Francisco recibió este jueves en audiencia a los participantes en un congreso del Dicasterio para las Causas de los Santos que se celebró esta semana en el Instituto Patrístico Agustiniano en torno a la Dimensión comunitaria de la santidad.
El Papa dijo que el crecimiento en los años recientes del número de beatificaciones y canonizaciones de fieles de todos los estados de vida (esposos, célibes, sacerdotes, consagrados) y de todas las culturas y familias ha de entenderse a la luz de la proclamación por el Concilio Vaticano II de la llamada universal a la santidad. Insistió en su concepto de «los santos de la puerta de al lado«, entendidos como «miembros de nuestras comunidades que han vivido una gran caridad en las pequeñas cosas de la vida cotidiana, aun con sus límites y defectos, siguiendo a Jesús hasta el final».
El Papa quiso resaltar en su intervención tres aspectos de la santidad: la santidad que une, la santidad familiar y la santidad martirial.
La santidad que une
La caridad que nos une a Cristo y a los hermanos, dijo el Papa, «no es algo solo personal, sino también comunitario«: «Cuando Dios llama a uno, siempre es para bien de todos, como en los casos de Abraham y Moisés, de Pedro y de Pablo. Llama para una misión».
De ahí que la respuesta a su amor deba realizarse «en una dinámica de implicación e intercesión», como en los casos de San Mateo o de San Pablo: «El encuentro con Jesús tiene esta dimensión comunitaria».
En ese sentido, mencionó el caso de Santa Teresita del Niño Jesús, por cuyo 150º aniversario escribió la exhortación apostólica C’est la confiance. La carmelita de Lisieux plantea en sus escritos una imagen bíblica «sugerente», dice el Papa, «de la humanidad entera como el ‘jardín de Jesús’, cuyo amor abarca a todas sus flores de forma al mismo tiempo inclusiva y exclusiva».
Una religiosa participante en el Congreso saluda a Francisco al concluir la audiencia. Foto: Vatican Media.
Es la evangelización «por atracción», un testimonio «fruto al mismo tiempo de la más elevada experiencia mística de amor personal y de la ‘mística del nosotros'». En consecuencia, «la santidad une y por medio de la caridad de los santos podemos conocer el misterio de Dios, que abraza en su misericordia a toda la humanidad para que sean una sola cosa».
La santidad familiar
La santidad familiar «resplandece de forma eminente en la Sagrada Familia de Nazaret», y hoy la Iglesia lo expone también a través de numerosos ejemplos: los santos Luis y Celia Martin, los beatos Luis y María Beltrame Quattrocchi, los venerables Tancredi y Giulia di Barolo, los venerables Sergio y Domenica Bernardini o la propia familia Ulma…
«La santidad de los esposos», añadió el Papa, «más que una santidad individual de dos personas distintas, es también una santidad común en la conyugalidad, y por tanto una multiplicación -no una simple suma- del don personal de cada uno, que se comunica».
La santidad martirial
Éste es «un modelo fuerte», del que hay muchos ejemplos a lo largo de la historia de la Iglesia: «No ha habido una época que no haya tenido sus mártires, hasta nuestros días. Creemos que estos mártires no existen. Pero pensemos en un caso de ‘vida cristiana vivida en un martirio continuo’ como el de Asia Bibi«.
[Lee en ReL: Asia Bibi nunca pensó renegar: «’O la fe o la libertad’ no fue un dilema: la libertad está en la fe»]
Esta católica paquistaní, madre de familia, condenada a muerte por un supuesto delito de ‘blasfemia’ contra Mahoma, estuvo en prisión desde 2009 hasta 2018 sin saber cuál sería su suerte, un periodo durante el cual rechazó varias veces convertirse al islam para ser liberada. Su hija le llevaba la Eucaristía cuando era posible, recordó Francisco: «¡Son casi nueve años de testimonio cristiano! Y son muchos los que dan testimonio de la fe y de la caridad. ¡También nuestro tiempo tiene muchos mártires!», entre los que incluyó a los 21 mártires coptos degollados por Estado Islámico en una playa de Libia, que murieron diciendo «¡Jesús, Jesús!» y han sido incorporados al martirologio romano.
Plenitud de amor
Francisco concluyó agradeciendo a los participantes su trabajo: «La santidad da vida a la comunidad, y vosotros, con vuestro trabajo, nos ayudáis a comprender y celebrar cada vez mejor su realidad y su dinámica, en los numerosos y variados caminos que estudiáis y proponéis para nuestra veneración».
«Variados», concluyó, «pero todos dirigidos a la misma meta: la plenitud del amor. Ese es el camino de la santidad».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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