Santa Rosa de Viterbo (1233-1252) vivió 18 años a pesar de padecer el gravísimo síndrome de Cantrell, que pronostica una supervivencia de meses. Quiso ser religiosa, pero su salud se lo impidió, por lo que se entregó desde muy pronto a la penitencia y a la caridad. Cada 4 de septiembre, Viterbo (Lacio) la celebra como patrona, y la noche anterior saca en procesión por sus calles una torre de luces, impresionante por su peso y altura, coronada por su imagen.
Al mismo tiempo, la ciencia la estudia como un caso único, habiendo merecido dos artículos en la revista británica The Lancet, referencia mundial en el ámbito médico.
Lorenza Formicola ha recordado esta historia en el mensual italiano de apologética Il Timone:
El misterio del corazón de Santa Rosa
El síndrome de Cantrell es una enfermedad muy rara: cinco casos por cada millón de nacimientos. Poquísimos son los que llegan a un año de edad. También conocida como pentalogía, esta enfermedad afecta a cinco partes del cuerpo: la pared abdominal, el diafragma -el músculo que divide la cavidad del tórax de la abdominal, determinante para respirar correctamente-, el esternón, el pericardio y el corazón. En 1233, nació en Italia una niña que era portadora de dicha enfermedad y que, sin ninguna intervención quirúrgica correctiva, consiguió sobrevivir hasta los 18 años.
A día de hoy, la literatura médica mundial solo recoge 36 personas que, afectadas por anomalías en el esternón, hayan sobrevivido unos meses. Y solo en dos casos la vida pudo alargarse, mediante intervenciones quirúrgicas y porque no sufrían la forma completa de pentalogía. En cambio, hay un único caso de supervivencia a esta enfermedad, tan excepcional como para merecer su publicación en una de las dos revistas médico-científicas más autorizadas, The Lancet.
Es la historia de Santa Rosa de Viterbo, la niña que ha desafiado las certezas médico-científicas de todos los tiempos. Su corazón, intacto 700 años después, es el resto anatómico con cardiopatía congénita más antiguo conocido. «Es un milagro que, con esa malformación, Santa Rosa haya vivido 18 años sin ninguna intervención, por otro lado impensable en aquellos años», explica Bruno Marino, director de la Unidad de Cardiología Pediátrica del Policlínico Umberto I de Roma. Si tenemos en cuenta los escasos medios del siglo XIII, las posibilidades de supervivencia de la pequeña Rosa eran casi nulas. Y sin embargo, a pesar de esa discapacidad letal, vivió casi dieciocho años en primera línea. Un existencia con un alcance tal que su culto se difundió, en la época de los grandes descubrimientos, hasta Suramérica.
«Me acogeréis cuando esté muerta»
Rosa nació en 1233 en el seno de una familia de profunda fe cristiana. Dócil a la acción de la Gracia, intenta ser aceptada en las clarisas en tres ocasiones, pero debido a su débil salud no es aceptada. Muy triste, profetizará: «No me habéis querido estando viva, me acogeréis cuando esté muerta». Y así será.
En el siglo XIII, época de herejías, guerras y turbulencias que sacuden a la Iglesia, Viterbo no es una excepción, martirizada como estaba por las luchas políticas entre güelfos y gibelinos. Los católicos tienen que salir de la tibieza que los aflige, confundidos por los privilegios concedidos por el emperador y por propuestas heréticas como el catarismo. La vida de Santa Rosa se injerta en este contexto.
Santa Rosa de Viterbo, en un óleo del siglo XVIII de autor desconocido que la representa sobre el fuego, en una prueba que pasó para lograr la conversión de una hereje.
Transforma su habitación en una celda y transcurre su tiempo en la más alta contemplación y las penitencias más duras. Sin embargo, su vida también es muy activa, a pesar de la terrible patología que sufría. Con un crucifijo entre las manos caminaba por las plazas y calles de Viterbo hasta desgastarlas; se dedicaba en cuerpo y alma a un apostolado hecho también de análisis políticos del especial contexto histórico en el que vivía.
Como modelo tenía al cruzado Luis IX, rey de Francia, que fue posteriormente canonizado. La expulsaron de Viterbo porque en la lucha entre el Papa Inocencio IV y el emperador Federico se alineó con el Papa e invitó a sus conciudadanos a comportarse igual.
Volvió a la ciudad solo después de que esta estuvo de nuevo bajo el poder papal. Hizo dos profecías que, al verificarse, dejaron fuertemente impresionados a sus contemporáneos: la muerte del emperador Federico II y su vuelta a Viterbo.
