17/11/2024

FESTIVIDAD DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

Hemeroteca Laus DEo22/08/2022 @ 00:51


POR QUÉ VENERAR AL CORAZÓN DE MARÍA

              El culto al Corazón de María comenzó en la Iglesia aproximadamente en la Edad Media; al igual que ocurre con el Corazón de Jesús, los católicos veneramos en estos Divinos Corazones los afectos, virtudes y méritos de Jesús y de María, las dos personas que más nos aman y a quienes debemos entregar todo nuestro amor.

              No pocos fueron los Santos que abrazaron esta devoción y la propagaron, como Santa Matilde, Santa Gertrudis, Santa Brígida, San Bernardino de Siena, San Francisco de Sales y San Juan Eudes, que en el siglo XVII avivó la Devoción por los Sagrados Corazones; en los tiempos modernos, sería el gran San Antonio María Claret, el Apóstol y abanderado del Corazón de María, extendiendo este Amor por el Corazón de la Virgen en sus Misiones Populares, escritos y fundaciones.



EL CORAZÓN DE MARÍA ES INMACULADO Y VIRGINAL

              Al Corazón de María le anteponemos muchas veces el adjetivo «Inmaculado» y no por mero adorno, sino porque María Nuestra Señora fue la única entre las criaturas de este mundo, que fue preservada del pecado original que todos heredemos de Adán; a esta prerrogativa habría que añadirle la que nos enseña otro artículo de la Fe: que concibió al Hijo de Dios siendo virgen, antes, durante y después del parto. Se desprende de ello que tal excelsa criatura estuviese dotada de un Inmaculado y Virginal Corazón, que por su especial naturaleza es capaz de amar casi tanto como el de Nuestro Señor Jesucristo.

               Al venerar el Inmaculado Corazón de María, unimos en Él todas las otras devociones que podamos tener por la Virgen, pues en Su Purísimo Corazón se encierran todos los amores y gracias que esta Buena Madre nos regala; el rezo del Santo Rosario, el uso del Escapulario, el Voto de Esclavitud Mariana… el Venerable Pío XII hablaba del Escapulario del Carmen «como signo de consagración al Inmaculado Corazón de María»…todas estas hermosas prácticas se unen de una vez para siempre en el culto al Amor de María, en la ofrenda sincera de nuestro corazón hacia el Suyo.


NUESTRO SEÑOR QUIERE QUE VENEREMOS AL CORAZÓN DE MARÍA 

              En el transcurso de la segunda Aparición de Nuestra Señora en Fátima, la Virgen manifestó la intención de Su Hijo, «Jesús quiere establecer en el mundo la Devoción a Mi Inmaculado Corazón…». Fijémonos bien que Nuestra Santa Madre sólo trasmite el deseo imperativo de Su Divino Hijo, «Jesús quiere», Nuestro Señor no lo ruega, lo dispone, y como en Evangelio, la Purísima Madre una vez más pide «haced lo que Él os dice» (Evangelio de San Juan, cap. 2, vers. 1-11)

               Añadió la Virgen a Lucía sobre los beneficios espirituales de quienes se hicieran devotos de Su Corazón, asegurando que aquellas almas que practicasen esta Devoción «serán queridas por Dios como flores» puestas por Ella para adornar Su Trono. La Virgen misma es pues quien desea que la amemos fijándonos en su Inmaculado Corazón, en el que según el Evangelista Lucas, meditaba las gracias que recibía constantemente del Altísimo. Amar al Corazón de María, tener una imagen suya delante, nos ha de animar a contemplarla e imitarla en Sus virtudes, especialmente en la humildad y en la pureza.

               Nuestra Señora seguiría manifestándose en privado a Lucía Dos Santos, a veces por medio de locuciones interiores y otras como la acontecida en Pontevedra (España), cuando la joven era una simple postulante de las Hermanas Doroteas; el 10 de Diciembre de 1925, Nuestra Señora se le manifestó con Su Corazón «traspasado de espinas que los hombres ingratos me clavan…» Ciertamente la Virgen no puede dejar de dolerse cuando las almas, en lugar de refugiarse en Ella para llegar a Dios, prefieren tomar caminos de perdición.

