En el imaginario colectivo de millones de católicos en todo el mundo, e incluso en el prototipo de occidental del siglo XXI, pervive la narrativa del Génesis en la que la serpiente ofreció a Eva comer del fruto prohibido, lo que conllevó la expulsión definitiva del paraíso y la gracia de los primeros padres.
Pero, ¿y si Lucifer fuese el liberador de la mujer y Eva la heroína que se atreviese a enfrentarse al tiránico patriarcado de Dios?
Cuando la escritora católica Carrie Gress tuvo conocimiento de esta visión -propuesta por el académico Per Faxneld en Satanic Feminism– estaba convencida de que el autor lo planteaba de forma crítica.
Pronto supo que, como «feminista prosatánico», defendía aquella torsión del Génesis. Y acababa de abrirle a la autora de «Teología del hogar» un nuevo camino de investigación guiado por varias preguntas: ¿Y si la primera ola del feminismo no fuese lo que se cree? ¿Cuáles son sus orígenes?
Parte de las respuestas que encontró fueron publicadas por Gress en su último libro, The End of Woman (El fin de la mujer). No es la primera incursión de la escritora estadounidense en el feminismo, uniéndose a otras publicaciones como The anti-Mary exposed y decenas de artículos al respecto.
Uno de sus últimos escritos, publicados en National Catholic Register, proporcionaba algunos retazos y reflexiones sobre unos orígenes ocultistas del feminismo que a muchos les costaría creer. Para Gress, sin embargo, una imagen vale más que mil palabras, y plasma una realidad que podría sonar lejana y extravagante con tres mujeres mundialmente conocidas que hoy presumen de integrar la brujería, como son Millie Bobbie Brown, Gisele Bündchen y Vanessa Hudgens. Lo cierto es que un breve vistazo a redes como Tik Tok o Instagram arroja una presencia de la «aquelarres» feministas nada desdeñable.
Para Gress, el surgimiento de estos aquelarres en ciudades grandes o pequeñas es solo una rama más de «lo oculto» cuya demanda «está aumentando«, lo que también se muestra en el máster en magia y ciencias ocultas de la prestigiosa Universidad de Exeter (Reino Unido). Pero aunque aparentemente encontramos en una «nueva moda», para la escritora es algo tan antiguo «como la vida misma».
En el caso del feminismo, afirma sin dudar como «la mayoría de las principales líderes feministas desde el inicio del movimiento» han practicado el ocultismo.
Cythna, la «hermanastra» de Frankenstein enamorada de Lucifer
Invitada al canal de Ángela Erickson, explicó como tres pilares del feminismo -según ella, lo oculto, la destrucción del patriarcado y el amor libre- se dan la mano en la obra de Percy Shelley -marido de la célebre autora de Frankenstein– y autor de Laon and Cythna (1817). Una obra que escribió fuertemente influido por feministas como Mary Wollstonecraft (madre de Mary Shelley) y anarquistas como William Godwin, para quien el matrimonio «surge de la peor de las leyes y es la peor forma de propiedad».
Solo así se entiende el llamado de Laon and Cythna a la «revolución de las mujeres» en la que «no hay monogamia, matrimonio o referencia a la naturaleza humana«, creando a la «primera mujer independiente» de la literatura -Cythna- separada de su marido e hijos y sin más relación que «con Satanás».
Una de las primeras propuestas literarias de lo que hoy se podría llamar una «mujer empoderada» surge, según Gress, de un autor para el que el ocultismo tenía una preponderancia vital, pues llegó incluso a pasar una noche bajo tierra buscando «entrar en contacto con el diablo» o a ofrecer una nueva versión del Génesis como la mencionada, basada en El paraíso perdido de Milton.
Una de las conclusiones de Gress tras su investigación no es únicamente la raíz ocultista del feminismo, sino que en el caso de Shelley, en sus mismos orígenes no se encontraba la pregunta de «cómo ayudar a la mujer», sino la de «cómo ayudamos a las mujeres a parecerse más a los hombres«. La primera respuesta que se ofreció fue la de «una mujer idealizada que trata de ser el hombre narcisista, egoísta y ensimismado que nadie querría en su vida», y las siguientes líderes feministas la asumieron.
