Canción: Adoro te devote
Adoro te devote, latens Deitas,
Quae sub his figuris vere latitas:
Tibi se cor meum totum subiicit,
Quia te contemplans totum deficit.
Visus, tactus, gustus in te fallitur,
Sed auditu solo tuto creditur.
Credo quidquid dixit Dei Filius;
Nil hoc verbo Veritatis verius.
In cruce latebat sola Deitas,
At hic latet simul et humanitas;
Ambo tamen credens atque confitens,
Peto quod petivit latro paenitens.
Plagas, sicut Thomas, non intueor;
Deum tamen meum te confiteor.
Fac me tibi semper magis credere,
In te spem habere, te diligere.
O memoriale mortis Domini!
Panis vivus, vitam praestans homini!
Praesta meae menti de te vivere
Et te illi semper dulce sapere.
Pie pellicane, Iesu Domine,
Me immundum munda tuo sanguine.
Cuius una stilla salvum facere
Totum mundum quit ab omni scelere
Iesu, quem velatum nunc aspicio,
Oro fiat illud quod tam sitio;
Ut te revelata cernens facie,
Visu sim beatus tuae gloriae.
Actos de fe, esperanza y caridad:
Viva Jesús Sacramentado. Viva y de todos sea amado.
Señor Jesús, creo con toda el alma que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Creo porque tú lo has dicho, suprema Verdad que adoro. Mirándote en la Hostia Santa digo con S. Pedro: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.
Viva Jesús Sacramentado. Viva y de todos sea amado.
Señor, espero que donándote totalmente a mí en este Divino Sacramento, me concederás tu misericordia y las gracias necesarias para llegar al Cielo.
Viva Jesús Sacramentado. Viva y de todos sea amado.
Te amo, Señor, y es mi deseo amarte hasta el último respiro de mi vida. Te amo, Dios infinitamente digno de amor, y prefiero morir amándote que vivir un solo instante sin amarte. Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es la de amarte eternamente. Te amo, Dios mío, y deseo el cielo solo por tener la felicidad de amarte perfectamente. Dios mío, si mi lengua no puede decir en cada instante: te amo; que mi corazón te lo repita cada vez que respiro. Te amo, divino Salvador, porque te han crucificado por mí y me tienes aquí crucificado por ti. Dios mío, dame la gracia de morir amándote y sabiendo que te amo. (Del Sto. Cura de Ars)
Actos de adoración:
Tú eres la palabra de Dios hecha carne. Te adoramos, Señor.
Tú eres el camino que conduce al Padre. Te adoramos, Señor.
Tú eres el buen pastor que conoce a sus ovejas y da la vida por ellas. Te adoramos, Señor.
Tú has venido a traer el fuego de tu amor a la tierra. Te adoramos, Señor.
Tú has venido a salvar lo que estaba perdido. Te adoramos, Señor.
Tú eres la perla preciosa. Te adoramos, Señor.
Tú eres la verdad. Te adoramos, Señor.
Tú eres la luz del mundo. Te adoramos, Señor.
Tú eres la resurrección y la vida. Te adoramos, Señor.
Tú eres el pan que da la vida al mundo. Te adoramos, Señor.
Tú eres la vid y nosotros los sarmientos. Te adoramos, Señor.
Tú estás en medio de nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Te adoramos, Señor.
Tú eres nuestro Rey. Te adoramos, Señor.
Tú eres el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Te adoramos, Señor.
Lectura: (textos seleccionados de la homilía del Santo Padre Juan Pablo II en la canonización de Sor Faustina Kowalska – 30 abril 2000)
«Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia» (Sal. 118, 1). Así canta la Iglesia en la octava de Pascua, casi recogiendo de labios de Cristo estas palabras del Salmo; de labios de Cristo resucitado, que en el Cenáculo da el gran anuncio de la misericordia divina y confía su ministerio a los Apóstoles: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Antes de pronunciar estas palabras, Jesús muestra sus manos y su costado. Es decir, señala las heridas de la Pasión, sobre todo la herida de su corazón, fuente de la que brota la gran ola de misericordia que se derrama sobre la humanidad. De este corazón sor Faustina Kowalska verá salir dos haces de luz que iluminan el mundo: «Estos dos haces -le explicó Jesús mismo- representan la sangre y el agua» (Diario, 299).
¡Sangre y agua! Nuestro pensamiento va al testimonio del evangelista San Juan, quien, cuando un soldado traspasó con su lanza el costado de Cristo en el Calvario, vio salir «sangre y agua» (Jn 19, 34). Y si la sangre evoca el sacrificio de la cruz y el don eucarístico, el agua recuerda el bautismo y el don del Espíritu Santo (cf. Jn 3, 5; 4, 14; 7, 37-39). La misericordia divina llega a los hombres a través del corazón de Cristo crucificado: «(…) Hija mía, di que soy el Amor y la Misericordia mismos» pedirá Jesús a sor Faustina (Diario, 1074).
Se nos presenta el rostro dulce de Cristo y llegan hasta nosotros los haces de luz que parten de su corazón e iluminan, calientan, señalan el camino e infunden esperanza. ¡A cuántas almas ha consolado ya la invocación «Jesús, en Ti confío» (Diario, 47), que la Providencia sugirió a través de sor Faustina! Este sencillo acto de abandono a Jesús disipa las nubes más densas e introduce un rayo de luz en la vida de cada uno.
Tiempo de oración en silencio
Canción: Fuente de la vida eterna
Fuente de vida eterna,
de Ti quiero yo beber
muestra el corazón abierto,
déjame saciar mi sed.
