Una Iglesia que ve reducido a más de la mitad el número de matrimonios, de bautismos, de primeras comuniones que se celebran en Ella. Una Iglesia en la que apenas se nombra la palabra pecado, en la que la recomendación de predicar a Jesucristo, Hijo de Dios, Dios y hombre verdadero, único Salvador y Redentor del mundo, de los hombres, de todos los hombres, apenas si se menciona. Una Iglesia en la que, aparte del revivir en algunos lugares la devoción Eucarística, se trata la Eucaristía con una gran banalidad; y en la que la práctica de la Confesión personal ha caído a niveles muy bajos aun en ciudades en las que las iglesias siguen abiertas.
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