El amor cristiano sobrelleva el mal, pero no lo tolera. Hace penitencia por los pecados ajenos, pero no es tolerante con el pecado. El clamor por la tolerancia jamás lo induce a extinguir su odio por las filosofías nocivas que han entrado en disputa con la verdad. Perdona al pecador, y odia el pecado; es misericordioso con la persona, pero inmisericorde con el error de su inteligencia. Recibirá, siempre, al pecador en el seno del Cuerpo Místico, pero no habrá de incorporar sus mentiras al tesoro de la sabiduría. El verdadero amor incluye el verdadero odio. El que ha perdido el poder de la indignación moral y el impulso de echar a los compradores y vendedores del templo, ha perdido asimismo el amor vivo y ferviente por la verdad.
Mons. Fulton J. Sheen
Eleva tu corazón.
PUBLICADO ANTES EN CATOLICIDAD
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