Nuestra Señora de la Bien Aparecida, Reina y Madre de La Montaña.
El culto mariológico en Cantabria es, según María del Carmen González Echegaray, antigua y notable en sus cuatro villas costeras, que tienen en sus primitivas iglesias advocaciones medievales que datan del siglo VII al XI en el que nos encontramos con un dato de interés. . .
Mientras en los monasterios de otras regiones tienen abundantes advocaciones de apóstoles, santos o mártires, en Cantabria el nombre de María está presente en ermitas, parroquias y santuarios. Se cree que éste es un matíz muy propio que de antemano explica por qué la Madre de Jesús, María, la Bien Aparecida es patrona de esta región desde 1.905. y un patronazgo específico sobre un territorio concreto debe apoyarse por la relación específica entre patrono y entorno. Su nombre no es universal. Sus orígenes y su historia indican que tienen que estar diferenciados a través de una vinculación estrecha entre patronazgo y lugar sobre el que se ejerce. María, la Bien Aparecida es Patrona de nuestra región desde 1.905, aun cuando esa fecha es el resultado de una devoción que cuenta con tres siglos de existencia, tal y como se puede demostrar históricamente, lo cual da lugar a la construcción de su hermoso santuario que después vamos a describir. Pero antes detengámonos en ver como surge esta devoción. Volvamos la mirada al s. XVII y situémonos en la España de Felipe III, y la encontramos con una religiosidad que ya no es la de Trento: el viraje es completo, según señala Antonio Domínguez Ortíz. La defensa del catolicismo ya no es la que define el siglo anterior. Sin embargo Marrón es lugar próximo al mar, y por lo tanto con fácil contacto con las corrientes que pueden llegar del Imperio ya en crisis. Esto no es óbice para que este pueblo siga viviendo su religiosidad. Estaba integrado por tres barrios. Entre Hoz y Bosquemado se encuentra el collado de Somahoz donde se hallaba una ermita dedicada a S. Marcos y donde los habitantes de aquel lugar subían en procesión cada 25 de abril. Sin altar, sin retablo, con una vieja imagen del apóstol.Cerca existió el castillo de S. Mateo, que según la tradición da como cierta la estancia en él del Conde Fernán González. He aquí el escenario, el verde y frondoso paisaje donde un mes de septiembre unos pastores tienen el sorprendente hallazgo de una imagen. Es difícil en esta situación separar lo histórico, que a veces adquiere cariz legendario, de lo propio de la fe. Una fe sincera, espontánea que demuestra una conciencia testimoniada en las actas del bautismo de la Parroquia de Marrón. Aludamos a este testimonio: la fundación de la Cofradía de Nuestra Señora de la Bien Aparecida, patrona de la Buena Muerte en 1.670, en el que todos cuanto lo firman tienen conciencia del hecho. Francisco Escajadillo de la Serna, mayordomo mayor del santuario, hacia 1.738, recoge en las notas marginales de los libros de fábrica cuantas noticias transmitidas por vía oral hablan del aumento de la devoción a la Bien Aparecida que será impulso decisivo para la construcción del templo.
Tres siglos de devoción mariana avalan que la Bien Aparecida es por derecho la Virgen Patrona desde el milagroso hallazgo de la imagen hasta nuestros días. Hay fuentes que lo afirman. Y es el testimonio de Escajadillo el que contándonos este hecho, nos indica cómo en un principio se pensó trasladar la imagen a la parroquia de Marrón, pero una tormenta desencadenada decide que éste se quede en el collado de Somahoz, lugar en el que se instala una pequeña capilla. Poco después los vecinos de Marrón notan la falta de una pequeña talla que se veneraba en la ermita de S. Sebastián pensando lógicamente que se trataba de la nominada «Bien Aparecida». Esto da origen a varias disputas entre los vecinos, llegando a un pleito entre los de Marrón y los de Ampuero, que dura desde el 5 de octubre de 1.605 hasta el 8 de julio de 1.609. El fallo fue favorable a los de Ampuero, y a partir de la expresión popular. «No robada, sino Bien Aparecida», nuestra Patrona es denominada por esta advocación. En 1.760 se funda la Cofradía de Nuestra Señora la Bien Aparecida, que extiende su devoción y cuyos miembros tienen que someterse a una obligaciones constitucionales fomentando el culto a María. En esta Cofradía entran figuras de rango, como el arzobispo de Burgos, lo cual, indica cómo esta devoción, surgida de manera sencilla, pronto trasciende el entorno regional legando a Castilla, Vizcaya y las Encartaciones. La Bien Aparecida es querida en el mundo americano y los marinos que surcan los mares la toman como protectora y norte fijo de su navegar. Los cántabros residentes en Madrid deciden en 1.732 crear una congregación en la capital de España y son los pontífices Benedicto XIV, Inocencio XIII, Clemente XIII, Clemente XIV, León XIII y Pío X quienes conceden Bulas e indulgencias.
