La mañana de este miércoles 18 de diciembre, el Papa Francisco dio comienzo a un nuevo ciclo de catequesis que se desarrollará a lo largo de todo el Año Jubilar, en torno a la temática de Jesucristo nuestra esperanza.
Francisco introdujo la primera parte de este nuevo ciclo de catequesis hablando de la infancia de Jesús y su genealogía, descrita en el Evangelio por Mateo y Lucas y que transmite el mensaje de que «nadie se da la vida a sí mismo, sino que la recibe como don de otros; en este caso, se trata del pueblo elegido, y de los que heredan el depósito de la fe».
El Papa destacó que la diferencia entre ambos evangelistas es que mientras que Lucas relata los acontecimientos a través de los ojos de María, Mateo lo hace a través de los de José, insistiendo en una paternidad tan inédita.
Centrándose en esta última, se observa que aparece «la verdad de la vida humana, que pasa de una generación a la otra entregando tres cosas: un nombre que encierra una identidad y una misión únicas; la pertenencia a una familia y a un pueblo; y finalmente la adhesión de fe al Dios de Israel».
Prosiguiendo con las diferencias entre ambos, remarca también como en la lista de Mateo también aparecen mujeres entre la genealogía de Jesús. A saber, «Tamar, la nuera de Judá que, al quedarse viuda, se hace pasar por prostituta para asegurar una descendencia a su marido; Racab, la prostituta de Jericó que permite a los exploradores judíos entrar en la tierra prometida y conquistarla; Rut, la moabita que permanece fiel a su suegra, cuida de ella y se convertirá en bisabuela del rey David; Betsabé, con la que David comete adulterio y, tras hacer matar a su marido, genera a Salomón; y, por último, María de Nazaret, esposa de José, de la casa de David».
María, un nuevo comienzo
Hablando de ellas, el Papa explicó que las cuatro primeras no están unidas por el hecho de ser pecadoras, sino por el hecho de ser extranjeras para el pueblo de Israel. Y también observa que, «mientras las cuatro mujeres anteriores se mencionan junto al hombre que nació de ellas o al que lo generó, María, al contrario, adquiere un particular relieve: marca un nuevo comienzo, ella misma es un nuevo comienzo, porque en su historia ya no es la criatura humana la protagonista de la generación, sino Dios mismo».
«Jesús es hijo de David, injertado por José en esa dinastía y destinado a ser el Mesías de Israel, pero también es hijo de Abraham y de mujeres extranjeras, destinado por tanto a ser la luz de la gente», advirtió en su catequesis.
Es aquí donde Francisco observa que «el Hijo de Dios entra en el mundo como todos los hijos del ser humano«, como «verdadero Dios y verdadero hombre» lo que debe invitar a los fieles a despertar el recuerdo agradecido hacia los antepasados. Y sobre todo, concluyó, «demos gracias a Dios, que, a través de la Madre Iglesia, nos ha generado a la vida eterna, la vida de Jesús, nuestra esperanza».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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