26/06/2024

«Humanality», el bastión que busca «domesticar la bestia tecnológica» y volver a mirar la creación

Los jóvenes tienen su primer teléfono a los 10 años -de media-, comienzan a consumir pornografía los 7 y dedican unas cuatro horas al día -al margen del horario escolar- a estar «conectados» a los dispositivos, aumentando con ello el riesgo de depresión y suicidio, según Psychology Today.

No son pocos los gobiernos que, como anunció recientemente el de España, son conscientes de esta realidad y comienzan a aplicar medidas encaminadas a reducir el uso de las pantallas en menores.

Por lo general, los programas dedicados a combatirlo de forma colectiva y organizada son escasos, quedando la capacidad de acción de las familias limitada a la protesta o a la restricción. Algo que, sin embargo, también comienza a cambiar.

Muestra de ello es la creación de Humanality, una iniciativa surgida en 2023 en Estados Unidos a través de los emprendedores Andrew Laubacher y Hope y Justin Schneir.

Su objetivo parece ambicioso -«recuperar la auténtica vida humana y domesticar a la bestia tecnológica«-, pero los promotores de Humanality no dejan de crecer.

Sus orígenes se remontan a 2022. Aquel año lanzaron la beca Unplugged en la Universidad Franciscana de Steubenville, consistente en un programa de renuncia a los dispositivos digitales durante el curso a cambio de 5.000 dólares de ayuda para los estudios. Las 30 plazas fueron cubiertas, otros 50 estudiantes lo hicieron de forma voluntaria y otros centros comenzaron a llamar ante el éxito «integral» de la beca.

A día de hoy, las sedes de Humanality se encuentran asentadas en seis universidades del país: Junto con Steubenville, también están en el Christendom College, en Ave Maria, en la Universidad de Dallas, en el Benedictine College de Kansas y en el Thomas Aquinas College de California.

«Esperamos expandirnos a tantas universidades como sea posible en los próximos años», afirma Laubacher a Catholic World Report.

Dejar las redes, ¿una llamada de Dios? 

Hace unos seis años, Andrew Laubacher era un músico católico extenuado por unas redes sociales que dominaban su profesión y su propia vida.

«En 2018 decidí renunciar a todas mis redes sociales y volver a usar un teléfono plegable. Le dije a mi sello discográfico y a mi manager que iba a hacerlo y me dijeron que sería una decisión horrible. Pero sabía que Dios me llamaba a hacerlo«, detalló a Catholic News Agency.

Tras borrar sus redes y comprar su nuevo teléfono y recuerda que sus relaciones sociales, su salud mental e incluso espiritual se vieron transformadas. Incluso se demostró que abandonar las redes sociales no tenían por qué afectar a su escénica vida laboral.

Entonces conoció a Hope y Justin Schneir, principales responsables de Humanality, iniciada para «remodelar la forma en que interactuamos con la tecnología, fomentando relaciones más saludables y conexiones humanas más auténticas«.

Hoy, Laubacher es su director ejecutivo y observa que los «picos» de ansiedad, depresión, aumento de la soledad o adicción generalizada a la pornografía coinciden con el lanzamiento del Iphone y las redes sociales: el porcentaje de adultos con depresión ha aumentado del 10% en 2015 al 29%, según una encuesta de Gallup de 2023. Según un informe de Common Sense Media, casi 3 de cada 4 adolescentes han consumido pornografía.

«Principalmente desde 2010 ha habido aumentos exponenciales en el suicidio, las autolesiones, los trastornos del estado de ánimo, la ansiedad y la depresión, especialmente entre adolescentes, directamente relacionados con la pantalla frontal que apareció en el iPhone y en Snapchat, Instagram, TikTok o Facebook», denuncia.

Una adicción generalizada y con una raíz legítima

El directivo de Humanality considera que «todos somos adictos a nuestros dispositivos» de alguna forma.

En similares términos se expresa su socio, Justin Schneir, al comparar la vida con un Smartphone con «el anillo de Frodo en el bolsillo». «Cuantas más adicciones ansiamos a través de él, más fuerte es la atracción y más pesada se vuelve la carga», agrega.

