Eneida Martínez fue criada como hija de madre soltera, en el fuego cruzado de las guerras de bandas en Colombia. Para ella, era normal contemplar las matanzas y asesinatos de camino al colegio. No tardó en perder la inocencia, comenzando una vida de dolor y desórdenes que le llevó a abortar, pero también a luchar por la vida: su testimonio ya está salvando a bebés y mujeres, como sucedió recientemente con una joven que iba a abortar en la clínica Dator (te contamos el caso aquí). Cuando una voluntaria de la campaña en curso de 40 Días por la Vida le contó la historia de Eneida, la mujer tomó la decisión de seguir adelante con su embarazo.
Marcada por la ausencia de una figura paterna, con una madre prácticamente ausente y viviendo de casa en casa, cuenta al canal de YouTube de Mater Mundi que la rebeldía fue su mejor recurso para mitigar el dolor.
Una rebeldía que no encontró la cortapisa de una firme educación en la fe. De hecho, su única influencia al respecto era su abuelo, que como mucho le llevaba de vez en cuando a misa y le hacía recordar la primera comunión que un día hizo gracias a su madre.
Con solo 13 años, sin un vínculo firme con sus padres, carente de toda educación afectiva o de los límites que proporciona la fe, Eneida no vio nada de raro en comenzar su primera relación y marcharse de casa.
Madre muy joven, rebelde y sin apoyo
«De esa relación nació mi primer hijo, al que tuve a los 16. Mi novio decidió irse a los 20 años, yo ya había tenido al bebé y empecé a sufrir violencia física y la falta de apoyo. Él se iba, estaba meses sin verlo y cuando volvía era para maltratarme», recuerda.
La situación se volvió insostenible. Su hijo tenía cuatro años cuando decidió terminar con aquella relación tóxica y comenzó a albergar «un fuerte rechazo a la maternidad» como consecuencia de la falta de amor.
Joven, rebelde y sola, con su madre cuidando al pequeño, Eneida se fue a vivir «sin Dios ni ley la vida en el mundo».
Pronto conoció a un chico, con el que salió un par de veces. Saber que estaba nuevamente embarazada fue como un jarro de agua fría, especialmente con otro padre que, de nuevo, se desentendió del embarazo.
La madre de Eneida le dio todo su apoyo para criar al hijo. Entonces estaba muy lejos de pensar si quiera en el aborto.
Viviendo «en la oscuridad» sin Dios ni ley
Pero había hecho de «la oscuridad» su nuevo hogar: aunque nunca lo había hecho, empezó a «alcoholizarse» al ver que atenuaba su dolor y «estaba mejor» y dejó a sus hijos «prácticamente abandonados» con su madre, limitándose a enviarles el dinero que necesitasen.
Con 22 años, Eneida era «una mujer hecha y derecha» y se podía decir que había tenido varias vidas.
Una nueva empezó en 2019, cuando viajó a España nuevamente «sin Dios ni ley«, pero esta vez también «sin familia».
Eneida, bautizando a uno de sus hijos.
La historia se repitió, como si fuese sacada del mismo molde. Conoció a un chico, ella retomó el «Dios a su medida» y se «manipuló» a sí misma, convenciéndose de que era una persona puesta por Dios. Tras irse a vivir con él, se abrió nuevamente la herida, aparecieron los maltratos, intentos de suicidio y ansiedad… y un nuevo embarazo. Y otra vez obtuvo la misma respuesta del padre: «No es mi problema».
«Como quitarse una muela»
Pero esta vez estaba sola, sin apoyo. Solo contaba con la ayuda del hombre que la maltrataba y se desvincularía de su próximo hijo. Así que la opción del aborto comenzó a ser plausible. Ya no era algo tan lejano.
Mismamente, desde el ámbito legal. Aunque no menciona el nombre de la clínica, Eneida recuerda que cuando entró por primera vez al lugar «donde se muere el corazón» y pidió información, el no tener documentos «no fue un problema».
Sin dinero, carné, seguridad social… «No pasa nada, yo te hago todo, tú firmas y vas a la cita»; le respondió la trabajadora.
Y «desafortunadamente», llegó el día. Estaba nerviosa, buscando «caras amables» que le apoyasen. También buscaba respuestas que le eran negadas por todos. Tan solo encontró respuestas en la sala de espera, cuando una chica que «repetía» le dijo que le acostarían y que «cuando despertase, el periodo `estaría de vuelta´«. Según la trabajadora del centro, sería «como quitarse una muela».
Pero esa falta de consecuencias no era lo que veía en otras jóvenes que salían del quirófano, demacradas, en silla de ruedas y con hemorragias.
