19/10/2024

Hakuna llena el WiZink y rompe sus límites: el día de Reyes en el que la esperanza volvió a triunfar

Sebastián se acaba de despertar, da un salto desde la cama y grita entusiasmado: ¡Han venido los Reyes Magos! Busca su nombre entre los regalos y descubre uno pequeño, que le llama especialmente la atención. Lo abre, y lee emocionado: «WiZink Center de Madrid- Concierto de Hakuna Group Music – Gira Capricho – 6 de enero de 2024».

Es la fiesta de la Epifanía del Señor -la manifestación al mundo de Dios, ¡qué oportuno! ¿no?- y así dará comienzo un día para la historia en el que un grupo de católicos con espíritu, ¡con mucho espíritu!, lograron llenar uno de los recintos más importantes del país.

Sebastián acaba de cumplir 13 años y es un adolescente normal, como el resto de los chicos de su clase, de los que les gusta jugar al fútbol y al Minecraft. Pero hoy está feliz, le encanta la idea de poder escuchar en directo Capricho, el nuevo disco que ha sacado Hakuna.

Dejar las distracciones virtuales por un momento y experimentar la fuerza de unas letras que, gracias a Dios, son muy reales. Escuchar, cantar, gritar… con miles de católicos como él, que merece la pena vivir, que hay esperanza y que «se puede ser joven y profundamente fiel a Jesucristo» (San Juan Pablo II).

«Va a entrar el Rey del capricho»

Es principios del mes de enero y un frío invernal se hace notar en la capital. La noche se ha echado ya sobre la plaza de Felipe II, en el barrio de Salamanca de Madrid, cuando un puñado de familias van de un lado para otro cargando balones nuevos, cochecitos recién estrenados y patinetes que son eléctricos.

‘Dejar las distracciones virtuales por un momento y experimentar la fuerza de unas letras que, gracias a Dios, son muy reales’.

La plaza en la que se sitúa el antiguo Palacio de los Deportes luce sus mejores galas, casi, casi, diría yo, como en el partido de ayer entre el Real Madrid y el Efes, ¡cuatro prórrogas para enmarcar! Aunque, esto, sin duda, lo va a superar, me digo.

Puestos de bebidas, patatas y golosinas… jóvenes con sudadera, parejas que llevan en cada mano a un par de hijos, sacerdotes, monjas, gente en silla de ruedas, mujeres mayores y hasta una recién nacida. Un verdadero pueblo que hace cola para escuchar a un grupo que está revolucionando el panorama de la música católica española.

Cuando llegan las nueve de la noche, las luces se apagan y un grito ensordecedor inunda el recinto. Una voz reclama la presencia del Espíritu Santo, mientras una chica «entusiasmada» -«éndon» (dentro) y «Teós» (Dios), eso es, muy bien, que lleva a Dios dentro- levanta un cartel casero en el que se puede leer: «El amor vence siempre».

«En medio de tantos regalos hay uno que sigue siendo el Rey… Hubo un Rey que se ha encaprichado de nosotros, abrid los ojos que ya está, atentos que va a entrar el Rey del capricho…», dice un joven de Hakuna, mientras se inicia una cuenta atrás en la pantalla. 5,4,3,2,1… y empieza un concierto para el recuerdo, en el día de Reyes, para que 17.000 almas adoren a un Niño pequeño… ¡que esa es la idea!

«Basta de preguntarse por la vida. Basta de quererla comprender. Tan solo has de meterte en ella y descubrirte en la grandeza de su sencillez… Es tan sencillo, tan sencillo que el hombre no es capaz de soportar. Basta con vivir con toda el alma, basta con creer en ese pan», cantan desde el escenario Olor a tostadas, del nuevo disco Capricho.
 
 
Y, seguido, el primer gran éxtasis de un público completamente entregado: «la misericordia ha entrado en esta casa, la misericordia ha entrado en esta casa, levántate y anda». La gente lo da todo, salta en la pista como si fuera una gran ola con amenaza de tsunami. Mientras, en la pantalla, se pueden ver imágenes de una adoración eucarística y de unos simpáticos sacerdotes coreanos. ¡Somos la multinacional de la esperanza!  
 
