José Cobo, el cardenal arzobispo de Madrid, está difundiendo entre sus diocesanos una carta pastoral que ha escrito con el título La Pascua de los discípulos, en el marco de esta Pascua de 2024.
El texto anima a reflexionar sobre la vocación de los laicos en la sociedad y en la diócesis. Usa más de 20 veces la palabra «misión» o «misionero» (pero no en el sentido de ir a tierras lejanas), aunque curiosamente solo usa un par de veces la palabra «evangelizar» o «evangelizador». También usa unas 15 veces la palabra «sinodal» o «sinodalidad».
[Aquí el texto completo de La Pascua de los Discípulos, en PDF].
Según declara el texto, su objetivo es «acoger las líneas de los próximos cursos, pues quieren apuntar las bases de nuestra identidad como discípulos resucitados en Cristo y convocados a la misión en la concreción del hoy y en la realidad diocesana».
El texto también anima a grupos en las parroquias a reflexionar sobre esta carta pastoral y a «que se le entregue al vicario territorial dichas reflexiones por escrito, así como a los párrocos o al consejo pastoral parroquial. Igualmente, desearía que los mismos consejos de pastoral puedan conocer esta carta pastoral y reflexionar sobre las preguntas que se plantean».
La carta plantea una serie de preguntas para ser reflexionadas en cada parroquia como:
– ¿Qué pide el Señor a mi parroquia o comunidad en esta Pascua en concreto?
– ¿Cómo ayudar desde mi vida cristiana a que nuestra diócesis responda a la misión que Cristo le da?
– ¿Cuáles son los grupos o personas del barrio o a mi alrededor más necesitados del anuncio de la Buena Noticia de Jesús?
O también:
– ¿Cómo participamos y reflejamos la vida de la diócesis en nuestra comunidad o parroquia?
– ¿Cómo podemos crecer en comunión?
A continuación recogemos algunos párrafos del documento:
1. Conociendo a Jesús, vivimos unidos a Él
«A medida que vamos conociendo a Jesús, le admiramos cada vez más y nos sentimos atraídos por Él. Deseamos vivir su vida, seguros de encontrar así una felicidad que jamás hubiéramos podido imaginar. Y el Espíritu Santo nos lo concede. Vivimos unidos a Jesucristo, a su fidelidad, a la voluntad de Dios. Le entregamos nuestra libertad y nuestra voluntad».
2. Ahondar en la vocación del laico
«En esta etapa de la vida diocesana pretendemos abrirnos de forma especial a redescubrir y ahondar una de las vocaciones de nuestra Iglesia, que es la vocación laical».
«Cada laico bautizado comparte la responsabilidad de llevar a cabo la misión de la Iglesia en el mundo, desde su comunidad hacia cada diócesis, en comunión con la Iglesia universal».
3. Documentos recomendados sobre el laicado
«La especificidad de la vocación laical también se expresa desde el Concilio Vaticano II en la constitución Lumen gentium (31, 34 ss.), en el decreto Apostolicam actuositatem y en otros documentos del magisterio, como Christifideles laici. Estos pueden ser buena materia de lectura en grupos o en nuestras comunidades. Subrayan que los laicos son llamados a vivir su fe en medio de las realidades temporales, como son la familia, el trabajo, la política, la cultura y la sociedad en general. Su papel es fundamental para la evangelización y la transformación de las estructuras sociales a la luz del Evangelio».
4. El trato con Cristo, con la Iglesia y con la sociedad
Al cristiano laico se le pide «implicarse en la vida discipular y misionera del seguimiento de Cristo en la vida familiar, en la profesional, en el plano social, político, económico y cultural. Pero siempre como parte de la Iglesia. Se trata de integrar tres realidades: Cristo, Iglesia y sociedad».
5. La comunidad básica es la diócesis
«La diócesis es la comunidad eclesial básica de comunión. El Concilio Vaticano II enfatizó la importancia de fortalecer la vida y la misión de las diócesis como comunidades locales de fe».
6. Si pones la etiqueta «sinodal» a cualquier cosa, pierde fuerza
«El término «sinodalidad», sobre el que ahora estamos fijándonos tanto, no es una moda teológica, sino un modo de ser Iglesia que tiene que ver con rasgos identitarios básicos como comunión, participación y misión. Si esto no ocurre, perderá toda su fuerza renovadora y conseguiremos etiquetar como sinodal a cualquier cosa de las que ya estamos haciendo. No será creíble una sinodalidad que no interrogue nuestra formas de expresar y vivir la comunión. Tampoco lo será si no ayuda a generar e impulsar comunidades vivas y familiares, espacios de acogida y escucha, hogares en medio de la vida diaria que saben que su centro no es la ideología ni el querer evadirse de la realidad, sino la experiencia de Cristo, viviendo eso como el pilar que genera la verdadera comunión entre ellos, el deseo de complementarse, de dialogar, de crecer en diversidad (cf. La sinodalidad en la vida de la Iglesia, 68)».
7. Espacios de responsabilidad a bautizados, «también a las mujeres»
«Debemos avanzar con claridad para dar a toda persona —también a las mujeres— el espacio de responsabilidad que les es debido como bautizada en cada comunidad. Eso nos ayudará a dar pasos sosegados pero firmes para que seamos una Iglesia más sinodal».
8. Somos distintos, pero todos discípulos y misioneros
«Esta es nuestra tarea de discípulos: ser misioneros, ofrecer a todos la noticia de Jesús. Cada uno de nosotros, miembros diferentes del pueblo de Dios, contribuiremos de manera diferente a realizar la única misión: la del Enviado del Padre. Todos discípulos, todos misioneros, experimentando la dulce y confortadora alegría de evangelizar» (cf. Informe de síntesis de la fase sinodal, 86).
9. Pensar pistas de futuro
«Os invito de corazón a entrar en este tiempo ungidos por el Espíritu Santo y a acoger de forma renovada el Bautismo que recibimos. Gracias por leer estas líneas y por, si tenéis un hueco, pensar pistas de futuro y compartirlas con vuestros grupos, comunidades o parroquias. Quieren ser unas pistas pascuales para prepararnos al nuevo Pentecostés».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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