LA CONSTRUCCION DEL SANTUARIO
La construcción del actúal santuario se inicia en 1.614 y es obra muestra del dinamismo religioso que surge en torno a la Bien Aparecida. Pronto se amplía la ermita primitiva con dos capillas laterales. Se construye el coro y se ornamenta con el primer retablo donde se coloca la imagen. Cerca, se edifica una hospedería que acoge al creciente número de peregrinos. Una tormenta destruye todo. Y por decisión de la Cofradía se iniciará la construcción de otra iglesia más amplia en los últimos años antes del s. XVII. Un 30 de noviembre de 1.697 otra tormenta arroja un rayo sobre la espadaña destruyendo el templo. De nuevo la tenacidad se pone a prueba y es entonces cuando se decide construir un santuario de líneas suntuosas que dé respuesta a la difusión creciente adquirida por esta advocación. Esto ocurre ya en el s. XVIII en una Europa en la que la religión ya no tiene la prioridad de épocas anteriores. En Somahoz sigue vibrando el fervor a su Virgen, y así, en 1.701 Juan Rivas Puente, vecino de S. Pantaleón de Aras, realiza el proyecto del santuario, que es discutido por el arzobispo de Burgos -puesto que el obispado de Santander no se crea hasta 1.754-, quien considera que existe una enorme desproporción entre la ambición del proyecto y los medios disponibles. En 1.704 el templo está a medio construir y su terminación se sufraga a base de limosnas de peregrinos, aportaciones de los vecinos, la enajenación de las alhajas del santuario y la concesión de un privilegio para ferias y mercados por Felipe V. Se concluyen las obras del templo en 1.722, y en 1.744 se terminan los siete retablos. Durante el s. XVIII aumenta la afluencia de peregrinos que contribuyen con sus limosnas, según dan cuenta los libros de fábrica e inventarios del santuario. Nos encontramos en este período con una organización seria en la que existen dos mayordomos: una eclesiástico y otro secular. Con minuciosidad llevan la administración de las donaciones recibidas, y cualquier irregularidad era severamente castigada.
CREACION DEL PATRONAZGO
El patronazgo de Nuestra Señora la Bien Aparecida sobre la región cántabra está justificado por la íntima relación de esta devoción mariana y la historia de esta tierra; por su extensión en su entorno geográfico, por su cofradía, por su elección que hicieron de ella los cántabros residentes en Madrid, por la protección a los hombres del mar y además porque fueron los oriundos de este lugar los que propagaron su nombre por España y América. Esto hay que tenerlo en cuenta para situarnos en 1.905, año de gran ambiente mariano en España debido a que se celebra el cincuenta aniversario de la declaración dogmática de la Inmaculada, y coincide con el tricentenario del sorprendente hallazgo de la Imagen. Y a tal efecto, Emilio Hidalgo Mingo, párroco de Marrón y administrador del santuario, lleva la gestión ante el obispo de Santander, Vicente Santiago Sánchez de Castro, quien dirige una Circular a todos los arciprestes, pidiéndoles que den su opinión y su voto. Opiniones y votos que están reflejados en un conjunto de cartas que se conservan en el santuario y que constituyen un documento de gran valor. Todas demuestran la actitud unánime: hay que proclamar a María, la Bien Aparecida, patrona de Cantabria. Como se puede ver, la decisión es unánime. Y es dato elocuente que todas las cartas indiquen una idea común: la extensión de la devoción no sólo a todos y cada uno de los pueblos cántabros, sino que además llega a zonas extraregionales. Tan rotunda afirmación va a ser corroborada por el pueblo, representado por la Diputación que coincide plenamente con el veredicto de los arciprestazgos. La Sagrada Congregación de Ritos aprueba el 5 de diciembre de 1.905 el que la Bien Aparecida sea Patrona de esta región. En 1.955 era la Bien Aparecida coronada canónicamente, marcando entonces otra fecha de