «el sentido de la vida», pero recoge varias claves. Por ejemplo, en su párrafo 293: «El mundo ha sido creado para la gloria de Dios» (Concilio Vaticano I: DS 3025). Dios ha creado todas las cosas, explica san Buenaventura, «no para aumentar su gloria, sino para manifestarla y comunicarla») […] no para aumentar su bienaventuranza, ni para adquirirla, sino para manifestar su perfección por los bienes que otorga a sus criaturas, con libérrimo designio».
Y poco después: «La gloria de Dios consiste en que se realice esta manifestación y esta comunicación de su bondad para las cuales el mundo ha sido creado. Hacer de nosotros «hijos adoptivos por medio de Jesucristo» (Efesios, 1) […] «Porque la gloria de Dios es que el hombre viva, y la vida del hombre es la visión de Dios» (San Ireneo de Lyon). El fin último de la creación es que Dios , «Creador de todos los seres, sea por fin «todo en todas las cosas».
La idea de que Dios quiere «hacernos hijos adoptivos» ayuda a muchas personas… porque significa que somos amados por Dios y tenemos un Padre que siempre acompaña y no puede morir.
Lo que piensan en 6 países
En la primavera de 2019 se hizo público el estudio Understanding Unbelief (aquí en PDF), presentado por 4 universidades británicas.
Con financiación de la Fundación Templeton, la investigación se centraba en 6 países:
– Estados Unidos, país rico y religioso, pero donde crece el número de no creyentes
– Brasil, uno de los países más religiosos del mundo… y con gran tradición en religiosidades «alternativas»
– Reino Unido, un país de la vieja Europa, de tradición protestante, ya postcristiano
– Dinamarca, otro país rico de tradición protestante, hoy postcristiano
– Japón, país rico y consumista, de tradición sintoísta y budista
– China, dictadura comunista que persigue a la religión
Los investigadores encontraron, con criterios estadísticos, unas 900 personas en cada país que declaraban «yo no creo en Dios» (las clasificaron como «ateos») o bien «no sé si Dios existe, y no creo que haya forma de averiguarlo» (las clasificaron como «agnósticos»). Juntos, son considerados «no creyentes».
Después preguntaron a los encuestados si estaban de acuerdo con la frase «the universe is ultimately meaningless», que puede traducirse como «el universo, al fin y al cabo, no tiene sentido» o «el universo, al final, no tiene significado». Es una pregunta por el «sentido» o «significado» de lo que existe. Contabilizaron a la población que decía estar «fuertemente de acuerdo» o «algo de acuerdo» con esa frase.
Como media, uno de cada cuatro encuestados, y uno de cada 3 no creyentes, estaría de acuerdo con que «el universo, al final, no tiene sentido».
Los autores del estudio señalan que en ningún país los increyentes alcanzan un 50% de declaraciones de que el universo no tiene sentido.
Vienen a sugerir que mucho increyentes encuentran «sentido» en cosas variadas a las que no llaman Dios. (Como ya señalamos en ReL, muchos no creyentes creen en todo tipo de cosas espirituales: según el estudio, creen en «fuerzas subyacentes de bien y mal» un 30% de agnósticos brasileños, 36% de agnósticos norteamericanos y daneses, 43% de agnósticos británicos ¡y 51% de agnósticos chinos!»).
Las creencias de agnósticos y ateos sobre si «la naturaleza tiene un valor profundo» y «lo que es correcto e incorrecto lo decide cada persona»
Por ejemplo, tanto en los libres y capitalistas Estados Unidos como en la China comunista que persigue la religión, hay un 77% de no creyentes que declaran que «la naturaleza tiene un valor profundo más allá de su utilidad a los seres humanos».
Seleccionar 5 cosas donde «encontrar significado»
Después, la encuesta pregunta: «a la hora de encontrar significado en el mundo y en tu propia vida, cuáles de estos temas son más importantes para usted. Por favor, seleccione 5 de entre estas 43 opciones».
Las opciones más elegidas: las letras fuertes son los valores de ateos y agnósticos, y las difuminadas, los de la población en general del país
Cuando a los ateos y agnósticos chinos les preguntan por sus principales valores, dicen que es la libertad, la igualdad, la familia, la justicia y la ciencia.
Cuando preguntan sus valores a los agnósticos y ateos norteamericanos, dicen que la familia, la libertad, aprender, la verdad y la compasión.
Los no creyentes en Reino Unido apuestan por la familia, la amistad, la libertad, la verdad y la compasión.
Solo los brasileños y los norteamericanos (la población en general de esos países) mencionan a Dios entre los 5 valores principales.
