Hemeroteca Laus DEo04/04/2022 @ 00:50
Del Sermón del III Domingo de Cuaresma
En el Concilio Vaticano II cambiaron todo, empezando por los Sacramentos, que dependen del Episcopado, que es el Sumo Sacerdocio, son inválidos: los sacerdotes modernos son inválidos, los obispos modernos son inválidos, la confirmación moderna es inválida… ¿por qué? Porque cambiaron la esencia de los Sacramentos. Entonces, es realmente otra iglesia, no es la Iglesia de Cristo.
¿Qué es lo que tenemos que hacer nosotros entonces? Conservarnos fuertes en la Fe, como dice San Pedro, el primer Papa, luchar contra el Diablo… ¿y cómo luchamos contra el Diablo? Siendo buenos Cristianos, aferrándonos con todas nuestras fuerzas a la Doctrina de la Iglesia, de la Iglesia Verdadera, de la Iglesia Católica fundada por Nuestro Señor Jesucristo, cuyo último Papa fue Pío XII, y en todo, no en aquello que nos guste: el Católico tiene que aceptar toda la Doctrina Católica, no en partes, porque si no nos volvemos protestantes, que toman esto y dejan aquello de las Sagradas Escrituras; y el Católico que dice ser Católico y toma esto y deja aquello de la Doctrina Católica no es Católico en realidad.
Debemos practicar nuestra Fe, juntar con Nuestro Señor Jesucristo, estar con Él porque quien no está con Él está contra Él y quien no junta con Él desparrama. Nuestra vocación es ser Santos y para ello tenemos que cumplir la Voluntad de Dios y ésta se nos da a través de la Doctrina Católica.
San Pablo nos dice que «el fruto de la luz, consiste en toda bondad, en toda justicia y en toda verdad» (1): en toda Bondad significa que tenemos que ser buenos en cuanto que amamos a Dios, y amamos a nuestro prójimo por amor a Dios y que deseamos salvar nuestra alma, a todo le damos un sentido espiritual, un sentido cristiano, a todos los minutos, a todos los instantes de nuestra vida tenemos la Presencia de Dios y lo hacemos por amor a Dios todas nuestras obras. Justicia en cuanto que nos unimos al bien y nos apartamos del mal, ése debe ser nuestro ideal. Y tener amor a la Verdad, no contentarnos con la mediocridad; la Verdad es toda porque la Verdad es Dios y quien ama la Verdad ama a Dios. Que no nos caiga la maldición de San Pablo que dice que se «les dio espíritu de mentira porque no tuvieron amor a la Verdad» (2). Ser francos, ser verídicos, amar la Verdad porque amar es cumplir el primer Mandamiento que es amar a Dios sobre todas las cosas… y ser consecuentes, no ser cristianos con los labios sino con el corazón.
Pidamos a la Santísima Virgen María que se nos cumpla esa bienaventuranza de «dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la guardan», como Ella, que escuchó la Palabra de Dios, la guardó y la puso en práctica toda Su Vida.
en el Tercer Domingo de Cuaresma, Molinari, Córdoba, Argentina)
NOTAS
1) Carta de San Pablo a los Efesios, cap. 5, vers. 9
2) II Carta de San Pablo a los Tesalonicenses, cap. 2, vers. 11
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