Este miércoles 13 de marzo, día en que Francisco cumple once años de pontificado, ha acudido a la plaza de San Pedro para la acostumbrada audiencia general, cuya catequesis sobre las virtudes ha sido leída por su colaborador Pierluigi Giroli debido a la salud del pontífice. Justo antes de comenzar, Francisco saludó brevemente anunciando que todavía está «un poco resfriado» y pidiendo atención a los presentes.
La catequesis dedicada a las virtudes, comenzaba aceptando que el hombre «puede complacerse en malas pasiones» e incluso «prestar atención a tentaciones nocivas y disfrazadas con vestidos seductores, pero también puede oponerse«.
Por fatigoso que sea, alentaba el texto del pontífice, «el ser humano está hecho para el bien, que le realiza verdaderamente. Y también puede practicar este arte, haciendo que ciertas disposiciones se hagan permanentes en él».
El cómo lograrlo es la pregunta principal a la que Francisco trató de dar respuesta, partiendo de la base de que la virtud es siempre «fruto de un largo desarrollo que requiere esfuerzo e incluso sufrimiento. La persona virtuosa es la que no se desnaturaliza deformándose, sino que es fuel a su vocación y realiza plenamente su ser».
Por eso, también reiteró que sería un error pensar que los santos «son excepciones de la humanidad» o que su vivencia de la virtud va «más allá de los límites de nuestra especie».
Por el contrario, deben contemplarse como «aquellos que llegan a ser plenamente ellos mismos, que realizan la vocación propia de todo ser humano«. En unos tiempos «dramáticos» y un mundo «deformado», marcados a menudo por «lo peor de lo humano», Francisco expresó un llamado de esperanza a «recordar la forma en que hemos sido plasmados y la imagen de Dios que está impresa».
Pero aunque no es «imposible», anticipó que la virtud tampoco es «un bien improvisado o algo casual que cae del cielo de forma episódica». De hecho, incluso los criminales han realizado buenas acciones que están «escritas en el libro de Dios, pero la virtud es otra cosa: Es un bien que nace de una lenta maduración de la persona, hasta convertirse en una característica interior suya. Si somos libres en cada acto, y cada vez estamos llamados a elegir entre el bien y el mal, la virtud es lo que nos permite tener un hábito hacia la elección correcta».
Tres formas de alcanzar la virtud
Acto seguido, la catequesis del Papa detalló tres aspectos prácticos para alcanzar la virtud.
Como «primer auxilio» se refirió a la gracia de Dios. El Espíritu Santo, dijo, «actúa en nosotros, que hemos sido bautizados, obrando en nuestra alma para conducirla a una vida virtuosa». Por eso, remarcó que «la gracia precede siempre a nuestro compromiso moral». En segundo lugar, invitó a no olvidar «la riquísima lección de la sabiduría de los antiguos«, que expone cómo la virtud «crece y puede ser cultivada. Y para que esto ocurra, el primer don del Espíritu que hay que pedir es precisamente la sabiduría», a la que se refirió como «un don inestimable que sabe aprender de los errores para dirigir bien la vida». En tercer lugar destacó «la buena voluntad, la capacidad de elegir el bien y de plasmarnos mediante el ejercicio ascético, rehuyendo los excesos».
Tras invitar a un viaje «desafiante pero decisivo para nuestra felicidad», Francisco tomó la palabra para impartir la bendición y saludar a los presentes.
Con el rosario y Evangelio de un caído en el frente
Entre ellos, estaban las carmelitas misioneras, a las apóstolas del Sagrado Corazón de Jesús, a fieles de varias parroquias italianas a los miembros de la facultad de derecho canónico San Pío X o el destacamento de la escuela de suboficiales de la marina militar de Taranto.
Reiteró un saludo especial a ancianos, enfermos, jóvenes y recién casados, así como su llamado a todos a «perseverar en la oración por quienes sufren las terribles consecuencias de la guerra«. Concluyó revelando al respecto que esta misma mañana recibió un rosario y un Evangelio de un joven muerto en el frente. «Él rezaba con esto. Tantos jóvenes que van a morir… Oremos al Señor para que nos de la gracia de vencer esta locura de la guerra que siempre es una derrota».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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