16/09/2024

Jesús, el mayor tesoro

Cuando decimos que “solo Dios basta”, estamos reconociendo que solo hay un absoluto y que por tanto todo lo demás es relativo. Para el hombre, lo único absoluto es su destino eterno: vida o muerte; por eso se nos invita a vivir en este mundo con la conciencia de que somos peregrinos en camino hacia nuestra morada definitiva. En cada paso de la historia nos orientamos hacia una u otra meta: vida o muerte, de tal manera que como nos enseñan los santos, los bienes de este mundo y los afanes que nos ocupan día tras día, adquieren su sentido a la luz de lo definitivo, lo eterno y absoluto.

Ayer escuchamos como el joven rico se fue triste, porque no fue capaz de elegir a Jesús y la vida que él le ofrecía por estar atado, excesivamente apegado a sus bienes de este mundo. No se nos dice cuál fue la reacción de Jesús, pero probablemente se quedase aún más triste que el joven. De hecho, sí tenemos constancia de lo que dijo: “¡qué difícil le va a ser a los ricos entrar en el reino de los cielos!”. Como en tantas otras ocasiones estas palabras no son una amenaza sino la constatación de una realidad. el reino de los cielos, del cual podemos vivir ya como ciudadanos en este mundo, es solo una propuesta, no una imposición. Podemos elegirlo o rechazarlo, y el drama de los ricos consiste en estar tan entretenidos con sus propios negocios que pierden el más importante de su vida por rechazar a Cristo y rechazar su reino.

Cuando hemos conocido gente más sencilla y pobre de lo que es normal en nuestra sociedad hemos podido constatar, y no entramos aquí a valorar la razones, que reciben a Jesús y lo acogen en su vida con infinita gratitud y alegría. En ese sentido, Jesús es “evangelio”, una buena noticia para su vida. Por el contrario, en tantas ocasiones comprobamos como para quien se siente satisfecho y autosuficiente, Jesús resulta irrelevante cuando menos, si no directamente molesto e incómodo, por eso qué peligro tan real como sutil supone asesorar tesoros en la tierra y amasar bienes en esta vida, cuando eso nos hace sentirnos falsamente seguros y no nos permite reconocer la ausencia de Dios como ausencia. Por el contrario, tal y como Jesús señala a Pedro, los que eligen a Cristo y por tanto su misión, su proyecto, su reino, experimentan que ninguna renuncia es comparable con la alegría de ganarle a Él Nada, se compara con el regalo que supone tenerle a él en el primer lugar de nuestro corazón.