trascendencia histórica para esta advocación de cuyo santuario es guardiana desde 1.908 la Orden de los Padres Trinitarios a quienes se les encarga la custodia del santuario de la Patrona de la Montaña, hoy Cantabria. En la guerra civil española del 36 el santuario fue convertido en hospital de sangre. Durante el conflicto bélico la imagen estuvo oculta en un foso. Después, y hasta 1.951, el santuario estuvo dedicado a Sanatorio antituberculoso y en la actualidad es ámbito de gran convocatoria, debido a una serie de características a las que después se hace referencia. Su situación se halla en la zona oriental de Cantabria equidistante entre Santander y Bilbao y depende el término municipal de Ampuero. Está ubicado en la parroquia de Marrón, pueblo que consta de tres barrios: Marrón, junto al río; Hoz, un poco más arriba, y Bosquemado, sito ya en la montaña. Entre Hoz y Bosquemado se encuentra el collado de Somahoz, lugar en el que se erige el santuario, rodeado de un hermoso y verde paisaje. De construcción sobria, con sencillez en sus líneas, el templo, del s. XVIII está formado por fuertes muros de mampostería, con firmes sillares en los contrafuertes, y coronándolo, una airosa espadaña. Concluído en 1.722, es el resultado de anteriores intentos de construcción, a los que ya se ha hecho referencia. El interior tiene forma de cruz latina y en él nos encontramos con tres retablos del s. XVIII. Existieron siete: uno se trasladó a la catedral de Santander y otros se deterioraron con el paso del tiempo. De los que actualmente se conservan, el del altar mayor es de un barroco claramente churrigueresco. Su traza, lo mismo que los colaterales son de Vicente Ortiz de Arnuero, vecino de Trasmiera, y la ejecución de la obra la lleva a cabo Raimundo Vélez, vecino de Argoños y maestro en arquitectura. El retablo del altar mayor tiene 14 metros de altura y aproximadamente diez de ancho. En su conjunto se encuentra en la parte superior la representación de la Asunción de la Virgen, recibida por el Eterno Padre para ser coronada. Cuenta además con dos tallas de tamaño natural que corresponden a S. Joaquín y a Santa Ana, y en el centro, el camarín de la Bien Aparecida, con un dorado posterior que fue efectuado en 1.954, a causa de la reforma realizada por Novo. Completan el retablo unos ángeles de gran tamaño con el movimiento y el dinamismo propios del barroco. Las capillas laterales tiene retablos del mismo estilo que el del altar mayor, aunque de menores proporciones. En el de la derecha se encuentran imágenes de S. José en el centro y a los lados tallas de Santa Mª Magdalena y S. Juan. en el de la izquierda, Santa Gertrudis, Santo Tomás de Aquino, S. Juan Nepomuceno y Santa Bárbara. En ambas capillas se encuentran dos cuadros de César Abin que representan la aparición de la Virgen en 1.605 y la de su coronación canónica en 1.955. A la entrada del templo se encuentra una espléndida talla de Cristo Crucificado que pertenece a la imaginería española del s. XVII.
LA IMAGEN
La imagen de la Virgen Bien Aparecida es una talla de reducidas dimensiones. Mide, incluido el pedestal, 21,6 centímetros. Posiblemente es la menor de cuantas existen en la geografía española. Las facciones del rostro y de la cabellera tienen un delicado barníz. Su parte delantera está estofada y la de detrás es plana. Tiene el manto levemente recogido con la mano derecha. El vestido es dorado con los pliegues en azul. El pedestal consta de cuatro franjas: la superior verde, las dos centrales doradas y la inferior negra. Los vestidos del Niño son de color mate. No se sabe quién modeló la imágen y se desconoce su origen. Existe la hipótesis de que se encontrara en la ermita de S. Marcos, pero el hecho de que ésta careciera de retablo anula cualquier posibilidad. Su antigüedad no es anterior al s. XV y actualmente se conserva intacta, cubierta con vestiduras de gran belleza.