Para Laubacher, opciones como la de Humanality son una buena «solución», especialmente al tratar de «cultivar una mayor interacción humana y lo que llamamos el florecimiento humano».

Hope Schneir, otra de las impulsoras del proyecto, observa que parte de la adicción a la tecnología se explica por un «deseo legítimo» de conectar, y que si bien son muchos los que quieren «avanzar a un estilo de vida más desconectado, temen hacerlo solos».

Interactuar con la creación que Dios llamó buena

Ahí es donde radica la importancia del desarrollo del programa de forma comunitaria y las universidades son un buen lugar donde empezar a ofrecerlo a los jóvenes.

«Son conscientes del perjuicio porque lo están sufriendo. Están buscando un grupo para hacer esto juntos«, comenta.

Y algo que pueden hacer es comprometerse por niveles. Así, está el «modo monje«, consistente en no utilizar ningún teléfono móvil o relojes y despertadores analógicos, o el «modo rebelde«, utilizando los llamados dumbphones -teléfonos tontos- para desconectarse de las redes. También se organizan reuniones mensuales para edificar la comunidad dañada por la tecnología, en las que los integrantes comparten sus cambios y avances, hacen marchas y ponencias, noches de fogatas y demás formas de experimentar la vida sin teléfono.

«Al establecer comunidades de personas que caminan juntas hacia un estilo de vida más humano y libre, podemos inspirar y animar a los jóvenes y a las familias a vivir vidas más humanas y libres, interactuando con la realidad y la creación que Dios mismo llamó buena», comenta Hope.

El Club de Humanality de la Universidad Franciscana de Steubenville, Ohio. 

Hay vida después de la tecnología… y antes

Humanality también ofrece a sus miembros un plan para afrontar la vida tras la universidad, en conexión de nuevo con los dispositivos. Y además del día a día en sus clubs y sedes, también se dirigen a interesados «externos» como seminaristas, a los que proporcionan teléfonos funcionales, despertadores analógicos y hasta los antiguos GPS para los coches.

Una vez consolidados en las universidades, los responsables de Humanality manifiestan su intención de dirigirse a colegios en sus primeras etapas e incluso de elaborar «capítulos familiares«.

Antes de concluir, Laubacher aclara que su postura no es anti tecnológica, sino que pretenden  enseñar a las presentes generaciones a «invertir» su tiempo de forma racional y acorde a la propia naturaleza humana, de modo que las «liturgias» del día a día «ayuden al bienestar mental y espiritual».

«Dios nos ha dado el regalo del tiempo. Y diría que la mayoría de nosotros estamos desperdiciándolo a través de diferentes plataformas y dispositivos cuando el tiempo es sagrado. Y el uso que hacemos de ello importa», añade.

Vidas cambiadas: «Me ha devuelto la vida»

A día de hoy, un año después del nacimiento de Humanality y dos después del programa piloto, Unplugged, se puede decir que la iniciativa es real, aplicable y cambia vidas. Lo muestran en su web los propios estudiantes, como María, víctima de los «efectos devastadores» del teléfono desde la secundaria. Ahora, dice, «he aprendido que gran parte de la vida no se trata de ti mismo. Mis ojos y mi corazón se encuentran con las personas y experiencias que tengo delante«.  

También es el caso de Cristina, que encuentra «liberador» poder dejar de preocuparse por su teléfono. «Al principio era incómodo, no tenía nada de qué preocuparme cuando caminaba o estaba de pie sola. Sin embargo, me ha obligado a sentirme más cómoda conmigo misma y ser más consciente de lo que ocurre a mi alrededor», confiesa. Hay casos que incluso han llegado a ver reducido su tiempo de exposición a las pantallas de 7 horas al día a 45 minutos.

Para Hollieann, su nuevo teléfono le ha «devuelto la  vida» y posibilitado tener nuevas amistades: «Las personas son muy diferentes detrás de una pantalla y es agradable dar un paso atrás y mirar el mundo a través de ojos reales y no a través de Internet».

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»