Thierry y Hélène Boiron son un matrimonio que lleva unido toda su vida. Ya de jóvenes estudiaban juntos, e incluso trabajaban en la misma empresa. Eran cariñosamente apodados “los enamorados” porque donde fueran siempre iban los dos unidos.
La suya es una conversión tardía y conjunta. Su vida se basaba en una frenética búsqueda del éxito, el placer y el consumo. Pero entonces la enfermedad llegó a este hogar. Y fue cuando comenzó un viaje espiritual de diez años que culminó cuando entraron a una iglesia en Toulon. Allí vivieron un enorme encuentro con Cristo que les transformó y les hizo dejar de mirarse a ellos mismos y volcarse en los demás.
Thierry había sido bautizado de niño, pero nunca había sido practicante, pero Hélène ni siquiera estaba bautizada. “En retrospectiva nos dimos cuenta de que el Señor nos protegió durante todos estos años lejos de él. Tuvimos la tentación varias veces de hacer alguna tontería, pero Él nos cuidó”, cuentan a la diócesis de Frejus-Toulon.
El inicio de este gran camino hasta conocer a Dios empezó en 2006 cuando Hélène se enteró de que padecía un cáncer. Mientras circulaba sola en su coche gritó con rabia. Lo recuerda así: “yo que siempre he adorado la vida y le he tenido miedo a la muerte insulté a Dios diciéndole que no existía, que era basura”.
«No soy la muerte, soy el amor»
Sin embargo, una respuesta fluyó de su interior sin que pudiera comprender lo que estaba pasando. “Yo no soy la muerte, soy el amor”, decía aquella voz.
Inundada en aquel momento por un intenso amor esta mujer sintió el impulso de tomar una imagen del Sagrado Corazón que se había encontrado hace unos años y que había dejado en su vehículo.
“Ya no podía ver el rostro de Cristo porque una luz difusa salía de su corazón más allá de su imagen”, relata Hélène sobre aquel momento que cambió su vida.
Esta experiencia fue tan fuerte que arrastró a su marido a una búsqueda espiritual. Pero sin saber bien cómo hacerlo este matrimonio acabó literalmente en la otra punta del mundo. “Un familiar mío me aconsejó que no abriera una Biblia, ¡desafortunadamente no tomé el camino más corto!, y fuimos hasta la India para buscar a Jesús», creyendo que allí encontrarían respuesta.
En 2015 Thierry también experimentó la enfermedad al caer en una profunda depresión que incluso estuvo a punto de romper el matrimonio. Sin embargo, él mismo confiesa que fue la oración la que le salvó: “al principio había olvidado las palabras del Padrenuestro, pero durante un año recé todas las mañanas durante media hora para que creciera nuestro amor”.
Por fin, un domingo por la mañana llegó el gran momento que transformaría sus existencias. Estaban tomando un café en una plaza de Toulon cuando vieron las puertas abiertas de la iglesia de San José. Decidieron entrar a poner una vela, y justo en ese momento comenzaba la Eucaristía.
«¡Es imposible!»
“Era la primera vez que escuchábamos una misa. Nos impresionó la belleza de las canciones y la homilía tocó nuestros corazones. Nos dijimos: ‘¡es imposible experimentar esto todas las semanas!’. Y para llegar al fondo de la cuestión volvimos al domingo siguiente y ¡fue aún más fuerte!”, cuentan todavía emocionados.
A la salida de misa el sacerdote se acercó a saludarles y la propia Hélène se sorprendió incluso a sí misma cuando de sus labios salió el pedir el bautismo. El matrimonio comenta que ese fue el instante en el que empezaron su camino en la Iglesia. Hicieron Cursos Alpha, conocieron la Comunidad de Emmanuel, hicieron peregrinaciones, retiros, un curso del Instituto Diocesano de Formación Pastoral… “¡Teníamos mucha sed de conocer mejor a Jesús, de comprender las Escrituras, teníamos la necesidad de recuperar el tiempo perdido!”, señalan Thierry y Hélène.
Aún así el sacerdote les tranquilizó recordando la parábola (Mateo 20, 1-16) en la que el dueño de la viña dio el mismo salario al que trabajó todo el día y a los que llegaron a la hora undécima.
“Nos enamoramos de la Iglesia y descubrimos allí una familia magnifica. No necesitamos ir a ningún otro lado”, sentencian.
Desde su conversión han observado un tremendo cambio en sus vidas. Hélène cuenta: “antes pensábamos en nosotros dos, pero ahora somos tres. Me doy cuenta que cuanto más amo a Jesús, más quiero a Thierry. ¡Y cuanto más amo a Thierry más quiero a Jesús! Ha transformado nuestra relación. Hoy lo más importante para nosotros es servir”.
En el año 2017, año de su bautismo, Hélène creó junto a dos amigas la asociación Coiffure du coeur, cuyo lema es una cita de Santa Teresa de Calcuta: “dar tus manos para servir y tu corazón para amar”. Antes de salir a las calles pide a Jesús que guíe su camino para ayudar a las personas sin hogar con las que se encuentra.
Pero además son animadores de los cursos Alpha en su parroquia y también a nivel diocesano. La Iglesia es literalmente su familia. “Damos gracias al Señor todos los días por habernos dado la oportunidad de convertirnos, y ahora le pedimos la gracia de poder amarlo y servirlo mejor”, concluyen.
Artículo de hemeroteca publicado en mayo de 2022.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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