14/11/2024

El suicidio crece en todo Occidente; la religión protege contra él, pero se oculta ese dato

El suicidio está creciendo en los países occidentales, en EEUU, Inglaterra, España… Del 2000 al 2012, con o sin crisis económica, los suicidios en España oscilaban entre los 3.100 y 3.500. Desde 2012, ya no han bajado de los 3.500 y los dos últimos años superan los 4.000.

Los suicidios entre mujeres, que antes de 2012, no llegaban nunca a los 900 anuales, desde entonces no bajan de esa cifra, y hace ya 3 años que superan los mil. Los hombres siempre se suicidaron más que las mujeres, pero en ellos el crecimiento es mucho mayor: en 2022 por primera vez superaron la barrera de los 3.000.

Hay expertos que dicen que el crecer en cifras absolutas va ligado al crecimiento de la población, y que la tasa es bastante estable desde hace años: 7,6 suicidios por cada 100.000 habitantes. Claro que los habitantes de España cada vez son más ancianos, están más solos y los nuevos habitantes son inmigrantes que, en muchos casos, también están solos o en circunstancias especialmente duras.

Suicidios en España desde 2001 hasta 2022 en cifras absolutas.

Cifras del suicidio en España a lo largo del año 2022: por primera vez se superan los 3.000 hombres suicidados. 

Además, incluso si las víctimas mortales mantienen una tasa, los intentos de suicidio (fracasados) tienden a crecer. Si insisten, lo conseguirán.

Las causas son complejas, ligadas a la salud mental y física, al estilo de vida a veces, al acceso a ayudas vitales. En España es la mayor causa de muerte no natural desde 2007, si no contamos el aborto provocado, y en espera de cifras claras de la eutanasia y el suicidio asistido, que no han reducido nada el suicidio no asistido, sino que parece apoyar la idea de que matarse es una salida aceptable.

No hay Plan Nacional contra el Suicidio

Hace 11 años que el suicidio no deja de crecer en España, es un problema de salud pública, y aún no hay un Plan Nacional contra el Suicidio pese a que lo piden numerosas entidades de víctimas, familiares y sanitarios.

En unas jornadas recientes en la Fundación Científica Caja Rural (FCCR), el psicólogo facultativo del Cuerpo Nacional de Policía Javier Jiménez Pietropaolo, buena parte del crecimiento de casos se da entre los varones de 40 a 60 años, cuya causa es la ruptura de pareja.

Separarse o divorciarse dispara la posibilidad de suicidio en esos adultos. Entre los mayores de 70 años, es la soledad, mucho más que los achaques de salud, lo que lleva a los pensamientos y prácticas suicidas. Entre los jóvenes, es la baja tolerancia a la frustración y el acoso entre iguales, que hoy se hace sobre todo en redes sociales. Cuando el acoso era solo en clase, el fin de semana o las vacaciones era posible librarse de él. Cuando está en el móvil en tu bolsillo, cuando se burlan y mofan en mensajes en redes, que quedan ahí, es continuo.

El mayor grupo de riesgo son ¡los que ya han intentado suicidarse! Y no se les atiende mucho. Escasea la psicoterapia individual para ellos. Jiménez detalla que «la tasa de psicólogos en España es de seis por 100.000 y en Alemania es de 41 por 100.000». Pero los psicólogos, aunque ayudan, tampoco son una solución mágica.

Los jóvenes lo intentan mucho más que antes

Otro punto preocupante son los adolescentes: intentan suicidarse mucho más que antes, y si no lo consiguen es porque son «novatos» en ello, o al ser jóvenes y fuertes sobreviven mejor. También que el método (ingesta de fármacos) puede revertirse en muchos casos.

Según el Servicio de Información Toxicológica (SIT) en España, los intentos de suicidio con fármacos en los dos últimos años han crecido un 30% y rozan los 7.000. En la población de 11 a 15 años la cifra se ha duplicado hasta los casi 1.400, con claro predominio de las chicas.

De las consultas del SIT sobre ingestas tóxicas en 2020, un 9,7% eran voluntarias (suicidas); en 2022 eran un 13,4%. Un tercio de los que lo intentó con fármacos eran menores de 20 años.

«Todo apunta a un aumento de la ideación suicida infantil», declara en agencias Andoni Ansean, presidente de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio.

No hay Plan de Prevención del Suicidio, pero en 2022 el Ministerio de Sanidad español al menos puso en marcha un teléfono 024 de atención a conductas suicidas. En su primer año atendió más de 153.000 llamadas, y de ellas derivó 5.155 al servicio de emergencias por su gravedad (policía y sanitarios).

