14/11/2024

España conmemora a sus mártires, víctimas de la «acción del demonio» y de «las ideas marxistas»

El 6 de noviembre, la Iglesia española celebra la memoria litúrgica de los mártires asesinados por odio a la fe en la intensa persecución religiosa vivida, sobre todo en los seis primeros meses de la guerra civil, pero que se extendió hasta su finalización en 1939 y había tenido precedentes en el golpe de Estado socialista de 1934.

Para hablar de ellos, el youtuber católico Enriquísimo TV habló largamente con Feliciano Rodríguez Gutiérrez, quien ha publicado varios libros al respecto. Charlaron en la Iglesia de la Concepción Real de Calatrava de Madrid, de la que es rector, donde en 2015 se inauguró un icono representativo de los mártires de la diócesis madrileña.

Icono de los mártires en la iglesia de las Calatravas de Madrid.

Es bueno hablar de los mártires,  afirmó el sacerdote, «porque son el tesoro de la Iglesia» y su gran «fuerza evangelizadora». Del mismo modo que «la primera evangelización se hizo sobre la sangre de los mártires», y por eso dijo Tertuliano aquello de que la sangre de los mártires es semilla de cristianos, «hoy estamos en un momento de secularización avasalladora, y la nueva evangelización, o se hace sobre la sangre de los mártires o seguramente no habrá evangelización«.

En cuanto a las cifras, Madrid es la diócesis que en términos absolutos más mártires ha tenido de toda España, aunque en términos relativos la más castigada fue Barbastro, donde fue asesinado el 90% del clero. En la hoy archidiócesis madrileña se contabilizan más de cuatrocientos sacerdotes diocesanos y casi setecientos religiosos y religiosas como víctimas mortales del odio a la fe, sin contar a los laicos. 

El total nacional suma «no menos de diez mil mártires«, el 80% de ellos entre julio y diciembre de 1936 (1523 ya beatificados), y de ellos se conoce la cifra exacta de los sacerdotes diocesanos, 4235, más que los religiosos: «No es bueno decir que son mártires de la guerra civil, porque son mártires de la persecución religiosa que tuvo lugar durante la guerra civil», precisa don Feliciano, y de hecho «no estaban en un bando o en otro, eran ajenos a la guerra«.

Un momento de la conversación entre Feliciano Rodríguez y Enrique en la iglesia de las Calatravas de Madrid, bajo el icono de los mártires.

Enrique le pregunta sobre las motivaciones de una masacre tan intensa y teruel: «Hay una razón fundamental básica que es teológica o espiritual. Cristo dijo ‘no he venido a traer paz sino guerra’. Hay una confrontación entre la luz y las tinieblas, y si Dios viene a traer la luz y la tiniebla se resiste, hay una guerra inevitable. Por tanto, «la razón fundamental del martirio es el rechazo de Dios».

Y añade que eso es algo para lo que todo cristiano debe estar preparado: «Jesucristo dijo una profecía: ‘A vosotros os perseguirán y a algunos de vosotros os matarán’. En una Iglesia en la que el fundador ha predicho la realidad del martirio, todos tenemos que vivir con tensión martirial«.

Por tanto, la razón fundamental del martirio es «el pecado, el odio a la fe, la acción del demonio que instiga a personas a que odien». Pero en el caso español en particular, «por detrás están las ideas marxistas que habían envenenado al pueblo y a muchos sectores políticos con la idea de que la religión es el opio del pueblo y hay que erradicar la Iglesia, eso corría mucho entre las bases proletarias».

Durante la conversación se describen algunos casos singulares.

Luis Francisco Castelló, cuya carta a su novia se ha conservado como un impresionante testimonio de fe martirial.

Como el de Luis Francisco Castelló, estudiante de Química, de quien se conserva la carta que dirigió a su novia el día antes de su asesinato: «Me pasa una cosa extraña. No puedo sentir ninguna pena por mi suerte. Una alegría interna intensa, fuerte me embarga. Quisiera escribirte una carta triste de despedida, pero no puedo, estoy rodeado de ideas alegres, como un presentimiento de la gloria».

«Cuando ves estos ejemplos de martirio de amor, de perdón a los enemigos, que no hay resentimiento, ni una gota de odio, dices… ¡aquí está Dios!», comenta el padre Rodríguez: «Los mártires son para nosotros una demostración de la existencia de Dios. El que lo quiera ver, lo ve… Hay muchos mártires que, de no haber sido mártires, habrían sido canonizados igualmente. Es muy difícil que uno sea capaz de aceptar el don del martirio si no ha llevado una vida entregada, generosa, el ‘martirio blanco de cada día’ que nos pide Dios a todos: morir cada día a ti mismo«.

 Otro caso es el de Enrique Boix, sacerdote que «murió con una muerte atroz: le torearon, le dejaron la noche entera desnudo atado a un árbol con obscenidades, le mataron con un estoque, como se mata a un toro. Los mismos que lo hicieron quedaron avergonzados, hicieron una especie de pacto de silencio». Uno de ellos, arrepentido, dejó encargado a su hija que cuando muriese le llevase al párroco un relato de lo sucedido.

Juan Huguet, un joven menorquín de 23 años que solo llevaba un mes y medio ordenado sacerdote (le ordenó el obispo Manuel Irurita, también mártir) al ser asesinado. Fascinado por historias como la del sacerdote mártir mexicano Miguel Agustín Pro, le decía a su madre: «¿No te gustaría tener un hijo mártir como el padre Pro?». Cuando el brigada Pedro Marqués le apuntó a la cabeza ordenándole que escupiera sobre el crucifijo, abrió los brazos en cruz y gritó ¡Viva Cristo Rey!, recibiendo dos disparos.

El beato Juan Huguet’ (Encuentro) es una obra de Feliciano Rodríguez sobre este sacerdote y otros dos más, cuyas historia se abordan con detalle antes de un estudio sobre las cifras y distribución geográfica y temporal de los sacerdotes diocesanos asesinados en odio a la Fe.

«Al final de la guerra, Pedro Marqués se convirtió. Podía haber huido, pero se quedó. Desde que le mató, la conciencia no le dejó tranquilo. Después de enjuiciarle, antes de fusilarle, fue a misa, se confesó, después de la misa se acercó al sacerdote y le dijo: ‘En este abrazo quiero abrazar a aquel sacerdote a quien yo maté injustamente, lo que me ha remordido desde que lo hice'».

La entrevista completa de Enrique al padre Feliciano Rodríguez.

Al valorar todo esto, Feliciano Rodríguez recuerda que el martirio es una gracia que España recibió bien dispuesta: «Hay que aprovechar los dones de Dios. No se conoce ningún caso que haya apostatado en el momento del martirio. Ése era el nivel de fe que había entonces en España».

En aquel momento «todo el corazón de España era cristiano. Había mucho fervor, la familia estaba unida, había muchos frutos naturales de la familia, nadie dudaba de la fe. Era un momento realmente maravilloso para que el Señor hiciese esa cosecha de mártires, que son para nosotros un tesoro y una esperanza».

Hoy es distinto, «con la ola de secularización que estamos viviendo, cómo se están cerrando monasterios, como están bajando las vocaciones, cómo se están relajando muchas órdenes religiosas. Son momentos muy distintos. Aun así es posible que llegue el martirio, porque a veces es la solución«.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»