La bendición de uniones entre personas del mismo sexo es uno de los temas que más polémica despierta en las discusiones acerca de la Iglesia, y es también la cuestión que los sacerdotes e influencers Jesús Silva, Patxi Bronchalo y Antonio Maria Domenech abordan en el nuevo capítulo de Red de Redes, el programa de catequesis semanal que produce la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP). En el episodio tratan patatas calientes como la diferencia entre tendencias y actos, qué potestad tienen los sacerdotes o si la Iglesia puede cambiar su doctrina.
«La tendencia homosexual no se elige»
«La tendencia o atracción hacia el mismo sexo (AMS) no se elige», advierte Jesús Silva, para empezar. El autor de Confusión e identidad: Reflexiones en torno a la ideología de género destaca que «no se han encontrado causas fisiológicas, físicas, genéticas o cerebrales que expliquen la AMS«, sino que como mucho permiten ver «una predisposición». La explicación, pues, estaría «en una serie de condicionamientos de tipo ambiental».
Entre estas causas, según Silva, estarían situaciones como la ausencia de una figura paterna, un padre afeminado, una falta de identificación con la masculinidad o casos de abusos o bullying. Tras esta introducción, Silva destaca, leyendo el Catecismo, que «la tendencia homosexual no se elige y, por tanto, no es pecado», pero que sí es una tendencia «desordenada», porque «Dios ha ordenado el cuerpo del varón y la mujer para que se complementen física y psíquicamente, y no se puede generar vida en una relación de tipo homosexual».
Diferencia entre tendencias y actos
Patxi Bronchalo recoge el guante y continúa: «Las tendencias no son pecado, pero otra cosa son los actos desordenados», y destaca que es importante entender esto para cumplir con lo que pide el Catecismo: «que las personas con AMS deben ser acogidas con respeto y bien tratadas». En palabras de Silva: «Las tendencias no nos definen, pero los actos sí; uno no puede evitar experimentar atracción hacia un hombre, pero sí puede evitar acostarse con él».
¿La Iglesia puede bendecir las uniones homosexuales?
La respuesta empieza con una nueva explicación previa: «Bendecir —señala Silva— es ‘decir bien’, es pedirle a Dios que hable bien de ti, porque cuando Él dice algo, se realiza; cuando Dios bendice, el bien te sobreviene en forma de la gracia del Espíritu Santo». Así, continúa, si los actos homosexuales son —como describe el Catecismo en el punto 2357— «intrínsecamente desordenados» y «no pueden recibir aprobación en ningún caso», la Iglesia no puede bendecirlos.
«No es que la Iglesia no quiera, sino que no tiene esa potestad, de acuerdo al plan de Dios«, añade Bronchalo, y continúa explicando que la Iglesia existe para la salvación y la evangelización, y que «se puede dar una bendición sobre una persona que le ayude en ese camino de salvación, pero no se puede bendecir una unión que no está dentro del plan de Dios».
Por tanto, dice, lo que sí se puede es bendecir a una persona homosexual para que pueda vivir con fortaleza la virtud de la castidad en esa condición no elegida. «Dios no puede dar una gracia para vivir algo que está mal: esto es una contradicción en sí mismo», concluye Silva. Y Bronchalo añade: «Esto no lo puede cambiar un concilio, un sínodo, un obispo ni el Papa, porque viene de Dios».
La acogida de la Iglesia
«A veces —reconoce Domenech— hay el tópico típico de que hemos tratado mal a los homosexuales y les hemos expulsado de la Iglesia, pero no es cierto: no conozco ningún caso de que un sacerdote haya echado a un homosexual de su iglesia por serlo», y añade que «a veces nos hemos obsesionado con este tema, y mandamientos hay muchos».
Los tres sacerdotes también se plantean por qué se ha levantado esta polémica. «Me gustaría saber si estas personas que ahora piden bendiciones tenían ya el hábito de hacerlo… o si no será que quieren usar a la Iglesia para decir: ‘Me aprueban’, pero en el fondo les importa un bledo la Iglesia y lo que Dios diga y quiera», se pregunta Domenech.
Puedes ver aquí completo el último episodio.
«Hay lobbies de presión, dentro y fuera de la Iglesia, que buscan un cambio para sentirse bendecidos, apoyados, y para que la Iglesia entre en la ideología única del nuevo orden mundial, en la ideología de género», lamenta Silva. También dice que esta «no es la realidad que se vive en las iglesias», y explica que en su parroquia atiende a muchas personas homosexuales «que viven según lo que pide Dios, en castidad y sostenidos por la ayuda de la Iglesia, y a los que les duele mucho —y les cabrea— que los lobbies hablen en su nombre».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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