¿Cuánto protege la religión? Un 17%, dice un repaso de sesenta estudios

A la hora de abordar la prevención y superación del suicidio, hace mucho que hay estudios que indican que tener creencias y prácticas religiosas concede bastante protección contra la conducta suicida (un 17% de media a nivel mundial, según un análisis de 63 estudios internacionales repasados en 2021 (metaanálisis Relationship of Religion with Suicidal Ideation, Suicide Plan, Suicide Attempt, and Suicide Death, de Jalal Poorolajal y otros).

Pero en las instrucciones y protocolos contra el suicidio no se suele mencionar la religión ni el papel de las comunidades de fe.

Aquí está en PDF la Guía de 2022 de la Generalitat de Cataluña para enfrentar conductas suicidas en entornos escolares: no dice ni una palabra sobre religión o fe.

Una guía para docentes de la Comunidad de Madrid (aquí en PDF), también omite toda mención a la fe o religiosidad.

Un guía de 2022 de la Federación de Salud Mental de Castilla y León, bastante más detallado (60 páginas) sí menciona en dos ocasiones la religión como factor de protección y prevención («La afiliación y actividad religiosa parecen proteger del suicidio ya que las personas ateas parecen tener tasas más altas», es todo lo que dicen).

En Estados Unidos, se ha difundido bastante, incluso en español, una lista de 12 elementos que da la American Academy of Pediatrics que «los padres pueden hacer para combatir el suicidio juvenil». Entre ellos, animan a acudir a asociaciones especializadas LGTB. Pero no dicen ni una palabra sobre explorar la fe, fomentar la vida en comunidad religiosa ni implicarse en comunidades de fe: es un factor de protección que se oculta, quizá por mero prejuicio anti-religioso.

Un hombre alza las manos en oración en un encuentro religioso; foto de Ismael Paramo en Unsplash. La fe protege contra el suicidio, y quizá más a los varones, dándoles más herramientas para expresarse, conectar y buscar ayuda.

5 formas en las que la religiosidad reduce los suicidios

¿Cómo actúa la religiosidad para proteger contra el suicidio?

Los sociólogos del metaestudio de 2021 de Poorolajal, que incluye estudios en también entre poblaciones hindúes y budistas, y usa datos de 63 estudios y 8 millones de personas, enumeran algunos mecanismos:

1) la mayoría de las religiones son estrictas en prohibir el suicidio; los devotos tenderán a evitarlo, sus sociedades tenderán a desincentivarlo;

2) las religiones también fomentan la unidad, frente al individualismo; el suicidio, cuando no es empujado por un colectivo (secta o asociación suicida, o familiares que hacen gaslighting animando a ello), es un acto de individualismo radical, que el entorno religioso desincentiva;

3) las personas que acuden a comunidades religiosas tienen allí una red de amistades y apoyos, que les da un buen grado de protección frente a soledad, depresión y suicidios (es el caso de muchos ancianos y viudos);

4) la gente en entornos religiosos suele llevar una vida pacífica, de escasa violencia; en cambio, muchos suicidas han tenido contacto frecuente con entornos violentos, han visto agresiones y muertes, asumiendo la violencia como una salida y opción;

5) la gente religiosa, estadísticamente, fuma menos, bebe menos, no toma drogas y en general evita las actividades ilegales (robo, alborotos…); todas esas cosas malas van ligadas a peor salud física, mental y a más relación con suicidios, así que los religiosos hacen bien en evitarlas.

Una sexta: la fe da esperanza y sentido

El estudio no plantea la hipótesis más común, que es la que explican miles y miles de conversos y de confesores en sus testimonios: la fe, y más aún la cristiana, que cree en un Padre bueno que nos ama, una Madre en el Cielo que nos cuida, un Hermano mayor, Cristo, que sabe lo que es sufrir y nos levanta, da fuerzas y sentido a la vida, aporta esperanza y hace llevaderas muchas cargas.

Los sociólogos harán bien en medir si el aumento de suicidio tiene relación con la soledad (familias pequeñas, casi sin hijos ni parientes), con la adicción tóxica a las redes sociales, con la epidemia de rupturas familiares (una separación de pareja, incluso sin estar casados, puede ser tremendamente dañina), o con la propaganda, alabanza y aceptación de la eutanasia (abundan los artículos y reportajes que presentan a los que se eutanasian como héroes vencedores que logran su objetivo, mientras que los que perseveran en la enfermedad cada vez se verán más como molestos ‘porque ellos lo quieren, pudiendo ‘salir’ de eso».

Pero es evidente que siendo la religiosidad un factor de protección, las políticas de salud pública no deberían esconderlo, sino declararlo y recomendarlo como una vía que mejorará la salud mental y vital de los ciudadanos.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»