Igual que el Papa Francisco abrió una Puerta Santa en la cárcel romana de Rebbibia en la mañana del 26 de diciembre, también el obispo de Getafe, Ginés García Beltrán, inició el Año Jubilar con más de cien presos en la cárcel de Valdemoro (el centro penitenciario Madrid III).
Oficialmente, el Jubileo en la diócesis de Getafe empieza este domingo 29 a las doce del mediodía, en el Colegio Jesús Nazareno, con una procesión hacia la Catedral y una misa a las 12.30 horas. Pero el obispo quiso adelantar un gesto de cercanía con los reclusos y este 26 de diciembre abrió de forma simbólica una puerta en la cárcel del sur de Madrid, en una celebración preparada por los voluntarios de la Asociación Entre Pinto y Valdemoro.
A través de una pantalla, los presos de Valdemoro pudieron seguir la apertura de la Puerta Santa de la cárcel italiana y han escuchado la homilía completa que el Pontífice pronunció allí.
La puerta es el corazón, la llave la tienes tú, el Niño entra
Después, el obispo Ginés les dijo, en el salón de actos de la prisión: «Un año jubilar es un año de gracia, un año de liberación. Y la Iglesia nos invita a mirar donde está la verdadera gracia y donde está también la verdadera liberación. Aquí no tenemos una Puerta Santa como en San Pedro, ni siquiera como en la cárcel de Roma. Sí que posiblemente tenemos una llave, y uno puede preguntar: ¿para qué quiero llave si no tengo puerta? Porque yo creo que lo ha dicho el Papa de alguna manera, todos sí tenemos una puerta, que es la puerta de nuestro corazón».
El obispo planteó luego: “Fijaos, la cárcel puede ser un lugar para el mal, pero también puede ser una oportunidad para el bien». «En medio de esa montaña de motivos para la desesperanza, se mete una niña pequeñita que no hace ruido, que no ocupa mucho lugar, pero que después se hace grande, que se llama esperanza”, ha afirmado en el salón de actos de la prisión.
Y añadió, citando al Papa y a Romanos 5,5: «La esperanza nunca te defrauda. Lo más triste y lo que más puede matar a un hombre, no es estar en la cárcel o no estarlo. Lo que puede matar a un hombre es haber perdido la esperanza, sea en la cárcel o sea fuera de la cárcel”.
Y exhortó: «Dejemos que la esperanza venga a mi corazón, que no me deje cerrar. Bastantes puertas cerradas hay en la vida. Bastantes puertas cerradas hay aquí para que encima también yo ponga rejas en la puerta de mi corazón«.
Al final, añadió que esa «esperanza que no se acaba nunca» es «Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, el que ha nacido de la Virgen María en Belén».
Tras la Eucaristía, los presos se acercaron al altar, a adorar al Niño Jesús, cuya imagen sostenía el obispo entre las manos.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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