INTRODUCCIÓN: LA CRISIS DE LA CULTURA CRISTIANA
La cultura es el fruto de las creencias, valores y principios que sustentan a una sociedad. Desde los primeros siglos, la cultura cristiana ha sido el pilar sobre el cual se ha edificado la civilización occidental, orientando a las almas hacia su fin último: la unión con Dios. Sin embargo, en tiempos recientes, hemos presenciado un declive acelerado de estos valores fundamentales, lo que ha llevado a lo que podemos denominar la “muerte de la cultura cristiana”. Esta muerte cultural no es solo un fenómeno simbólico, sino una realidad tangible que se manifiesta en la disolución de los principios cristianos que una vez guiaron la vida social, política y personal.
Este proceso de decadencia cultural debe ser comprendido a la luz de la naturaleza humana y su ordenación hacia el bien último. Según la enseñanza clásica, todo ser tiene un fin último al que debe dirigirse para realizar plenamente su naturaleza. En el caso de la cultura cristiana, su fin es glorificar a Dios y llevar a las almas a la santificación a través de la verdad, la bondad y la belleza. Cuando la cultura se desvía de este fin, la corrupción y la decadencia son inevitables, lo que lleva a su eventual muerte.
CAUSAS DE LA MUERTE DE LA CULTURA CRISTIANA
El modernismo, que ha infiltrado tanto en la sociedad como en la Iglesia, es una de las causas principales de la decadencia de la cultura cristiana. El modernismo se caracteriza por su rechazo a la verdad absoluta y su adopción del relativismo, donde cada individuo se convierte en la medida de la verdad, desconociendo la ley divina y natural que deben regir la vida humana. Este rechazo de la verdad ha llevado a la cultura moderna a perder su rumbo, alejándose de su fundamento cristiano y adoptando ideologías que niegan la existencia de un bien común trascendental.
La consecuencia más evidente de este rechazo de la verdad es la fragmentación de la cultura. Sin una verdad objetiva que oriente las acciones humanas, la cultura se disgrega en un conjunto de opiniones y preferencias individuales, sin una dirección clara hacia el bien común. Esto ha llevado a la glorificación de lo feo, lo vulgar y lo inmoral, reflejando una visión distorsionada de la realidad que no eleva el alma hacia Dios, sino que la hunde en el materialismo y el nihilismo.
Otra causa de la muerte de la cultura cristiana es el abandono de la moralidad basada en la ley natural. La ley natural, que es la participación de la ley eterna en la criatura racional, proporciona las normas objetivas para el comportamiento humano. Al rechazar esta ley, la cultura moderna ha caído en un moralismo subjetivo, donde el bien y el mal son definidos por el consenso social o por las inclinaciones personales, en lugar de ser reconocidos como realidades objetivas. Este rechazo de la moralidad objetiva ha llevado a la corrupción de las costumbres, a la destrucción de la familia y al caos en la vida social.
Finalmente, el ataque a la liturgia tradicional y la secularización de la vida sacramental han contribuido de manera significativa a la muerte de la cultura cristiana. La liturgia, especialmente la Misa Tradicional, es la expresión más alta de la fe y la forma principal en que la cultura cristiana se manifiesta y se transmite. La reforma litúrgica y la pérdida del sentido de lo sagrado en la liturgia han despojado a la cultura de su núcleo espiritual, debilitando la fe y desconectando a las generaciones más jóvenes de su herencia cristiana.
EFECTOS DE LA MUERTE DE LA CULTURA CRISTIANA
La muerte de la cultura cristiana ha tenido efectos devastadores en todos los aspectos de la vida humana. En primer lugar, ha llevado a la deshumanización de la sociedad. Sin una visión cristiana que reconozca la dignidad intrínseca de cada persona como imagen de Dios, la sociedad ha comenzado a tratar al ser humano como un medio para un fin, valorando a las personas solo en función de su utilidad o su capacidad de consumo. Esto se refleja en prácticas como el aborto, la eutanasia y la manipulación genética, donde la vida humana es instrumentalizada y despojada de su sacralidad.
