Jacques Philippe, sacerdote francés de 76 años, miembro de la Comunidad de las Bienaventuranzas, es un autor de literatura espiritual muy popular, apreciado entre católicos de distintos movimientos y tendencias. Sus libros los suele editar Rialp (aquí muchos de ellos). No se cansa de animar a orar con constancia y confianza, aunque sea 15 minutos al día, e insiste en que la vida cristiana no es algo «complicado».
Ha estado en Madrid para impartir un retiro a unos 80 sacerdotes en la parroquia del Cristo de la Victoria, otro para laicos en la de San Juan de la Cruz, y un acto más académico en la Universidad Villanueva, con el Foro Omnes. Recibe al periodista, que llega ajetreado y acelerado, y trata de responder con tranquilidad y serenidad. Cuando se lo llevan para comer, pone cara triste, como si quisiera poder decir muchas cosas más y sin prisas. Predica la sencillez en un mundo enloquecido.
– Cuando usted habla de que la fe no es algo complicado, mucha gente alza la cabeza y escucha…
– [Se ríe] Es que vivimos en un mundo complicadísimo y necesitamos sencillez. El Evangelio es sencillo. Es el hombre quien es complicado. Quizá se han añadido demasiadas cosas a las explicaciones religiosas. Es importante volver a la simplicidad del Evangelio. Es un mundo complicado, la gente añade además sus complicaciones psicológicas… Pero es posible seguir el camino del Evangelio.
»Santa Teresita de Lisieux es un ejemplo luminoso. Ayudó a mucha gente con su «caminito» de sencillez. No es algo barato, no disminuye la riqueza del evangelio ni del amor de Dios, pero nos permite entender qué es lo esencial, los puntos fundamentales para insistir. Nos presenta el camino de la vida cristiana como algo efectivamente accesible. Por eso el Papa recomendaba a Teresita en una exhortación hace unos días. Es un buen camino de santidad para nuestra época.
– Habla de sencillez, pero en sus libros usted también pide constancia…
– Creo que es una experiencia hermosa. Cuando uno es fiel se deja conducir por el Espíritu Santo. Cuando uno es fiel acepta las pruebas con sencillez, y poco a poco se despoja uno de muchas preocupaciones humanas. Dios nos quiere sencillos, que volvamos a la gracia de los niños pequeños. La forma en que Dios se nos da ¡tampoco es complicada! No hay que cumplir cincuenta mil requisitos para acoger a Dios. Basta con creer, esperar y amar.
– Me dicen que en este retiro habla usted de la paternidad espiritual de los sacerdotes. Pero ¿acaso un padre no necesita tiempo para escuchar a sus hijos? Y los sacerdotes van ajetreados y tienen muchos feligreses…
– Creo que hay muchas formas de ser sacerdote y de ejercer esa paternidad espiritual. Sí, algunos pueden estar más disponibles para escuchar, otros menos. Pero escuchar es algo que depende del corazón, es prestar atención al otro, animar, ser testigo de la misericordia de Dios, ayudar a cada uno con un amor único, que es como nos ama Dios. No hay un modelo único de paternidad y escucha. Pero siempre nace de adquirir el Corazón de Jesús y su mansedumbre.
»Luego habrá distintos estilos al predicar, en el trato personal, al organizar la parroquia, pero el corazón lleno de misericordia es el que se expresará en todos los actos. Es cierto que para tejer más vínculos personales hay que tener cierta disponibilidad de escucha, aunque sea en la confesión. Pero al final, diría que la verdadera paternidad nace de la intimidad con Dios en la oración.
– En una época de padres ausentes, o escondidos, ¿qué nos aporta la figura de San José?
– San José es, sin duda, una hermosa forma de paternidad, tanto más pura cuanto que Jesús no era su hijo. Eso nos recuerda que la paternidad no consiste en poseer, sino en ponerse al servicio de la vocación del otro, del proyecto de Dios para otro. Otra cosa hermosa de San José es que es silencioso, no ocupa el primer lugar. Él supo tomar buenas decisiones en momentos clave, cuando Dios le pedía cosas nada previsibles.
» San José fue capaz de dejarse conducir por el Señor en los acontecimientos y tomar decisiones buenas para María y para Jesús, para los que se le habían confiado. Vale la pena invocar su intercesión. Todo el que ejerza algún tipo de paternidad puede ponerse en manos de San José. Teresa de Ávila decía: «las personas que desean una vida de oración profunda, bueno es que se pongan en manos de San José, que podrá ayudarlas».
– Esta semana hemos sabido que, por primera vez, el año pasado nacieron en España más niños de madres solteras que casadas. Hay gente que llega a la fe en familias muy desmanteladas o frágiles y aunque tenga fe se desanima…
– La sociedad está como está y hay que tomarla como es, aunque se haya alejado mucho de los valores evangélicos. No se va a arreglar de un solo golpe. Pero Dios no nos abandona. No importa tu contexto social o personal, con tus sombras y tus fallos: si te pones en manos de Dios hoy, si vives una relación profunda con el Señor, Él hará cosas en tu vida.
»Quizá no tengas una familia clásica, pero aún puedes servir a Dios, puedes amar a las personas de tu entorno, puedes dar testimonio del amor de Dios, vivir cierta fecundidad en obras. Jesús dice: «Os he llamado para que deis fruto en abundancia». Eso es verdad para todos, nadie está condenado a la esterilidad. Si te dejas guiar por el Espíritu Santo, darás fruto, aunque quizá sea de formas poco clásicas.
-Hablamos de paternidad espiritual, pero en Francia, y en otros sitios, muchos clérigos han cometido abusos espirituales, de conciencia, de manipulación… Es difícil confiar en estos días.
– Es cierto que la Iglesia vive ahora un trabajo de purificación y conversión. El ejercicio de autoridad debe estar más orientado a servir. Pero aún hay mucha gente de Iglesia en la que podemos confiar. Y podemos confiar en la Iglesia en sí, porque no es un proyecto humano. El Espíritu Santo sabe renovar la Iglesia.
»Incluso una comunidad donde ha habido problemas puede renovarse, no necesariamente es una mala comunidad. Creo que la Iglesia hoy se esfuerza mucho para que las comunidades sean más fieles al Evangelio. Pero tampoco seamos ilusos, el mal y el pecado siempre existirán. El mismo Jesús pide que no intentemos arrancar toda la hierba mala, porque puede dañar también al grano bueno, y pide esperar. Hay que aceptar una cierta coexistencia del bien y el mal.
»Y siempre ha habido santos haciendo cosas hermosas, incluso en las peores épocas. Han surgido santos incluso de comunidades horrendas. Vale la pena hacer reformas para mejroar, pero una Iglesia perfecta nunca va a llegar. Lo que la Iglesia siempre va a tener son sus medios para santificarnos: la Palabra, los sacramentos, lo que se necesita para crecer en santidad.
– ¿Qué le parece la distinción que suele hacer el Papa entre el pecador y el corrupto, el que se instala cómodo en el mal?
– No es un tema que yo haya estudiado. Pero la Gracia puede trabajar en todas partes. Hay un misterio de libertad humana, pero vale la pena rezar para que el corrupto se convierta algún día. Nuestras oraciones tienen importancia. Santa Teresita de Lisieux rezó por un hombre que era un asesino muy cerrado a la fe y se convirtió en el último momento. No hay que desesperar nunca.
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