Del espiritualismo de Stanton al hermetismo de Kingsford
Fue el caso de Elizabeth Cady Stanton, una de las primeras líderes feministas estadounidenses y estrechamente involucrada con el espiritualismo del Segundo Gran Despertar. El espiritualismo llegó a reemplazar el calvinismo que profesó en su juventud y encajó «perfectamente con el movimiento feminista» impulsado por Stanton.
«Vio el espiritualismo como una gran oportunidad para las mujeres», explica, pues «eliminaba por completo a los hombres como mediadores entre los mundos material y espiritual. Las mujeres podían invocar fácilmente a los muertos. Ya no necesitaban a un sacerdote, solo un grupo de mujeres sentadas alrededor de una mesa». Aquella tendencia degeneró en una personalidad problemática, por la que Stanton acabaría transformándose en una personalidad anticristiana o escribiendo su famosa The Woman’s Bible (La Biblia de las mujeres).
Con el tiempo, el ocultismo practicado por las líderes feministas de las siguientes décadas y siglos harían que el de la primera ola pareciese inocente.
También representativo de esta conexión entre feminismo y ocultismo es el caso de Anna Kingsford. Nacida en 1846 en Inglaterra, trató de combinar su primera fe católica con su entrada en el espiritualismo victoriano. Terminó apartándose de su fe, tras denunciar lo que creía un mal uso de los textos bíblicos por el cristianismo y cómo este debía desligarse de la tradición y el clero. Pronto captó la atención de la Sociedad Teosófica fundada por Madame Blavatsky, siendo elegida presidente. No duró mucho: separada de la sociedad, fundó la Sociedad Hermética en 1884. Como ocultista, su influencia fue crítica en el movimiento espiritual femenino decimonónico, pero también posteriormente en figuras como la de Alesteir Crowley.
Anna Kingsford, esotérica cristiana, feminista contemporánea de la teósofa Blavatsky y fundadora de la Sociedad Hermética.
Así lo muestra el de segunda ola, que «se adentró aún más en las artes oscuras», como hace el libro The Sisterhood is power, de la feminista Robin Morgan, que incluye «hechizos para uso diario o de emergencia». La confesión de Mallory Millett sobre su hermana, la líder feminista Kate Millett, y «la noche que pasó junto a 11 amigas alrededor de una mesa desnudas con cuchillos y cuencos mientras una serpiente se deslizaba alrededor de ellas» es otra de las anécdotas que, según Gress «no son casos aislados».
¿Es posible un feminismo católico?
Al concluir su conversación, Angela Erickson pregunta a Gress por lo idóneo de denominarse «feminista católica» o, al menos, de integrar ambas cosmovisiones.
Hasta no hacía mucho, responde Gress, «creía que el feminismo de la primera ola era puro» y que, como católica, «realmente podía abrazarlo».
«Cuando comencé a profundizar y ver lo que realmente era, me quedé estupefacta, pensando: ¿esto es realmente el feminismo y nadie lo sabe ni habla de ello? ¿Por qué lo hemos aceptado y cuáles son las partes que realmente podemos aceptar?», se preguntaba.
Hoy, la escritora reconoce la labor de quienes pretenden «recuperar el feminismo y convertirlo en otra cosa», pero en su opinión, está muy lejos de ser «una fuerza para el bien en la vida de las mujeres». Para ella, términos como «feminismo católico» no solo son irreconciliables, sino que «confunden y dañan».
A finales de este verano, la periodista de National Catholic Register Sue Ellen Browder le preguntaba por las posibilidades que podría presentar a los católicos el hecho de recuperar o apropiarse en el plano mediático el término de feminismo. Gress fue tajante sobre una tesis que prueba en The End of Woman :»No es posible«.
«Las brillantes promesas del feminismo, al igual que el ocultismo, no coinciden con lo que relamente ofrecen. Tenemos que mirar el buen fruto, y el feminismo no lo ha dado. Entiendo el impulso de querer encontrar puntos en común, pero, ¿y si en lugar de tratar de encajar nuestra fe en la popularidad [del feminismo], ofrecemos a la gente algo totalmente diferente, más hermoso y convincente y que se adapta a nuestra naturaleza humana?».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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