Una joven agradece al público por haber venido y anima «a disfrutar y a rezar este capricho». Y, entonces, suena el «creo» más impresionante que uno bien pudiera imaginar. «Digo que eres amor. Escucho que soy tu amado. No siento y qué más da. Te quiero y eso basta.
Sintiendo dudas», ¿no lo podría haber escrito Unamuno? Es muy grande lo que están haciendo estos chicos, pienso yo.
 
Justo cuando alguien canta «escucho que soy tu amado…» se encienden unas pulseras de lucecitas que previamente nos habían dejado en el asiento. La gente estalla y la pista parece la tierra a mil kilómetros de altura, toda llena de casitas… ¡Hakuna nos eleva hasta el cielo!
 
Hakuna es un movimiento esencialmente juvenil, pero atrae público de todas las edades.
 
«No hemos podido resistirnos a traernos un regalo… un trueno… que es un volver a empezar, que es lo que precede al caos… y Otro lo guarda en su costado para que ahí muera el miedo«, dice una joven antes de ponerse a cantar Trueno. Y, luego, le sigue Pluma de Escribano, que dice el presentador que «es la mejor de todas porque, en cuanto a letra, es palabra de Dios». Y tiene mucha razón. Y, si encima va acompañada de violines.

El concierto está siendo apasionante. La gente corea que es la juventud del Papa, mientras uno siente que el Espíritu está cada vez más presente. El WiZink parece un reactor nuclear divino… ¡uy cómo explote! Y, pensar… ¿cómo podemos estar tanta gente equivocada? Tres chicas salen a cantar Baila y déjate de historias y explotan los confetis desde el escenario.

 
Para dar paso luego a una canción «que habla de los que planteando suicidarse… de los que están en la prostitución… es el momento de pedir por nuestros hermanos, metámonos en la noche para poder rezar por ella», y dos chicas cantan Noche. Hakuna está cumpliendo diez años y nos lo invitan a celebrar. «Capricho es nuestra identidad… no hay nada mejor que descansar en la lógica del capricho«, se le escucha decir a Manglano, el sacerdote que inició esta «familia eucarística».

Y, entonces, salen los flamencos al escenario. Tres chicas de blanco radiante mueven sus mantones mientras bailan «el campanillero». Luego, Madre de Hakuna… y alguien del público grita ¡viva la Virgen!, y la gente se arranca con unas palmas. «Te quiero con locura preciosa madre», dice un cartel que enfocan en la pantalla. «¿Cómo no vamos acabar cantando villancicos?», dice uno antes de empezar con un «ande, ande que es la Nochebuena… pero mira cómo beben… y ya vienen los Reyes Magos». 

 
Hakuna vendió en apenas unas horas las 17.000 entradas del WiZink Center.
«¿Cómo están ustedes?… Vemos constantemente que hay gente que se conforma con lo superficial… bailar puede ser muy bonito pero si nos quedamos ahí todo se estanca… Que pena que nos dejemos llevar solo por lo sensible, este concierto puede ser muy bonito pero no hacemos canciones porque sean bonitas sino porque son verdad, y la verdad es Jesucristo«, dice un joven que ha compuesto una canción del disco nuevo llamada Entre anestesias

El concierto va llegando a su fin y la gente dice «nooo». Muchos silban y gritan «otra, otra…».  Y vuelven al escenario a cantar Ojalá, aunque esta vez será con ayuda del público, que previamente dividen por zonas, y por hombres y mujeres, para que cada grupo cante una parte. El resultado queda espectacular… pero la gente quiere Forofos. Antes, agradecen al obispo Jesús Vidal, vicario de la diócesis de Madrid, que no se lo ha querido perder. 

 

Y, unas palabras, de uno de los jóvenes de Hakuna, servirán de broche para una noche apasionante: «Hace muchos años unos reyes adoraron a un niño, todos tenemos la vocación de adorar a ese niño. Al volver, los reyes se fueron por otro camino, ojalá volvamos todos a casa por otro camino que nos dé la vida«. Las luces se encienden, los jóvenes del escenario se hacen un macroselfie con el público… mientras una cartulina entre la gente resume esta gran noche: «Nos han regalado la eternidad».

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»