               Años más tarde, Lucía abandonaría a las Hermanas Doroteas para irse de carmelita descalza en el Convento de Coimbra (Portugal). El 26 de Diciembre de 1957 recibió la visita del Postulador de la Causa de sus primos Francisco y Jacinta Marto, el Padre Agustín Fuentes, mexicano, en aras de recoger testimonio de la vidente que sirviese en algo a la causa de canonización de los niños. Durante dicha entrevista, Sor Lucía y el Padre Fuentes hablaron con respecto a temas diversos; en un momento determinado, la niña que un día viera a la Virgen en Fátima, muy preocupada manifestó al sacerdote que «…la Santísima Virgen me dijo, tanto a mis primos como a mí, que dos eran los últimos remedios que Dios daba al mundo; el Santo Rosario y la Devoción al Inmaculado Corazón de María; y , al ser los últimos remedios, quiere decir que son los últimos, que ya no va a haber otros».

               En Fátima y luego en Pontevedra, Nuestra Santa Madre insiste en la Devoción a Su Inmaculado Corazón como remedio para los males del mundo y lo advierte como si ya no hubiese mucho tiempo para decidirnos a entregarnos a Ella; sólo basta ver la llamada reiterada de la Virgen que no se cansa de marcarnos el camino que nos llevará a la salvación eterna para decirnos desde hoy mismo, a empezar a ser devotos y propagadores del Inmaculado Corazón de María.



EL CORAZÓN DE MARÍA ES INSEPARABLE AL DE JESÚS

              Tengamos presente que el Corazón de María se ha convertido en el Sagrario donde Jesús mismo vive y desea esparcir Su Misericordia, pero siempre será más benévolo y generoso si lo hacemos por mediación de Su Madre, si recurrimos a Su Corazón bondadoso que todo lo puede alcanzar de Su Hijo amado; el corazón de una madre siempre tiene espacio para la comprensión de nuestras debilidades, cuánto más el de la Virgen que es Nuestra Santa Madre, que nos ganó como hijos a los pies del Calvario, y que desde entonces, hasta nuestros días, no nos ha dejado ni por un instante, cuidando de sus devotos que acuden a Ella con la confianza de un hijo que se sabe escuchado.

               Sea el Corazón de María nuestra Devoción predilecta por la Virgen; sea Su Corazón siempre venerado con el de Su Hijo Nuestro Señor y que ambos, formen nuestra mística bandera en la batalla contra los enemigos del alma.

              Comienza esta batalla compartiendo este artículo, para mayor Gloria de Dios y de la Purísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra.


SÚPLICA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

Compuesta por San Antonio María Claret


               ¡Oh Corazón de María, Madre de Dios y Madre nuestra; Corazón amabilísimo, objeto de las complacencias de la adorable Trinidad y digno de toda la veneración y ternura de los Ángeles y de los hombres; Corazón el más semejante al de Jesús, del cual sois la más perfecta imagen; Corazón lleno de bondad y que tanto os compadecéis de nuestras miserias, dignaos derretir el hielo de nuestros corazones, y haced que vuelvan a conformarse con el Corazón del Divino Salvador. 

               Infundid en ellas el amor de vuestras virtudes; inflamadlos con aquel dichoso fuego en que Vos estáis ardiendo sin cesar. Encerrad en vuestro seno la Santa Iglesia; custodiadla, sed siempre su dulce asilo y su inexpugnable torre contra toda incursión de sus enemigos. Sed nuestro camino para dirigirnos a Jesús, y el conducto por el cual recibamos todas las gracias necesarias para nuestra salvación. 

               Sed nuestro socorro en las necesidades, nuestra fortaleza en las tentaciones, nuestro refugio en las persecuciones, nuestra ayuda en todos los peligros; pero especialmente en los últimos combates de nuestra vida, a la hora de la muerte, cuando todo el infierno se desencadenará contra nosotros para arrebatar nuestras almas, en aquel formidable momento, en aquel punto terrible del cual depende nuestra eternidad. ¡Ah! Virgen piadosísima, hacednos sentir entonces la dulzura de vuestro maternal Corazón, y la fuerza de vuestro poder para con el de Jesús, abriéndonos en la misma fuente de la misericordia un refugio seguro, en donde podamos reunirnos para bendecirle con Vos en el paraíso por todos los siglos. Amén.


JACULATORIA 


Sea por siempre y en todas partes conocido, alabado, bendecido, 
amado, servido y glorificado el Divinísimo Corazón de Jesús 
y el Inmaculado Corazón de María. Así sea.


(Tomado de «CAMINO RECTO Y SEGURO PARA LLEGAR AL CIELO», 
escrito por San Antonio María Claret)


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