«En el lugar donde muere el corazón de la madre»
Cuando le tocó a ella hacerse la ecografía, dieron la vuelta a la pantalla y bajaron el volumen del latido fetal.
«¿Por qué no puedo mirar?», preguntó. Silencio.
«¿No te han dado un sobre? ¿No lo has leído? Aquí se hace silencio. No se pregunta«, le dijeron más tarde.
Eneida solo quería llorar. El corazón le palpitaba mientras se limitaba a obedecer, ponerse la bata que le ofrecían en la clínica y esperar donde recordaría siempre como «el lugar donde a una se le muere el corazón».
«Cuando entre, hicieron lo mismo. Me acostaron sin dejarme mirar la escena catastrófica de mi vida, pensando que me iban a desangrar y preguntando mientras me regañaban por hacerlo», recuerda.
Era el turno del anestesiólogo, que le puso una dosis intravenosa que la aturdía. Pero empezó a sentir como el aborto comenzaba y con ello, un gran dolor.
El amor de Dios y María al borde de la muerte
«No está dormida«, le dijo la enfermera al médico.
La joven recibió una nueva dosis de anestesia y lo siguiente que recuerda es despertar en una ambulancia, sola, convaleciente de camino al hospital en «la escena más fuerte» que recuerda.
El daño estaba hecho. Su hijo ya no estaba, pero ella estuvo cerca de perder la vida. Pasó diez días ingresada, rodeada de una tribulación, angustia y dolor que solo interrumpió una enfermera con un regalo para ella.
«No te preocupes. Dios todavía te ama y la Virgen todavía te espera«, le consoló después de entregarle un rosario. De inmediato sintió una «gran vergüenza con la Virgen», ante la que se mostró arrepentida.
Poco después de su aborto, Eneida fue consolada por una enfermera que le dio un rosario y le aseguró que la Virgen seguía esperándola. Entre otros lugares, encontró paz y ayuda para mantener a sus otros hijos en Hogar de María.
Pero pasados los días, terminó de recuperarse de la hemorragia. Ahora era como una de las miles de «muertas en vida» que, tras abortan se encuentran «como en un limbo, perturbadas».
Pero ella tenía dos hijos. Tenía que seguir adelante. Así que decidió «echar tierra» sobre el pasado, ocultarlo y comenzar una nueva vida.
Vuelta a empezar, pero con «diosidencias»
La historia se repitió. Conoció a otro chico, trató de llenar su vacío con él, comenzó una relación de siete meses, sufrió maltratos… y supo que estaba, de nuevo, embarazada.
Pero estaba decidida a no repetir el mismo capítulo de su vida y, por el contrario, «encaminarse en la fe y volver a ser la que era». Ahora tenía buenas consejeras, algunas amigas cristianas que de inmediato la dirigieron a 40 Días por la Vida.
«Me pareció extraño cuando me llamó Ana (una voluntaria). Habló conmigo. Siempre pensé que era muy difícil que a una mujer le feliciten por estar embarazada, pero ella lo hizo y me pareció sorprendente. Y mis amigas en la fe me decían lo mismo, que era una bendición«, recuerda con sorpresa.
«No estás sola. Podemos ayudarte»
«No vas a estar sola. Rezaremos por ti, te vamos a apoyar y estarás bien», le dijo la voluntaria de 40 Días por la Vida, actualmente en plena campaña de oración de otoño ante las clínicas.
Inscríbete aquí en la campaña de oración de 40 Días por la Vida para rezar por más madres como Eneida: ya son (al menos) 186 los bebés salvados en esta campaña, que finaliza el 5 de noviembre.
A 40 Días le siguieron otras organizaciones como Hogar de María o Lazos de Amor Mariano.
Voluntarias de 40 Días por la Vida rezando ante la clínica Dator en una de sus campañas de oración.
«Siempre me apoyaron. Cuando estaba de tres meses, decidí tener a este bebé, ser fuerte y decirle radicalmente a Dios que estaba en sus manos, pidiéndole perdón por mis errores y prometiéndole que confiaría y le sería fiel», recuerda.
Por último, Eneida se confesó, sumando a su cartera de «apoyos» el de la misma Iglesia. Junto con 40 Días, Lazos de Amor Mariano o Hogar de María, recuerda su ayuda como «una forma de levantarme» hasta que nació su bebé, Mariana, hoy de 4 meses.
Concluye dedicando un mensaje «a todas esas mujeres que están aquí en España o en otros países» y que se plantean abortar: «Tenéis apoyo. Están las fundaciones de ayuda. Yo no quise ver más allá, pero el Señor está ahí«.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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