El estudio tiene su interés, y sus limitaciones. Desde siempre la gente ha valorado la familia, la libertad, la justicia y (según declaran) la verdad, pero en todo el mundo las familias se rompen o son cada vez más pequeñas y los familiares mueren, o decepcionan; la libertad escasea en China aunque los ateos chinos la pongan en primer lugar, la justicia está limitada por la corrupción y la verdad es despreciada por el autoengaño y el relativismo («¿y qué es la verdad?», decía Pilato, no muy interesado en ella, a Cristo, su prisionero).
Lo que dice Conan el Bárbaro y el investigador de Atapuerca
En la película de Conan el Bárbaro de 1982, de John Milius, unos bárbaros orientales se plantean una pregunta filosófica: ¿qué es lo mejor de la vida?
Uno de ellos opta por una respuesta que disfruta de la naturaleza. Dice: «La extensa estepa, un caballo rápido, halcones en tu puño, el viento en tu cabello«.
Pero Conan (que en ese momento de la película conoce el sexo pero aún no el amor ni la amistad y es poco más que un esclavo guerrero) da su propia respuesta: «Aplastar enemigos, verles destrozados, oír el lamento de sus mujeres». «¡Eso está bien!», dice uno de los jefes.
La pregunta filosófica sería: «¿eso está bien?» ¿Por qué no? ¿No vale lo mismo «aplastar enemigos y verles destrozados» que «la extensa estepa y un caballo rápido»? ¿Y por qué no sería lícito «aplastar enemigos» para quedarse su extensa estepa y sus caballos rápidos?
Recientemente se ha hecho viral en redes una declaración de Juan Luis Arsuaga, paleoantropólogo en el yacimiento de Atapuerca, que ya no habla de fósiles sino del sentido de la vida.
«Yo siempre digo que la vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado. Eso no puede ser. Esa vida no es humana. Tiene que haber algo más pero aquí, en esta vida. Y esa otra cosa se llama cultura. Es la música, la poesía, la naturaleza, la belleza… Es lo que hay que apreciar y disfrutar porque, si no, esto es una mierda», dice el paleoantropólogo, en una entrevista oral.
No basta con trabajar e ir al supermercado; también existe la cultura, dice J.L.Arsuaga… aunque te mueres igual y lo pierdes todo.
Arsuaga no menciona la amistad, la familia ni la compasión (valores mayoritarios en la encuesta Understanding Unbelief), sino la música, la belleza y la naturaleza… cosas buenas, sin duda, pero que encantaban también a los nazis.
Hacer alpinismo y escuchar a Wagner no son incompatibles con Conan el Bárbaro, con «aplastar enemigos, verles destrozados, oír el lamento de sus mujeres».
En la escuela del horror de los niños pobres y violados
Contrasta esto con lo que cuenta el sacerdote misionero francés Matthieu Dauchez, que trabaja en primera línea de lucha contra el horror: con niños violados, abandonados, traicionados, vendidos o esclavizados, en los barrios pobres de Manila, Filipinas. Llegó a misiones casi por despecho, porque compañeros sacerdotes lo señalaban como un cura burgués, para ricos.
En los vertederos y lupanares de Manila no encontró la «música, poesía, naturaleza ni belleza» que comenta el paleoantropólogo. Pero sí pudo encontrar espacios de alegría, que no son solo jovialidad. Lo explica en su libro El prodigioso misterio de la alegría. En la escuela de los niños de Manila (Encuentro).
El padre Matthieu Dauchez, francés de familia acomodada, lleva años trabajando con los niños más pobres y maltratados de los vertederos y chabolas de Manila.
Dauchez explicó a ReL que en la fundación para esos niños vendidos, violados, que puso en marcha «aprenden que amar sí es posible. De ese amor que viven, grande, sale su necesidad de perdonar. Creo que es un perdón no solo auténtico sino heroico. […] Los niños son maestros, nuestros maestros, porque es Dios quien a través de ellos nos transmite su sabiduría. Pablo dice que los pobres nos enseñan, y estos niños son esos maestros pobres. […] Tenemos asistentes sociales, psicólogos, ayudan mucho, sí. Pero en 20 años que llevo allí veo que estos profesionales solo preparan el terreno al cambio profundo, real, que solo Dios lo da. Valoro mucho su trabajo, pero constato que sin el componente divino no habría esos resultados».
¿Son los niños pobres de Manila mejores maestros que un antropólogo de Atapuerca?
¿Pueden llenar las cosas terrenales el alma del hombre? ¿O son sólo placebos «mientras todo va bien»?
La pregunta por el sentido de la vida sigue ahí… y probablemente valdrá la pena plantearla una y otra vez.
(Publicado originariamente en ReligionEnLibertad el 19 de junio de 2019, actualizado con retoques menores).
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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