La constitución apostólica Universi Dominici Gregis que promulgó en 1996 el Papa Juan Pablo II para regular la sede vacante y la elección del Romano Pontífice es muy clara al obligar a los cardenales electores a «mantener escrupulosamente el secreto sobre cualquier cosa quede algún modo tenga que ver con la elección del Romano Pontífice».
Los participantes en el cónclave se obligan mediante juramento a «no violar de ningún modo este secreto tanto durante como después de la elección del nuevo Pontífice», pero la fórmula añade «a menos que sea dada autorización explícita por el mismo Pontífice».
Se entiende, pues, que Francisco se ha autorizado a sí mismo a contar hechos y circunstancias del cónclave de 2005, en el que fue elegido Benedicto XVI, para un libro-entrevista titulado El sucesor del que ofrece este domingo una primicia ABC, pues su autor es el corresponsal del diario madrileño ante la Santa Sede, Javier Martínez-Brocal.
Por qué Ratzinger
«Antes de continuar, te digo una cosa. Los cardenales juran no revelar lo que sucede en el cónclave, pero los Papas tienen licencia para contarlo«, afirma Francisco, para curarse en salud antes de revelar, por ejemplo, que él votó por el cardenal Joseph Ratzinger.
La entrevista de Javier Martínez-Brocal a Francisco aborda aspectos inéditos de su relación con Benedicto XVI, que fue «muy profunda», según el Papa.
La razón por la que era su candidato es que «era el único que en ese momento podía ser Papa. Después de la revolución de Juan Pablo II, que había sido un pontífice dinámico, muy activo, con iniciativa, que viajaba… hacía falta un Papa que mantuviera un sano equilibrio, un Papa de transición».
Pero no solamente cuenta esto. Explica además que él mismo, el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio, llegó a tener 40 de los 115 votos reunidos en la Capilla Sixtina. Eso constituía una «minoría de bloqueo«, pues impedía a cualquier otro purpurado alcanzar los dos tercios exigidos para la proclamación.
La «maniobra»
De esta forma, el arzobispo de Buenos Aires se convirtió en ariete de una «maniobra» contra el cardenal Ratzinger para así «negociar un tercer candidato diferente».
Algo, por otro lado, perfectamente legítimo y que ya había ocurrido, según se supo después -aunque por indebidas filtraciones, no porque un Papa lo contase abiertamente- en dos recientes cónclaves. En 1958, el patriarca de Venecia, Angelo Rocalli, salió elegido como Juan XXIII tras el bloqueo entre el cardenal Giuseppe Siri y el cardenal Giovanni Battista Montini (Pablo VI, elegido en 1963), y en 1978 el cardenal Karol Wojtyla salió elegido para superar el bloqueo entre el propio Siri y el cardenal Giovanni Benelli.
Pero, aunque da a entender que él no era el destinatario final de los escrutinios, esta vez fue el propio Bergoglio quien desbarató la operación: «Fue una maniobra en toda regla… Me usaban a mí, pero detrás ya estaban pensando en proponer a otro cardenal. Todavía no estaban de acuerdo sobre quién, pero ya estaban a punto de lanzar un nombre». Entonces él le dijo al cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos, fallecido en 2018: «‘No embromen con mi candidatura, porque ahora mismo voy a decir que no voy a aceptar, ¿eh? Dejame ahí’. Y ahí ya salió elegido Benedicto».
Cree que fue mejor así: «Si hubieran elegido a uno como yo, que hace mucho lío, no habría podido hacer nada. En aquel momento, no habría sido posible», señala Francisco.
El sucesor. Mis recuerdos de Benedicto XVI (Planeta Testimonio), conversaciones con Javier Martínez-Brocal, sale a la venta el 3 de abril, y coincidirá en las librerías con la propia autobiografía del Papa, Vida. Mi historia a través de la Historia (Harper Collins), escrita con el periodista Fabio Marchese Ragona.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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