EL SANTUARIO AMBITO DE ESPIRITUALIDAD Y DE ARTE
De acuerdo con el nuevo Código del Derecho Canónico un santuario es lugar de peregrinación. Es el de la Bien Aparecida ámbito de encuentro, apertura hacia lo trascendente y luz en un mundo de tinieblas que tiene como causa una excesiva urbanización, una cosificación social. La comunidad trinitaria, lejos de eludir esta realidad, la asume y busca distintas formas para responder a los interrogantes del hombre de hoy. Y esto dentro de una óptica que mira hacia el hecho cultural. Es consciente de que la tecnología destruye la naturaleza y que el espíritu cristiano permeabiliza el entorno, presentando más diáfano y más transparente el misterio. De ahí la importancia de que exista el binomio paisaje-santuario. Alejandro Nistal describe la subida al santuario desde Ampuero, cuando el indicador señala los cuatro kilómetros de ascensión entre curvas y árboles, que descubren la belleza sorprendente del valle. Y según se avanza, un monumental viacrucis ayuda a la reflexión del misterio cristiano que es cruz y luz. Por fin una explanada antecede a la vista del santuario, cuya descripción artística hemos hecho ya. ¿Y aparte de su historia, de su interés artístico y de su paisaje, qué más ofrece? Acogida primero. Porque se cuida el que un santuario responda a la característica de comunidad. De ahí que las peregrinaciones, numerosas sobre todo de abril a octubre, vayan a visitar a la Virgen Patrona de Cantabria y dediquen todo el día, aprovechando algo importante: la pastoral sacramental.La celebración eucarística como centro de todas las manifestaciones: es el pan cotidiano de quienes buscan en la Bien Aparecida recogimiento y oración. Se fomenta el sacramento de la Penitencia como conversión, intentando que sea pausada y en forma de diálogo personal. En las grandes fiestas se celebra la confesión comunitaria. En el Matrimonio se prepara a los contrayentes para que la recepción del mismo sea responsable y exento del frío formalismo. Reuniones de sacerdotes, ejercicios espirituales, convivencias… son otros de los aspectos. Uno muy definido es el de la cátedra Fe y Cultura que desde 1.979 se celebra en colaboración con el Instituto de Pastoral de Madrid y la Universidad Pontificia de Salamanca. En distintas ediciones se han abordado temas que preocupan al hombre de hoy. Se ha contado para esto con renombrados teólogos o personas especializadas. A partir de 1.970 durante los meses de julio y agosto se celebran en este santuario los Ciclos de música coral y de órgano así como los Ciclos de música religiosa y el Festival Internacional de jóvenes organistas. La unión de teología y cultura tan querida por Pablo VI encuentra en estas actividades la respuesta adecuada. El carácter de ciclos especializados cumple una múltiple función. Por un lado, el brindar la música religiosa como constante en toda la historia de la cristiandad. De ahí, la atención de un amplio arco que ofrece expresiones desde el gregoriano hasta las concebidas en el s. XX. El santuario posee un órgano romántico inaugurado por Jesús Guridi en 1.914. De ahí, la audición sucesiva de toda la literatura creada para este instrumento con atención concreta a integrales de J.S. Bach o de Franck. Estrenos, páginas de infrecuente audición y atención a la música española, a la propia de Cantabria y a la contemporánea, son otros aspectos que hay que mencionar en estos ciclos de gran convocatoria. Cada 15 de septiembre el santuario de la Bien Aparecida renueva, porque es su fiesta, su carácter peregrino a María. Multitudes acuden desde la víspera en un testimonio de fe y devoción espontánea y sincera, y participan en las eucaristías que ininterrumpidamente se celebran, así como en otros cultos que tienen lugar en esa fecha. El santuario, en suma tiene un objetivo básico: ser lugar de liberación para el hombre de hoy, posibilitándole la capacidad de reflexión, de contemplación y de apertura hacia el misterio.
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