Hemeroteca Laus DEo06/11/2021 @ 19:26
«Mira, hija Mía, Mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos los que, durante cinco meses, en el primer Sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante quince minutos, meditando en los Misterios del Rosario con el fin de desagraviarme les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación»
De esta manera se dirigía Nuestra Señora a Sor Lucía Dos Santos; acontecía la celestial revelación en la ciudad gallega de Pontevedra, era el 10 de Diciembre de 1925 y entonces, la que había sido vidente de la Virgen en Fátima, junto a sus primos Jacinta y Francisco, se preparaba ahora para ser Esposa de Cristo, como religiosa dorotea.
Años atrás, en la aldea de Fátima, cuando Lucía y sus primos eran unos niños, habían sido bendecidos con las visitas de la Madre de Dios; en la Aparición del 13 de Junio de 1917, Nuestra Señora les mostró la terrible visión del lugar de penas eternas… «Habéis visto el infierno -les dijo la Virgen- a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la Devoción a Mi Inmaculado Corazón.» Fiel a la Voluntad de Dios, la Virgen Santa se manifiesta a una Lucía ya adulta para hacerle cumplir con el pedido que otrora le formulara en Fátima, «Para impedir la guerra vendré a pedir la Consagración de Rusia a Mi Inmaculado Corazón y la Comunión Reparadora de los Primeros Sábados…» (13 de Julio de 1917).
En la última entrevista fiable que se realizó a Sor Lucía, ésta volvería a reafirmar su Misión de propagar la Devoción al Inmaculado Corazón de María. Fue el Padre Agustín Fuentes Anguiano, quien el 26 de Diciembre de 1957, en calidad de Postulador de la Causa de Canonización de Francisco y Jacinta, tuvo acceso a hablar con Sor Lucía, en un locutorio de la clausura del Monasterio de San José de Coimbra, donde ahora vivía como carmelita descalza.
Sor Lucía desveló al Padre Fuentes que «mis primos Francisco y Jacinta se sacrificaron porque vieron siempre a la Santísima Virgen muy triste en todas sus apariciones. Nunca se sonrió con nosotros, y esa tristeza y angustia que notábamos en la Santísima Virgen, a causa de las ofensas a Dios y de los castigos que amenazaban a los pecadores, nos llegaban al alma…» También aseguró Sor Lucía que «el demonio está librando una batalla decisiva con la Virgen y una batalla decisiva, es una batalla final en donde se va a saber de qué partido es la victoria, de qué partido es la derrota. Así que ahora, o somos de Dios, o somos del demonio; no hay término medio.»
El Padre Agustín Fuentes dijo que Sor Lucía le aclaró que la Virgen «me dijo, tanto a mis primos como a mí, que dos eran los últimos remedios que Dios daba al mundo; el Santo Rosario y la devoción al Inmaculado Corazón de María. Y, al ser los últimos remedios, quiere decir que son los últimos, que ya no va a haber otros.»
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