Según la tradición popular, durante el asedio de la ciudad por parte de las tropas de Federico II, en los muros de Viterbo había una joven que transportaba piedras para la defensa y que por esto fue herida por una flecha en el brazo izquierdo. El estudio del cuerpo de santa Rosa documenta una herida de flecha en su brazo izquierdo: ¡la joven era ella!
Las crónicas también cuentan que, al ser de pequeña estatura, un día, para que la escucharan mejor, se subió a una piedra: esta, de forma milagrosa, se elevó de tal modo que todos pudieron verla. Y, siempre dispuesta a defender la ortodoxia contra las herejías de la época, en la plaza de Vitorchiano salió ilesa de un fuego que habían preparado para ella, causando la conversión de una patarina herética.
Cuerpo incorrupto (con la última comida)
Cuando muere, en 1251, su cuerpo es enterrado, sin ataúd, directamente en el terreno que rodea la iglesia de Santa María in Poggio. Seis años después, el Papa Alejandro IV soñó en tres ocasiones con una joven enterrada en la tierra que le pedía ser trasladada al Monasterio de la Damas Pobres de San Damián, el convento de las clarisas donde Rosa había deseado entrar cuando vivía. Se realizará así su profecía.
El Papa se encargó del triunfal traslado del cuerpo, absolutamente incorrupto, a la cercana iglesia de San Damián, que con el tiempo se convirtió, para los habitantes de Viterbo, en el «templo de Santa Rosa», y dio inicio al proceso canónico. En 1357, cien años después de la traslación, un incendio destruye la urna de la santa y el cuerpo toma el característico color oscuro que se puede ver hoy, pero, milagrosamente, se salva por completo.
Actualmente santa Rosa es una «momia natural«, bien conservada, que se remonta al siglo XIII.
En 1921 se llevó a cabo un primer reconocimiento del cuerpo, durante el cual se extrajo el corazón. En 1996 se hace indispensable un segundo reconocimiento. Participa en ella Luigi Capasso, médico ortopédico y profesor de antropología de la Universidad Gabriele d’Annunzio de Chieti, en esa época ya conocido como paleontólogo, que no se lo cree: había visto antes cuerpos momificados, pero el de Santa Rosa es tan único que parece artificial y falso. Tras realizar varias pruebas (TAC, resonancia magnética, recogidas de muestras biológicas), solo quedó el conmovedor descubrimiento: lo que tenía ante sí no era una falsificación, sino el cuerpo perfectamente conservado de una adolescente.
El esqueleto íntegro, la perfecta conservación de los órganos internos, la ausencia de contaminación por microbios: aunque había estado enterrada en una fosa común en la tierra desnuda, no había sufrido los habituales fenómenos de putrefacción. En el intestino había, incluso, los restos de su última comida (granos de uva, utilizados en esa época en las pócimas y tisanas para las enfermedades respiratorias).
Casi doscientos milagros
Se vio entonces la agenesia esternal, es decir, la falta desde el nacimiento del hueso del esternón: las costillas que se articulan para permitir los movimientos de la jaula torácica muestran en la extremidad una forma umbilical, es decir, no tienen esos signos característicos de corte que habría que esperar en el caso de una extirpación practicada después de la muerte de la joven. La radiografía de tórax causó sensación y dio la vuelta al mundo, conquistando en 1999 la portada de The Lancet.
Radiografía torácica de Santa Rosa de Viterbo. The Lancet.
En 2010, en la misma revista, el profesor Bruno Marino publicó nuevas pruebas científicas sobre la peculiaridad del corazón de Rosa (custodiado hoy en un relicario).
Corazón de Santa Rosa de Viterbo. The Lancet.
En el proceso de canonización de 1457 se informa de casi doscientos milagros acaecidos por intercesión de la joven.
Viterbo conserva una relación absolutamente especial con su santa patrona. A Rosa está dedicado el traslado de la «macchina« que, la noche del 3 de septiembre, recuerda la traslación del cuerpo al santuario.
El traslado de la ‘macchina’ por los ‘facchini’ de Viterbo: 5,1 toneladas transportadas por cien hombres por las empinadas calles de la ciudad. Es una torre iluminada que mide casi 29 metros y está coronada por la imagen de Santa Rosa. Cada cinco años se encarga la construcción de un nuevo modelo. En 1986 se rozó la tragedia cuando la estructura se inclinó peligrosamente a ambos lados (abajo, a partir del minuto 2:10):
La «macchina» de Santa Rosa recorre, iluminada y altísima, la calles de la ciudad, sostenida por la fuerza y la fe de cien «facchini» [faquines]: se renueva así, cada año, el vínculo especial entre la ciudad y su santa niña, que sigue protegiendo a todos desde el santuario situado en la colina de San Marcos.
Traducido por Verbum Caro.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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