La tragedia causada en Valencia por la gota fría del 29 de octubre volvió a estar presente en el Ángelus del Papa. Al finalizar este domingo su rezo en la Plaza de San Pedro, Francisco se dirigió a los presentes para invitarles de forma indirecta a hacer aquello por lo que preguntaba: «¿Habéis rezado por Valencia? ¿Habéis pensado contribuir de alguna forma para ayudar a aquellas gentes?»
La tragedia causada por las inundaciones suma ya 233 muertos (215 en la Comunidad Valenciana, el resto en Castilla-La Mancha y en Andalucía) y 78 desaparecidos.
La tentación de la hipocresía
Antes de las tradicionales tres avemarías del mediodía, el Papa glosó el Evangelio del día, en el que Jesús, en el templo de Jerusalén, «denuncia ante el pueblo la actitud hipócrita de algunos escribas«.
Según explicó el pontífice, los escribas «transcribían e interpretaban las Escrituras» y por eso vivían rodeados de la «estima» y «reverencia» del pueblo: «Sin embargo, más allá de las apariencias, su comportamiento a menudo no se correspondía con lo que enseñaban. No eran coherentes. De hecho, algunos, amparándose en el prestigio y el poder de que gozaban, miraban a los demás ‘desde arriba’ y esto es muy feo».
Muchos de ellos («no todos», advirtió Francisco) «se daban aires de grandeza y, escondiéndose tras una fachada de pretendida respetabilidad y legalismo, se arrogaban privilegios e incluso llegaban a cometer auténticos robos contra los más débiles, como las viudas». Incluso su oración no la vivían como un momento de encuentro con el Señor, sino como «ocasión para ostentar una respetabilidad y una piedad fingidas, útiles para atraer la atención de la gente y obtener su aprobación«, un hecho que el propio Jesús utilizó en la parábola de la oración del publicano y del fariseo (Lc 18, 9-14).
La Plaza de San Pedro, este domingo a las doce de la mañana. Foto: captura Vatican Media.
De este tipo de personas «Jesús recomienda alejarse«, y de hecho Él enseña «cosas muy distintas sobre la autoridad: «Habla de ella en términos de abnegación y servicio humilde, de ternura maternal y paternal hacia las personas, especialmente hacia los más necesitados. Invita a quienes están investidos de ella a mirar a los demás, desde su posición de poder, no para humillarlos, sino para levantarlos, dándoles esperanza y ayuda».
Por lo cual todos, a la vista de ese modelo, podemos preguntarnos: «¿Cómo me comporto en mis ámbitos de responsabilidad? ¿Actúo con humildad o me enorgullezco de mi posición? ¿Soy generoso y respetuoso con las personas o las trato con rudeza y autoridad? Y con más frágiles, ¿estoy cerca de ellos, puedo agacharme para ayudarles a levantarse?»
Francisco concluyó pidiendo a la Virgen María que nos ayude a combatir «la tentación de la hipocresía» y a «hacer el bien sin apariencias y con sencillez«.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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