Además, la pérdida de la cultura cristiana ha llevado a la fragmentación de la sociedad. Sin un bien común que unifique a las personas en la búsqueda de objetivos trascendentes, la sociedad se ha vuelto cada vez más individualista y dividida. Esto ha dado lugar a un aumento de la violencia, el odio y la polarización, ya que las personas ya no ven en el otro a un hermano en Cristo, sino a un competidor o enemigo.
Finalmente, la muerte de la cultura cristiana ha llevado a una crisis de fe sin precedentes. Sin la cultura que apoya y nutre la fe, muchos han caído en la incredulidad, el escepticismo o el sincretismo religioso. La apostasía se ha extendido, y muchos han abandonado la práctica de la fe, privando a sus almas de los medios necesarios para alcanzar la salvación.
LA RESTAURACIÓN DE LA CULTURA CRISTIANA: UNA RESPUESTA NECESARIA
Ante este panorama desolador, es imperativo trabajar por la restauración de la cultura cristiana. Esta restauración debe comenzar con un retorno a la verdad, la bondad y la belleza, que son reflejos de Dios y los pilares sobre los cuales se debe reconstruir la cultura. La educación, la vida familiar y la liturgia tradicional son los medios principales por los cuales esta restauración puede llevarse a cabo.
En primer lugar, es necesario restaurar la educación en su sentido pleno, como formación del alma en la verdad. Esto implica no solo el estudio de las ciencias y las humanidades, sino también la enseñanza de la doctrina católica en su pureza y totalidad, libre de las contaminaciones del modernismo y el relativismo. La educación debe volver a formar mentes y corazones capaces de reconocer la verdad y vivir conforme a ella.
En segundo lugar, es necesario restaurar la vida familiar como el santuario donde se transmiten las virtudes cristianas y se vive la fe en comunidad. La familia debe ser el lugar donde los hijos aprenden a amar a Dios y al prójimo, a respetar la ley natural y a vivir en conformidad con los mandamientos divinos.
Finalmente, es crucial restaurar la liturgia tradicional como la fuente y cumbre de la vida cristiana. La liturgia, vivida en su plena reverencia y sacralidad, es el medio por el cual la gracia de Dios se derrama sobre los fieles y sobre la cultura en su conjunto, santificando a las almas y orientándolas hacia su fin último.
CONCLUSIÓN: UN LLAMADO A LA ACCIÓN
La muerte de la cultura cristiana es una realidad que no puede ser ignorada, y sus efectos se sienten en todos los aspectos de la vida. Sin embargo, la solución no reside en el pesimismo o la desesperación, sino en un renovado esfuerzo por restaurar la cultura a su verdadero fundamento: la fe en Dios y la adhesión a su ley. Esta restauración requiere un compromiso total con la verdad, la bondad y la belleza, y un rechazo firme de todo lo que las contradice.
La restauración de la cultura cristiana es una tarea urgente y necesaria para la salvación de las almas y la glorificación de Dios. Cada cristiano tiene el deber de contribuir a esta restauración, comenzando por su propia vida y extendiéndose a su familia, su comunidad y la sociedad en general. Solo a través de un retorno a los principios inmutables de la fe y de la moralidad cristiana podremos revivir una cultura que refleje la gloria de Dios y conduzca a las almas a su destino eterno.
OMO
Bibliografía
• Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae.
• Réginald Garrigou-Lagrange, Perfection chrétienne et contemplation.
• Réginald Garrigou-Lagrange, La vie spirituelle.
• Réginald Garrigou-Lagrange, Le sens commun: La philosophie de l’être et les formules dogmatiques.
• Réginald Garrigou-Lagrange, Les trois âges de la vie intérieure.
• Danilo Castellano, La soberanía y la subsidiaridad.
• Antonio Royo Marín, Teología de la perfección cristiana.
PUBLICADO ANTES EN CATOLICIDAD
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