Este sábado falleció, a los 90 años de edad, Juan María Uriarte, obispo emérito de San Sebastián, a consecuencia de un ictus que le mantenía hospitalizado en el Bilbao desde hacía una semana. La misa exequial tendrá lugar este lunes a las cinco de la tarde en la basílica de Nuestra Señora de Begoña, en la capital vizcaína, por expreso deseo del difunto. Será enterrado en su pueblo natal de Frúniz y el martes se oficiará un funeral en la catedral del Buen Pastor de San Sebastián, que presidirá su actual pastor, Fernando Prado.
De esta forma se rezará por su alma en las dos sedes vascas a las que estuvo vinculado como obispo. Ordenado sacerdote en 1957, fue auxiliar de Bilbao entre 1976 y 1991, y tras su paso por la diócesis de Zamora (periodo durante el cual presidió la comisión del Clero en la conferencia episcopal española), en el año 2000 fue designado para sustituir al polémico José María Setién al frente de la diócesis de San Sebastián. En 2009, Benedicto XVI aceptó su renuncia por edad y nombró como sucesor al actual obispo de Orihuela-Alicante, José Ignacio Munilla.
Tras su muerte, monseñor Prado ha afirmado que le enseñó «la importancia de cuidar la vida interior y de la oración constante, como aquello más necesario en la vida de todo sacerdote».
También el obispo de Bilbao, Joseba Segura, quien le ha reconocido como su «padre espiritual», ha destacado su vida de oración: «En seguida se nota quién reza más y quién reza menos, y Juan Mari ha rezado mucho, hasta el último momento, y la vida de oración era un elemento importante de cada día y le dedicada horas«.
Mediación con ETA
Más allá de su actuación intraeclesial, monseñor Uriarte fue una personalidad muy relevante en la sociedad española en los años del terrorismo de ETA. Sucedió a monseñor Setién y, aun sin llegar al radicalismo abertzale de su predecesor, también fue acusado de equidistancia entre la banda criminal y la respuesta de la sociedad agredida. Sobre todo, a raíz de la carta pastoral Hermanos y amigos de los presos, firmada el 25 de diciembre de 1990 por los obispos de Bilbao. Ese año ETA había asesinado a 25 personas y al año siguiente asesinaría a otras 46, lo que no impidió que sus miembros encarcelados recibiesen una consideración que las víctimas del terrorismo consideraron hiriente, pues se referían a los «presos llamados políticos» (solo ETA y su entorno ideológico los llamaba así) preguntándose «con motivo» «si son debidamente conocidos, si son siempre respetados, si no son con frecuencia manipulados».
Uriarte, que en cualquier caso sí rechazaba los atentados de ETA, se entrevistó en 1998 con Jokin Etxeberria, enviado por el dirigente Mikel Albizu, alias Antza, como parte de los contactos con la banda del Gobierno de José María Aznar. El fracaso de esa iniciativa llevó al obispo a nuevas declaraciones que equiparaban a las partes, atribuyendo el fiasco a los «maximalismos e impaciencia» de los terroristas y a la «inflexibilidad» del Estado.
Fue evidente su sintonía con los planteamientos del nacionalismo vasco, también respecto a «la paz», y así, en 2002 firmó (lo hicieron igualmente los obispos de Bilbao y Vitoria) la carta pastoral Preparar la paz. En el año en el que ETA asesinó a cinco personas (entre ellas una niña de seis años, hija de un guardia civil), el texto mostraba la preocupación de los prelados por las «consecuencias sombrías» de la «ilegalización de Batasuna» (brazo político de la banda) para la «convivencia» y la «causa de la paz».
Por su contribución a dicha causa, monseñor Uriarte recibió en 2013 el Premio Sabino Arana, que entrega la fundación del mismo nombre, que homenajea al fundador del nacionalismo vasco.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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