CORAZÓN DE JESUCRISTO,
FUENTE ETERNA DEL AMOR
QUIERO ESTAR SIEMPRE CONTIGO
ABRASA MI CORAZÓN.
Fuego de Misericordia
que consumes mi pecado,
enciéndeme con tus llamas,
escóndeme en tu costado.
CORAZÓN DE JESUCRISTO…
Tú que buscas mi consuelo
porque tantos te olvidaron,
concédeme amarte siempre
por los que nunca te amaron.
CORAZÓN DE JESUCRISTO…
Tu corazón es la puerta
del amor que nunca acaba.
Que yo sepa entrar por ella
y perderme en tus entrañas.
CORAZÓN DE JESUCRISTO…
CORAZÓN DE JESUCRISTO
QUE HASTA EL EXTREMO ME AMASTE
QUE YO SEPA HACER CONTIGO
LA VOLUNTAD DE TU PADRE.
CORAZÓN DE JESUCRISTO,
DULCE LOCURA DE AMOR,
DÉJAME PROBAR TU CÁLIZ
Y COMPARTIR TU DOLOR.
Lectura:
Jesús dijo a sor Faustina: «(…) La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a mi misericordia» (Diario, 300). No es un mensaje nuevo, pero se puede considerar un don de iluminación especial, que nos ayuda a revivir más intensamente el evangelio de la Pascua, para ofrecerlo como un rayo de luz a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Como sucedió con los Apóstoles, es necesario que también la humanidad de hoy acoja en el cenáculo de la historia a Cristo resucitado, que muestra las heridas de su crucifixión y repite: «Paz a vosotros». Es preciso que la humanidad se deje penetrar e impregnar por el Espíritu que Cristo resucitado le infunde. El Espíritu sana las heridas de nuestro corazón, derriba las barreras que nos separan de Dios y nos desunen entre nosotros, y nos devuelve la alegría del amor del Padre y la de la unidad fraterna. Cristo nos enseñó que «el hombre no sólo recibe y experimenta la misericordia de Dios, sino que está llamado a «usar misericordia» con los demás: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5, 7)» (Dives in misericordia, 14).
El amor a Dios y el amor a los hermanos son efectivamente inseparables, como nos lo recuerda la primera carta del apóstol san Juan: «En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos» (1 Jn 5, 2). El Apóstol nos recuerda aquí la verdad del amor, indicándonos que su medida y su criterio radican en la observancia de los mandamientos.
En efecto, no es fácil amar con un amor profundo, constituido por una entrega auténtica de sí. Este amor se aprende sólo en la escuela de Dios, al calor de su caridad. Fijando nuestra mirada en él, sintonizándonos con su corazón de Padre, llegamos a ser capaces de mirar a nuestros hermanos con ojos nuevos, con una actitud de gratuidad y comunión, de generosidad y perdón. ¡Todo esto es misericordia!
Fijando nuestra mirada en el rostro de Cristo resucitado, hacemos nuestra la oración de abandono confiado y decimos con firme esperanza: «Cristo, Jesús, en Ti confío».
Tiempo de oración en silencio
Canción: Océano infinito de misericordia
Océano infinito de misericordia
no dejes de romper tuso olas sobre mí,
inunda mi miseria con tu gracia
que mi alma sólo viva para Ti.
Como las rocas del acantilado
mi corazón fue sordo a tu clamor
tu voz sonó en el fondo de mi alma
pero yo no quería oír tu voz.
Y hoy lloro agradecido tu paciencia
y la infinita ternura de tu amor
y empapen las arenas de mi vida
en la dulzura de tu Corazón.
Océano infinito de misericordia
que llenas mi horizonte con tu paz
guárdame junto a Ti para que pronto
yo goce eternamente de tu faz.
Oración:
Como los discípulos de Emaús, te imploramos, Señor Jesús: ¡Quédate con nosotros! Tú divino viandante que conoces nuestros caminos y nuestros corazones, no dejes que nos puedan las sombras de la noche. Sostennos en nuestros cansancios, perdona nuestros pecados, orienta nuestros pasos por la vía del bien. Tú que te has hecho nuestro alimento en la Eucaristía, danos el gozo de una vida plena, que nos haga caminar en esta tierra como peregrinos confiados y esperanzados, con la mirada siempre puesta en los bienes eternos.
Luz en nuestras tinieblas. Quédate con nosotros.
Fuerza en nuestra debilidad. Quédate con nosotros.
Consolador en nuestra aflicción. Quédate con nosotros.
Misericordia en nuestro pecado. Quédate con nosotros.
Paz en nuestra inquietud. Quédate con nosotros.
Esperanza en nuestro desaliento. Quédate con nosotros.
Canción: Pane di vita nuova
Pane di vita nuova
Vero cibo dato agli uomini,
Nutrimento che sostiene il mondo,
Dono splendido di grazia.
Tu sei sublime frutto
Di quell’albero di vita
Che Adamo non potè toccare:
Ora è in Cristo a noi donato.
PANE DELLA VITA,
SANGUE DI SALVEZZA,
VERO CORPO, VERA BEVANDA
CIBO DI GRAZIA PER IL MONDO.
Sei l’agnello immolato
Nel cui sangue è la salvezza,
Memoriale della vera pasqua
Della nuova alleanza.
Manna che nel deserto
Nutri il popolo in cammino,
Sei sostegno e forza nella prova
Per la Chiesa in mezzo al mondo.
PANE DELLA VITA…
Vino che ci dà gioia,
Che riscalda il nostro cuore,
Sei per noi il prezioso frutto
Della vigna del Signore.
Dalla vite ai tralci
scorre la vitale linfa
che ci dona la vita divina,
scorre il sangue dell’amore.
PANE DELLA VITA…
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